Entre acero y destino.

La traición bajo la luna

Capítulo 9:

El beso fue como una chispa en mitad de la nieve.

Por un instante, el mundo dejó de existir: no había guerra, ni reinos, ni heridas antiguas. Solo el silencio del bosque y el murmullo del viento entre los árboles.

Kael la sostenía entre sus brazos, sintiendo el calor de sus labios, la suavidad de su respiración y la dulzura que nunca creyó merecer.

Astrid permaneció inmóvil unos segundos, con el corazón desbocado. Era como si cada parte de su ser le gritara que aquello estaba mal, pero su alma —esa parte pura y libre que se negaba a obedecer las normas de un reino— solo quería quedarse ahí, en los brazos de aquel hombre.

Pero el hechizo se rompió abruptamente.

—¿Qué estás haciendo, Kael? —la voz de Svala cortó el aire como una daga.

Ambos se separaron de golpe. Kael giró con los músculos tensos y la mirada fría, mientras Astrid retrocedía un paso, avergonzada y confundida.

Svala estaba allí, de pie, con el rostro iluminado por la luna y los ojos encendidos de ira.

—¿Así nos pagas la lealtad? —escupió las palabras—. ¿Besar a la hija del enemigo? ¡Has traicionado al clan! ¿O acaso lo que quieres es que todos muramos?

—¡Basta, Svala! —rugió Kael, su voz grave resonando entre los árboles—. No sabes lo que dices.

Ella dio un paso adelante, con los puños apretados y las lágrimas mezcladas con la rabia.

—Sé perfectamente lo que digo —replicó, señalando a Astrid con desprecio—. ¡Sus manos están manchadas con la sangre de los nuestros! ¡De tu gente, Kael!

Kael intentó mantener la calma, pero la furia en la voz de Svala seguía creciendo.

—¿Y tú? —dijo ella con veneno—. Tú, perro traidor… ojalá esta “princesa” sea tu ruina. Que te lleve al castillo y te corten la cabeza como a los demás. Porque escucha bien, Kael, los nobles nunca cambian, solo piensan en sí mismos.

Su voz se quebró, el orgullo herido transformándose en resentimiento.

—Y pensar que creímos en ti… —continuó con amargura—. ¿Qué diría tu padre si te viera ahora?

El aire se llenó de tensión.

Kael sintió algo romperse dentro de sí, una mezcla de impotencia y rabia contenida.

Sin poder detenerse, le dio una bofetada.

El sonido resonó entre los árboles.

Svala quedó inmóvil, en shock. Por instinto llevo la mano a su mejilla con la dignidad herida.

Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no lloró; el orgullo se lo impedía.

—Te vas a arrepentir de esto, Kael —susurró con una voz helada—. Te lo juro por mis padres.

Lanzó una última mirada de odio hacia Astrid y se marchó, desapareciendo entre los árboles con pasos furiosos.

Kael permaneció quieto unos segundos, con la respiración agitada.

Astrid lo observaba sin saber qué decir. El silencio entre ambos era más pesado que el aire.

—Mañana te llevaré de vuelta al castillo —dijo él al fin, sin mirarla—. Todo esto debe terminar.

—¿Así nada más? —preguntó Astrid, sintiendo que el corazón se le encogía—. ¿Vas a fingir que nada de lo que pasó importa?

Kael apretó la mandíbula.

—No debió pasar, princesa.

Astrid dio un paso hacia él, dolida, con la voz temblorosa.

—Entonces… ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué me besaste?

Él la miró por fin, con esa mezcla de tormenta y tristeza que lo caracterizaba.

—Porque no pude evitarlo —murmuró, antes de darse la vuelta—. Pero eso no cambia nada.

Astrid sintió que una parte de ella se quebraba, pero no insistió.

Caminaron en silencio hasta la cabaña de Ingrid, el viento helado golpeando sus rostros, mientras la distancia entre ellos volvía a crecer.

Cuando llegaron, Ingrid los esperaba junto al fuego.

Kael apenas cruzó el umbral cuando habló con tono autoritario:

—Ingrid, cuida de la princesa. No dejes que nadie se acerque.

La anciana asintió, pero sus ojos se clavaron en él con preocupación.

Kael salió sin mirar atrás, perdiéndose entre la neblina nocturna.

Astrid lo siguió con la vista hasta que la oscuridad lo devoró por completo.

Luego, bajó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta.

—¿Por qué se fue así? —susurró.

Ingrid suspiró y se acercó al fuego, removiendo los carbones con el atizador.

—Porque necesita pensar —respondió con serenidad—. Y porque no sabe cómo enfrentar lo que siente.

Astrid la miró, confusa.

—¿Qué… lo que siente?

La anciana alzó la vista y una sonrisa leve se dibujó en su rostro curtido.

—Nunca lo había visto así.

—¿Así cómo? —preguntó Astrid, con el corazón latiendo con fuerza.

Ingrid soltó un suspiro profundo.

—Enamorado —dijo al fin, con voz suave.

Astrid se quedó inmóvil, los labios entreabiertos.

—Él no… —intentó negar, pero la voz se le quebró.

—No intentes negarlo, muchacha —dijo Ingrid con una ternura sabia—. He vivido más años de los que quisiera recordar, y conozco esa mirada. Kael es un guerrero, un líder… pero también un hombre. Y tú has tocado un lugar en su corazón que él creía muerto.

Astrid guardó silencio.

Sintió un cosquilleo recorrerle el cuerpo, una mezcla de miedo y algo más… algo cálido y peligroso.

La idea de que aquel hombre pudiera amarla la llenaba de una dicha silenciosa, pero también de un presentimiento que la oprimía.

Porque, en el fondo, sabía que el amor entre ellos podía ser el principio de su ruina.

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Ahhhhhhhhh (gritos de loca) me muero me muero esto es material de construcción para un edificio jajaja Kael está enamorado siiiiii me encanta me encanta que esté guerrero rudo y que creía su corazón era incapaz de volver a sentir se haya cautivado por la hermosa Astrid, ahora me preocupa lo que pasará será que si la lleva de nuevo al castillo, que va a pasar??? Necesito saber!!!!




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