—¿Qué le pasa? ¿Es grave? —preguntó Liu Bei con ansiedad cuando notó la expresión complicada del médico.
—La fiebre no es un problema, bajará tan pronto como le recete algo —empezó a explicar el viejo—. Es solo que... ¿Usted es...?
Liu Bei no sabía qué quería decir el médico, pero consideró que la reputación del ger sería manchada si decía que viajaba con un extraño.
—Soy... su esposo.
—Ya veo —. El anciano asintió como si lo esperara, para luego mirarlo con severidad —. No es tu culpa si no lo sabías, ¿pero cómo puedes dejar que tu ger se alimente tan mal? Incluso si están viajando, no es bueno ser tan frugales.
—¿Qué quiere decir?
El médico suspiró como quien se arrepiente de la inconsciencia de los jóvenes y negó con la cabeza.
—No debes saber que hay un feto en su vientre, ¿correcto?
Al escuchar sus palabras, Liu Bei se sorprendió, luego recordó lo que pasó un mes atrás y adivinó que, de hecho, era su responsabilidad. Se culpó de nuevo por su inutilidad y le preguntó al médico si la enfermedad del joven estaba relacionado con algún problema que tuviera el bebé.
—Más o menos —dudó el anciano—. Son los primeros dos meses cuando el feto es más vulnerable, pero el de tu esposa parece aferrarse con fuerza a la vida...
Una expresión de tristeza cruzó el rostro del médico, haciendo a Liu Bei más confuso.
—No entiendo, ¿por qué dice...?
—Es así. No puedo decirlo sin hacer más pruebas, pero solo por la extrañeza en su ritmo cardiaco estoy seguro que debió comer algo dañino, es posible que veneno. Sin embargo, algunas toxinas que debieron deteriorar el cuerpo de la madre fueron absorbidas por el hijo. Y aunque el bebé debería haberse desprendido del útero, sigue ahí. Tal vez ni siquiera sabrías que tenía un problema hasta que naciera...
»De no ser porque la dieta que ha seguido es inadecuada y sus defensas están muy bajas, algo tan pequeño como unos raspones no se habrían infectado. Eso causó la fiebre. Por el momento, solo podemos tratar el exterior y recomendar suplementos para personas embarazadas, sobre el posible envenenamiento, me temo que soy insuficiente.
A las siguientes palabras del médico, Liu Bei solo las pudo escuchar a medias mientras se sumía en sus pensamientos.
Resulta que era su culpa.
Peor aún, el joven estaba envenenado todo este tiempo y ni siquiera lo notó, ahora su hijo también fue dañado. Como hombre y padre, era una decepción.
El día que algunos de sus hombres lo traicionaron y fue vencido por el comandante Sun, no se sintió tan afectado como en este momento.
Pensando en el periodo en que fue encarcelado, los recuerdos que quería reprimir regresaron a él.
Un mes atrás, los guardias que vigilaban su celda bromeaban entre ellos acerca del origen deplorable del ger con el que se casaría el Emperador esa noche, adivinando sin vergüenza que debió subirse a la cama de Qianlong para seducirlo. Por supuesto, Liu Bei no estaba interesado en esos chismes y no prestó atención.
No esperaba que vendrían en wanshang (1) a llevarlo a un calabozo subterráneo que tenía la apariencia de ser clandestino. Como no tenía sentido resistirse, se dejó conducir mientras escuchaba a los sirvientes animados discutir a lo lejos sobre el evento de unión entre el Emperador y su ger.
Solo fue hasta que lo arrojaron en una celda llena de un desagradable olor a incienso con una fragancia pegajosa cuando tuvo una sensación de crisis. Dos respiraciones le bastaron para notar la anormalidad escondida en el humo, pero los guardias, que tenían la parte inferior del rostro cubierta, solo se burlaron y lo sujetaron con más fuerza, luego esperaron en el pasillo con expectación.
El afrodisíaco mareó la mente de Liu Bei y despertó la incomodidad en su cuerpo, pero la vergüenza de tener las extremidades encadenadas al piso le hizo no permitirse reaccionar; podía ser un prisionero, mas no estaba dispuesto a que todos se burlaran de él.
Creyó que era una tortura para humillarlo, hasta que alguien más fue arrojado al calabazo.
No pudo ver la cara de la otra parte debido a su conciencia borrosa y su esfuerzo por controlarse, pero escuchó que después de un momento, quizá el suficiente para notar la droga impregnada en el incienso, la persona gritaba que quería ver a la Emperatriz y más maldiciones furiosas. Adivinó en sus palabras la identidad del joven.
Después de quién sabe cuánto tiempo, Liu Bei estaba a punto de desmayarse por el esfuerzo. Resulta que contenerse cuando hay un afrodisíaco tan potente era muy doloroso. Pero antes de que el último hilo de sobriedad desapareciera, percibió que alguien se arrastraba hasta donde él estaba.
—Te... usaré y... luego... te voy a... matar.
Escuchó cómo el joven se quejaba con dificultad, sus jadeos evidenciaban furia y resignación.
Sintió cómo las manos le temblaban al intentar desabrochar su ropa, lo que enseguida lo despertó, con una claridad impulsada por el pánico. Quiso sacudirse a la persona de encima, pero sus movimientos eran inútiles y solo hicieron que la situación de ambos fuera más insoportable, así que cambió a jalar las cadenas de sus brazos con la esperanza de mejores resultados.