Entre acero y destino.

El peso de la corona

Capítulo 19:

La habitación estaba en silencio, apenas iluminada por la luz tenue de la mañana que se filtraba por las cortinas. Astrid permanecía frente a la mesa donde Ingrid le había enseñado a preparar hierbas medicinales. Sus manos temblaban, sus dedos rozaban las hojas secas, y cada aroma que desprendían parecía apretar su pecho. Lágrimas calientes comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras comprendía con crudeza lo que estaba a punto de hacer.

Aunque sabía que era lo correcto, la idea de traicionar a su padre le rompía el corazón. Cada recuerdo de su infancia, de su madre y de los abrazos de su padre, se mezclaba con la imagen de Kael y su tribu, con la guerra que había visto y con la vida inocente de los aldeanos que podría salvar.

—Perdóname, madre —susurró, con la voz entrecortada por el llanto—. Perdóname por lo que estoy a punto de hacer… por lo que debo hacer.

El dolor le oprimía el pecho, pero la determinación comenzó a nacer de entre la desesperación. Se secó las lágrimas, se enderezó y respiró hondo. Sabía que no había vuelta atrás. Preparó cuidadosamente el té con las hierbas, recordando las instrucciones de Ingrid, y lo llevó con delicadeza en una bandeja hasta el salón donde su padre esperaba.

El rey se encontraba solo, con su semblante sereno y una sonrisa que intentaba reflejar orgullo y confianza. Al verla, se inclinó levemente y la besó en la frente.

—Princesa mía, quiero que sepas que todo esto lo hago por el bien del reino —dijo con voz firme—. Un día entenderás mis decisiones.

Astrid asintió, manteniendo los labios cerrados para que no se escaparan sus sollozos, y susurró apenas:

—Padre, yo te amo con todo mi corazón.

El rey acarició su cabeza con ternura, apretando su pequeña mano dorada entre las suyas:

—Mi pequeña princesa de cabellos dorados…

Astrid respiró hondo y colocó la bandeja frente a él.

—Padre, he preparado este té para ti, es muy especial —dijo, tratando de mantener la voz firme.

El rey tomó la taza con una sonrisa confiada, sin sospechar el veneno que su propia hija había dispuesto. Astrid lo observó un instante más, su corazón comprimido en dolor y culpa. Mientras su padre llevaba el té a los labios, las hierbas comenzaron a hacer efecto.

Sus ojos se agrandaron y cayó hacia atrás, desorientado, mientras Astrid corría a sujetarlo.

—¡Padre! —exclamó, las lágrimas brotando con violencia—. Lo siento… perdóname, perdóname. No quería más guerras… no quería más sangre… no quería que nadie muriera.

El rey, con los ojos llenos de lágrimas, apenas pudo alcanzar su mano y tocar la de su hija, con una debilidad que nunca había mostrado.

—Hija… —susurró con voz quebrada—. Sé… sé que serás una reina justa… no sigas mi ejemplo… trae paz… donde yo solo dejé guerra…

Astrid lo abrazó con todas sus fuerzas, sintiendo su peso y la fragilidad de su padre como nunca antes. Sus sollozos se mezclaban con la sensación de pérdida absoluta, mientras la vida se le escapaba. Los minutos pasaron lentos, como si el tiempo se hubiera detenido, hasta que finalmente los ojos del rey se cerraron para siempre.

Astrid permaneció allí, en un silencio roto solo por su llanto, con el cuerpo de su padre entre sus brazos, el corazón destrozado y la culpa mordiendo cada pensamiento. La nieve caía fuera del castillo, silenciosa, como una lápida para las guerras y secretos que su familia había cargado durante generaciones.

Semanas después, el funeral del rey llenó el castillo de solemnidad y rigidez. Astrid caminaba vestida de negro, el rostro sereno pero con una expresión fría, oculta tras la máscara que debía mostrar a su pueblo. Sus ojos estaban secos, pero su corazón sangraba por dentro. Cada paso que daba entre los cortesanos y nobles que la rodeaban le recordaba la traición que había cometido, y la pesada responsabilidad que ahora recaía sobre sus hombros. La corona, aún invisible para sus manos, parecía pesar toneladas, presionando su cuello y recordándole que la paz que había elegido traer vendría con un precio imposible de olvidar.

Cuando su mirada se perdió entre la multitud, pensó en Kael, en su mirada intensa y en cómo él habría deseado estar allí a su lado. Sus manos se cerraron en puños, y en el silencio de la ceremonia, juró para sí misma que honraría su sacrificio. La paz que buscaba para su reino, aunque dolorosa, debía prevalecer sobre la lealtad ciega al pasado.

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Wow, solo pudo decir wow de verdad estoy sin palabras, me ha dejado en shock este capítulo, Astrid tomó una decisión bastante radical, no sé si correcta, pero solo pudo decir que es algo que ella jamás podrá olvidar. Que piensan ustedes de este capítulo?




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