Gabriel llegó hasta donde se encontraba Valentina, quien se hallaba sumida en la tristeza y el desconcierto. Sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas que había reprimido, y su semblante reflejaba un profundo dolor. Gabriel, consciente de su estado emocional, se acercó lentamente a ella, extendiendo sus brazos con suavidad.
Valentina, sin decir palabra alguna, se dejó ser abrazada por Gabriel. A medida que sus cuerpos se encontraban, ella podía sentir el calor y la seguridad que emanaba de su abrazo. A pesar de su resistencia inicial, la presencia reconfortante de Gabriel comenzó a calmar su agitada respiración y su acelerado pulso.
Trató de tranquilizarse, cerrando los ojos y concentrándose en la sensación de estar envuelta por los brazos de Gabriel. A medida que se aferraba a su espalda, las tensiones y los pensamientos caóticos comenzaron a disiparse. Era como si el mundo exterior se desvaneciera por un instante, dejándola solo con el palpitar de su propio corazón y la presencia reconfortante de Gabriel.
Valentina sintió cómo su cuerpo se relajaba, pero también experimentó una mezcla de sensaciones complejas. El sudor en su frente y su cabello rozando la cara de Gabriel le recordaban el esfuerzo físico de la carrera y el agotamiento emocional que la había llevado hasta allí. Su corazón dolía por la pérdida de la amistad con Alex y por la confusión que se había instalado en su vida.
A pesar de todo, en ese abrazo encontró un consuelo momentáneo. Los pensamientos disparatados e incoherentes que habían invadido su mente comenzaron a desvanecerse. La sensación de estar protegida y comprendida le brindaba un respiro en medio del caos que la rodeaba.
Valentina, en un intento de separarse por un instante, sintió una necesidad abrumadora de apoyar su cabeza en el pecho de Gabriel. Con cada latido de su corazón, se aferró a la idea de que quizás había encontrado un refugio en medio de su dolor.
Mientras los minutos transcurrían, Valentina permitió que su mente vagara entre pensamientos confundidos y fragmentados. Recordó los momentos de felicidad compartidos con Alex y las risas. Luego, esos recuerdos se mezclaron con el dolor de la traición y la decepción. Los pensamientos dieron lugar a preguntas sin respuesta, a dudas sobre las verdaderas intenciones de Alex y sobre si alguna vez podría recuperar lo que había perdido.
Sin embargo, en medio de ese torbellino emocional, Valentina también experimentó un atisbo de agradecimiento. Agradecimiento hacia Gabriel por estar allí en ese momento, por brindarle un abrazo en su vulnerabilidad y por tratar de consolarla sin palabras. Por un instante, se permitió sentir gratitud por su presencia y por el apoyo que le ofrecía.
El tiempo pareció detenerse mientras Valentina se aferraba a ese abrazo sanador. Sus ojos se encontraron por unos segundos, y en ese breve instante, Valentina pudo ver en la mirada de Gabriel un rastro de comprensión y arrepentimiento. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, él la interrumpió gentilmente agarrándola por el hombro.
—Valentina, lo siento —susurró Gabriel con sinceridad. Esas palabras, aunque simples, resonaron en el corazón de Valentina y abrieron una ventana de posibilidad hacia la conversación que tanto anhelaba.
Después de ese momento, el tiempo dio un salto y Valentina se encontró en su casa, abriendo la puerta y cerrándola tras de sí. La tenue luz que se filtraba por las cortinas apenas iluminaba su habitación, revelando detalles dispersos de su vida cotidiana.
La habitación de Valentina era un reflejo de su personalidad: acogedora y cargada de recuerdos. Los estantes albergaban una mezcla de libros, fotografías y pequeños objetos que habían adquirido significado a lo largo del tiempo.
Los pensamientos de Valentina se desplegaron como diálogos en su mente. Rememoró los últimos acontecimientos, reviviendo los momentos compartidos con Alex, su risa contagiosa y las conversaciones interminables. Cerró los ojos e imaginó el abrazo que había tenido con Gabriel, recordando la calidez de sus brazos y la seguridad que le había brindado.
Pero a medida que esos diálogos mentales avanzaban, el tono comenzó a decaer. La imagen de Alex se volvió más nítida en su mente, y las últimas palabras que él le había dicho resonaron como un eco doloroso en su interior. La confusión, el dolor y la traición se entrelazaron en su mente, desencadenando una avalancha de lágrimas.
Valentina se dejó caer sobre su colchón, abrazando la almohada mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro. La habitación, envuelta en penumbra, se convirtió en un refugio para su dolor, un lugar donde podía liberar todas las emociones que habían estado presionando en su pecho.
Y así, en la oscuridad de su habitación, Valentina se permitió llorar, dejando que las lágrimas se fundieran con las incertidumbres y las preguntas sin respuesta. Fue en ese momento que ella comprendió que no volvería a recobrar su amistad con Alex, que había perdido toda posibilidad con él.