Cuando Lewin se desmayó, una nueva serie de recuerdos se desbordó. No eran sobre su vida original ni su pasado olvidado, sino los recuerdos del contratista.
El día que el niño sin nombre nació, fue separado de su madre y llevado junto a otro lote de bebés que serían criados juntos. El anciano de los xibe educó a los niños para que aprendieran tanto de distintas medicinas milagrosas como de venenos misteriosos; los mayores les enseñaron a los hombres el arte de la guerra y la mezquindad; a las mujeres y a los gers, sobre la seducción y el espionaje. Aunque al final, no importaba qué habilidades reforzaron más, el fin último de todos era el mismo: sacrificarse por el futuro de su clan.
Los xibe habían sido diezmados por los mongoles y ya estaban hartos de que nadie los apoyara, por no hablar de ayuda, ni siquiera los pueblos más semejantes de los tunguses se preocupaba por su situación. No les tenían compasión. Ya que eran un pueblo tan débil, ¿por qué desperdiciar pensamientos en ellos?
Así que decidieron fortalecerse en silencio. Se prepararon para salvarse a sí mismos, vengarse de los que les dieron la espalda y conquistar a sus enemigos de paso. Una pequeña agrupación de la etnia xibe se las arregló para escapar del dominio mongol y se establecieron en un lugar oculto entre el norte de Qinghai y la Mongolia exterior. Esta historia de lucha y salvación fue contada por los viejos para reforzar la lealtad de los niños que entrenaron. El recuerdo de los ancianos recordándoles su deber y deuda con el clan era especialmente claro en la mente del contratista, así como el dolor en su cuerpo y el agotamiento del alma mientras se esforzaba por cumplir con las exigencias del clan.
La mezcla de un entrenamiento despiadado y un intenso lavado de cerebro convertía a todos los niños entrenados en máquinas dispuestas a cumplir cada orden que los viejos les dieran. Lewin pudo revivir con tanto detalle el crecimiento del contratista a través de sus ojos que casi sintió cómo su propia piel era corroída por los venenos cuando tenía que probar sus efectos; sin embargo, la persona que en verdad lo experimentó no sentía que estuviera viviendo un infierno, al contrario, nunca se lamentó por nada y seguir las enseñanzas de su pueblo era el único motivo por el que vivía.
Debido a su gran aptitud, pronto fue enviado fuera del clan en dirección a Pekín para encontrarse con uno de los miembros que habían mandado a espiar durante años, pero que cortó el contacto de repente. Aunque los viejos del clan sospechaban, no era tan fácil infiltrar a su gente en un Palacio Imperial tan poderoso, porque por muy fuertes que fueran en lo individual, su respaldo tenía que permanecer invisible.
Eso sucedió hace un lustro, cuando el contratista recién cumplió dieciséis años. Sin embargo, en cuanto salió de las tierras sagradas de su clan, todo se tornó confuso.
Al principio eran lapsos cortos en los que los recuerdos estaban en blanco, luego aumentaron de unos minutos a semanas hasta que finalmente, el contratista pasó de los dieciocho a los diecinueve con la mente en blanco. Las lagunas mentales desencadenaron una serie de trastornos disociativos que se agravaron con el tiempo. Fue entonces cuando por primera vez anheló algo: un nombre.
Por tradición, los niños separados de sus madres para ser entrenados no tenían derecho a portar un nombre propio, e incluso el número por el que eran referidos en el clan lo perdían al salir de él. Solo cuando completaran la misión, podrían obtener el honor de una identidad. No obstante, en medio del caos delirante que era su mente en ese entonces, el contratista tenía breves periodos de claridad en el que podía sentir a alguien a su lado susurrando un nombre en su oído.
Debido a su crianza, el contratista no lo entendía, pero Lewin supo identificar las emociones que contenía la voz del hombre. Un amante que susurra con el más tierno amor mientras abraza por la noche, que te saluda por la mañana y coquetea durante el día. Tan familiar y extraño a la vez...
De cualquier forma, no entender no le impidió al contratista anhelar; aunque él creía que buscaba un nombre, lo que necesitaba era el amor.
Solo que la suerte, o quizás el destino, le dieron la espalda en el momento más crítico: habían pasado más de dos años y su misión original de contactar al espía infiltrado en el Palacio no se completó. Por lo tanto, fue devuelto al clan de los xibe para ser castigado y no sería liberado hasta que cumpliera las torturas físicas y mentales estipuladas para que se arrepintiera.
Esa fue la primera vez que el contratista decidió usar el "Brebaje de Meng Po".
Quería olvidar la alienación constante hacia este mundo, pero más que nada, las emociones extrañas que no podía describir al desear algo por primera vez. Sin embargo, no podía arriesgarse a perder ningún detalle de su entrenamiento a lo largo de su vida, así que modificó los venenos de la receta para que pudiera borrar fragmentos de su memoria de manera selectiva.
Cuando los viejos consideraron que había sido readiestrado, y en consideración al increíble talento que poseía, así como su dedicación, dictaminaron que solo él podía completar la misión, después de todo era un genio, así que lo enviaron de nuevo a Pekín y esta vez entró con éxito a la Ciudad Prohibida como sirviente. Eso fue un año antes de que Lewin llegara a este mundo.
Resulta que la actual Emperatriz viuda era en realidad la espía que los xibe habían implantado, pero por alguna razón dejó de contactarse, así que el contratista dedujo que había desertado. Vigiló sus movimientos y descubrió que, en efecto, la mujer no tenía intenciones de ayudar a los xibe nunca más. Intercambió cartas con el clan y se dispuso a cumplir la sentencia: eliminar a la traidora.