Capítulo 17:
La nieve caía en silencio, como si el cielo quisiera cubrir con su manto blanco todos los pecados de la guerra.
Dentro de la pequeña cabaña, solo se escuchaba el sonido de sus respiraciones entrecortadas y exigentes de consumirse en su amor.
Astrid aún podía sentir los labios de Kael sobre los suyos, la calidez de su abrazo, la fuerza con que la había sostenido como si temiera que el tiempo se los arrebatara.
Ambos permanecieron unos segundos así, con la frente apoyada uno contra el otro, respirando el mismo aire, dejándose vencer por la paz que solo el amor podía ofrecer.
Kael fue el primero en hablar, su voz era baja, ronca, casi un susurro:
—No sabes cuánto soñé con este momento, Astrid. —Sus dedos rozaron su mejilla con ternura—. He luchado contra todo para no pensar en ti, pero me es imposible. Desde aquella noche… te convertiste en todo lo que habita en mí.
Ella lo miró con los ojos brillantes, llenos de emoción.
—Kael… —murmuró su nombre como una plegaria.
Él sonrió apenas, con esa mezcla de dolor y adoración que la dejaba sin aliento.
—Eres lo más puro que he conocido. Tu corazón noble, tu compasión… me desarmaron. Yo, que fui criado para guerrear, para empuñar una espada antes que una flor… ahora me encuentro de rodillas ante ti, sin armadura, sin escudo. —Su voz se quebró levemente—. Me has robado el alma, Astrid.
Ella llevó su mano al rostro de él, acariciando la cicatriz que cruzaba su pómulo.
—Y tú has sanado la mía —dijo con dulzura—. Desde que te conocí, nada ha vuelto a ser igual. Me enseñaste lo que significa la fuerza… pero también la ternura.
Kael tomó su mano y la llevó a su pecho, justo sobre su corazón.
—Si este corazón deja de latir en la batalla que se avecina… —dijo con una sinceridad que la hizo temblar—, quiero que sepas que morí en paz, porque pude verte una vez más.
Por ti enfrentaría la muerte mil veces, soportaría el dolor y la oscuridad… porque tus ojos, princesa, me han devuelto la luz.
Las lágrimas comenzaron a rodar por el rostro de Astrid, y Kael las limpió con el pulgar.
—No digas eso —susurró ella entre sollozos—. No vas a morir. No puedo perderte.
Él la atrajo hacia sí y la estrechó contra su pecho.
El fuego proyectaba sombras doradas sobre sus rostros, dibujando un retrato efímero de dos almas entrelazadas por el destino.
Afuera, el viento gemía entre los árboles, pero dentro de la cabaña el tiempo se detuvo.
—Si pudiera detener el mundo —murmuró Kael contra su cabello—, lo haría ahora. Aquí, contigo. No me importa la corona, ni los reinos, ni las guerras. Solo tú.
Astrid levantó el rostro y lo besó con una dulzura distinta, más pausada, más profunda.
Era un beso que hablaba de promesas silenciosas, de amor sin palabras, de despedidas que ojalá nunca llegaran.
Cuando sus labios se separaron, ella apoyó la cabeza en su pecho, escuchando el latido firme que parecía sincronizarse con el suyo.
Por unos minutos solo se oyeron sus respiraciones, el fuego, y el crujir de la madera.
Entonces Kael habló nuevamente, con la voz cargada de una determinación tranquila:
—Astrid… hay una forma de acabar con todo esto.
Ella levantó la mirada, aún temblando por la intensidad del momento.
—¿Qué quieres decir?
—Ingrid cree que tu padre aún puede ser razonable. Si tú hablaras con él… si lo convencieras de firmar un edicto de paz, podríamos evitar la guerra. —Sus ojos la buscaron con esperanza—. No quiero más sangre, Astrid. No quiero seguir viendo morir a los míos.
Astrid lo observó en silencio, con el corazón latiéndole con fuerza.
Sabía que no sería fácil, pero también comprendía que esa era su oportunidad para salvarlo… para salvarlos a todos.
—Sí —dijo al fin, con firmeza—. Lo haré. Hablaré con mi padre, Kael. Haré todo lo posible para que vuelva la paz que alguna vez existió.
Kael tomó su rostro entre las manos y la miró con adoración.
—Entonces aún hay esperanza.
Ella sonrió, con lágrimas en los ojos, y lo abrazó con fuerza.
El fuego seguía crepitando, y afuera la nieve caía sin cesar.
Pero dentro de aquella cabaña, el amor había encendido una llama más fuerte que cualquier invierno.
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Ay yo solo espero que este plan de Ingrid funcione porque sino esto se va a poner feo, que hará Astrid? Crucemos los dedos para que su padre acepte y ya olvide la guerra y mis dos tortolitos puedan estar juntos finalmente que bien se lo merecen que dicen ustedes que pasara