Capitulo 9
- Como que esta muerta? Quien te lo ha dicho? Quien te ha llamado? – Preguntaba Daniel angustiado
- Roberto el escolta que contrate fue a la morgue y encontró un cadáver que concuerda con todas las características de Mia
- Pero no puede ser – dijo Daniel tomando asiento y llevándose las manos a la cabeza – En tan poco tiempo, quien fue el hijo de puta que hizo esto?
- No lo se Daniel, pero te juro que lo voy a encontrar – Daniel levanto la mirada lentamente, miro a su primo que ardía en rabia, sus ojos se veían mas oscuros de lo normal, estaba hecho una fiera, y pobre del infeliz que se había atrevido enfurecerlo, Cristóbal en esos momentos podía matarlo sin ningún remordimiento.- Tengo que ir a la morgue
- Te acompaño, - dijo Daniel levantándose rápidamente
- Es algo que quiero hacer solo primo, me entiendes?
- Te comprendo, pero no deberías hacerlo
- Quiero estar solo – Salió del despacho sin escuchar lo ultimo que le dijo Daniel, tomo su auto y condujo como loco hasta la morgue, las manos aun no dejaban de temblarle, como era posible que Mia y su bebe ya no estuvieran con el, sentía un vacío en el pecho que no podía describir, en ese instante su vida dejo de tener una razón, o mas bien, había cambiado su razón de vivir, tenía que encontrar al desgraciado que se había atrevido hacerle daño a su mujer y su hijo.
Su mujer, sonaba tan extraño y ahora ya no la tenía; llego a la morgue y se quedo dentro del auto, cerró los ojos y recordó a Siara, la mujer que había llegado a su vida y por la que había sido un ser atormentado, la había conocido por un ardid que planeo la entonces novia de su primo Daniel, Camila.
Camila era una loca mujer que había hecho hasta lo imposible por atrapar a Daniel, en uno de sus locos intentos involucro a Siara y Cristóbal se enamoro de ella aun cuando le estaba haciendo daño a su familia, desafortunadamente, la misma Camila asesinó a Siara cuando ella se interpuso entre una bala y Marcela, la actual esposa de Daniel, desde ese momento Cristóbal juro que no se volvería a enamorar, y así había sido hasta que conoció a Mia, y aun se preguntaba que de especial había tenido esa mujer para hacerlo cambiar de parecer, se metió tan rápidamente en su corazón que le basto unos cuantos días para derrumbar toda la muralla que había puesto alrededor de el y también estaba muerta, y por su culpa, por no saber cuidarla al igual que había pasado con Siara.
Esta comprobado que ninguna mujer estaba segura a su lado, traía consigo una nube de dolor y muerte que arrasaba con las que se atrevían a amarlo, pero un momento, lo había amado Mia? Habría sentido esa misma fuerza arrolladora que el había sentido, ahora nunca lo sabría, nunca mas tocaría sus labios, ni podría mirar sus hermosos ojos que se veían casi transparentes y que se volvían mas brillantes cuando se enojaba, ni tampoco sabría que aspecto tendría su hijo o hija, si tendría el cabello rubio de su madre o el negro de su padre, se imagino a una mini Mia de cabello oscuro como la noche y los ojos azules transparentes y lloro.
Pasado algunos minutos, cuando pudo contener los sollozos que salían sin control de su ser, respiro profundo y bajo del auto, nuevamente había regresado el temblor a sus manos, apretó los puños y cerro los ojos un instante, tenía que ser fuerte, por Mia y por su hijo no nacido, tenía que encontrar al malnacido que les había hecho esto, abrió los ojos y camino decidido atravesando el parqueadero, tomo el ascensor y presiono el botón de subir, recordó su encuentro con Mia en el ascensor, desde ese día no podía de dejar de pensar en ella cuando subía uno.
Al llegar al piso indicado se acerco a una recepcionista detrás de un escritorio blanco, era una joven mujer delgada, con algunas canas asomándose en su cabello, vestía un austero vestido gris, al verlo sonrió tristemente
- Es usted el señor Cristóbal Mendoza? – le pregunto casi en un susurro, Cristóbal la miro sorprendido
- Si, como lo sabe?
- Lo estaba esperando – se levanto de su asiento – sígame por favor y se dirigió al ascensor, el la miro con sospecha y no se movió de su sitio – Por favor señor Cristóbal – le insistió la mujer, Cristóbal la siguió, la mujer cerro el ascensor, y marco el numero 3 – Le trae recuerdos los ascensores? – Cristóbal se asusto, un escalofrío le recorrió la espalda
- Quien es usted?
- La recepcionista de la morgue señor Cristóbal, y que por que se que iba a venir, su escolta me lo comunico – Cristóbal la miro con los ojos entrecerrados, tal vez estaba paranoico por lo que había ocurrido, llegaron al piso indicado y la mujer salió primero, Cristóbal la siguió, la estancia estaba helada aun así el transpiraba, atravesaron una puerta, vio los cubículos de metal y sintió que le fallaban las fuerzas, se sostuvo de la pared mas cercana, la mujer lo miro – Se siente bien? – el solo asintió con la cabeza, ella siguió y abrió una compuerta de metal y saco una especie de camilla rodante con un cuerpo envuelto en una sabana, Cristóbal sintió que se le fue la respiración, ahí estaba, ese montón de carne inerte era lo que quedaba de la mujer que lo había hecho sentir emociones nuevamente, las piernas no le respondían, y en el fondo de su corazón no quería que lo hicieran, no quería moverse de ahí, no quería mirarla ahí fría y sin expresión en su rostro, la recepcionista abrió una cremallera y dejo el rostro descubierto, desde donde estaba Cristóbal no alcanzaba verla, no tanto por la distancia si no por que sus ojos se llenaron de lagrimas, la mujer se le acerco – Entiendo como se siente señor Mendoza, es muy triste perder a un ser querido, el dolor es algo natural, el enojo, las tristeza, la culpa… - El la miro – la venganza – siguió ella con una sonrisa enigmática – el la tomo por el brazo
- Quien es usted?
- No importa – le dijo ella soltándose bruscamente – vaya y mire las consecuencias de sus acciones – diciendo esto salió rápidamente de la habitación, Cristóbal quiso seguirla pero tenia que ver a Mia, saco sus ultimas fuerzas y se acerco al cadáver.