Entre acero y destino.

El peso del liderazgo

Capítulo 13:

El viaje de regreso fue silencioso.

Astrid, agotada por el miedo y el frío, apenas sostenía los párpados abiertos, recostada contra el pecho de Kael mientras el caballo avanzaba entre la nieve.

Kael no dijo una palabra.

El sonido del viento y el crujido del hielo bajo los cascos eran lo único que acompañaba sus pensamientos.

Cada tanto, miraba de reojo a la princesa.

Tenía las mejillas pálidas, las manos temblorosas.

Aun así, había en ella una paz que lo desconcertaba, una calma que no comprendía después de lo ocurrido.

¿Cómo podía alguien que había visto tanta crueldad seguir mirando el mundo con bondad?

Cuando al fin divisó las antorchas del clan en la distancia, su cuerpo se tensó.

Sabía que el regreso no sería fácil.

Había desobedecido las normas, había traído nuevamente a una enemiga al corazón de su aldea, y esta vez, todos lo sabrían.

Las sombras de los guerreros se alzaban como centinelas entre las cabañas.

Los ojos lo observaban, las voces susurraban, los pasos se detenían.

Kael descendió del caballo con firmeza, sujetó a Astrid con cuidado y la llevó en brazos hasta la cabaña de Ingrid.

Pero al abrir la puerta, se detuvo.

Dentro, lo esperaban los hombres más importantes del clan.

El aire era denso, cargado de sospecha y rabia contenida.

El segundo al mando, Eirik, se encontraba al frente, con los brazos cruzados y el rostro endurecido por la desconfianza.

Por un instante, Kael no se movió.

Luego avanzó sin vacilar, cruzando la cabaña con pasos decididos.

Depositó con suavidad a Astrid sobre la cama, donde Ingrid se apresuró a cubrirla con una manta.

Kael le hizo una seña silenciosa:

—Cuida de ella.

Ingrid asintió sin decir palabra, pero en sus ojos había preocupación.

Kael se volvió hacia los hombres.

—Afuera. Tenemos que hablar.

Ethor dio un paso al frente.

—No —replicó con tono cortante—. Lo haremos aquí. Todos tenemos derecho a saber qué está ocurriendo… y quién es ella realmente.

El silencio se hizo más profundo.

Astrid, todavía débil, intentó incorporarse, pero Kael levantó una mano para que no hablara.

Ethor fijó la mirada en la princesa.

—¿Qué quieres de nosotros, mujer? —espetó con desprecio—. ¿No han hecho suficiente tú y tu padre? ¿Vienes a terminar lo que empezó tu reino?

Kael dio un paso al frente.

Sus ojos de acero se encendieron con una furia que heló el aire.

Su voz retumbó grave y cortante:

—Basta.

El guerrero lo miró, sorprendido por la autoridad en su tono.

Kael avanzó un paso más, imponente.

—Ninguno de ustedes —dijo, con una calma peligrosa—, ni nadie en todo el clan, se atreverá a ofender a Astrid.

Cualquiera que lo haga… —sus ojos recorrieron a cada hombre del lugar— …será como si me ofendiera a mí.

El silencio fue absoluto.

Solo se escuchaba el fuego crepitar en el hogar.

Las palabras de Kael habían caído como una sentencia.

Ethor apretó los dientes, la mandíbula marcada por la rabia contenida.

Finalmente, dio media vuelta.

—Como desees, Kael. —Su voz era gélida—. Pero piensa bien en lo que estás haciendo. Esto puede ser una declaración de guerra directa al padre de esa mujer. Y si eso ocurre… —lo miró con dureza— …será el fin de nuestro clan.

Dicho esto, salió, seguido por los demás, que se marcharon en silencio, algunos cabizbajos, otros con miradas de reproche.

Solo Ingrid y Kael quedaron dentro.

El líder del clan permaneció de pie, mirando hacia la puerta cerrada.

Podía sentir la rabia en su pecho, pero también algo mucho más pesado: la duda.

Respiró hondo, intentando calmarse.

Se giró hacia Astrid.

Ella lo observaba en silencio, con los ojos llenos de gratitud, pero también de miedo.

Miedo por él.

Kael se acercó, sus pasos lentos y cargados de indecisión.

—Nunca había estado tan dividido —murmuró para sí—. Mi deber… o tú.

(Se detuvo un momento, sin atreverse a mirarla directamente.)

—No quiero que nadie sufra, pero tampoco puedo estar lejos de ti, princesa.

Astrid lo observó en silencio, con el corazón latiendo con fuerza, sin saber qué decir.

Él, en cambio, bajó la cabeza, cerró los ojos por un instante y respiró profundamente.

Sabía que su decisión cambiaría el curso de todo.

El fuego crepitó entre ellos.

Afuera, el viento soplaba con furia.

Y Kael comprendió, con amargo realismo, que el amor podía ser tan peligroso como la guerra.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Ahhhhh amooooo te amo personaje imaginario jajajaja perdonen es que pierdo la compostura con este hombre tan espectacular amo como defiende a mi Astrid y esa indecisión lo hace más espectacular porque la duda entre si elegir a su clan o a la mujer de la que se enamoró me revelan que esa barrera que tenía ya está hecha pedacitos ahora es puro (no se lleven a mi princesa o le rompo los dedos a todos ) jeje




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.