Entre acero y destino.

Nieve y promesas

Capítulo 21:

El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, y un manto de nieve cubría los campos como un lienzo blanco recién tendido. El aire era frío, pero la calma que envolvía el paisaje parecía distinta a cualquier otra tarde. Por primera vez en años, no se escuchaban tambores de guerra ni el estruendo de las armas. Solo el viento, y el crujido suave de la nieve bajo los pasos de dos figuras que avanzaban juntas.

Astrid caminaba junto a Kael, envuelta en un manto de lana gris, mientras pequeñas hebras de su cabello dorado escapaban del capucho y bailaban con la brisa helada. Kael, con su capa oscura y la mirada firme, la observaba de vez en cuando como si temiera que, de un momento a otro, ella desapareciera con el viento.

—Nunca imaginé que la paz se sintiera así —susurró Astrid, dejando que su aliento se convirtiera en una nube blanca frente a ella.

—La paz tiene un precio alto, pero su recompensa es más grande —respondió Kael con voz grave—. Nos ha costado demasiado llegar hasta aquí.

Ambos se detuvieron al borde del bosque. Desde allí, podían ver a lo lejos las fogatas del clan encendidas, el resplandor cálido que se mezclaba con la nieve, y el sonido de las risas que rompía el silencio del invierno.

Kael miró a Astrid y le ofreció su mano. Ella la tomó sin dudar. Juntos caminaron hacia el claro donde los miembros del clan esperaban, reunidos alrededor del fuego principal. Al verlos llegar, los murmullos cesaron por un instante. El líder de la tribu y la reina del reino enemigo avanzaban ahora como aliados, como una sola fuerza.

Kael se detuvo frente a su pueblo, erguido, con el fuego reflejándose en sus ojos.

—Hoy declaro ante los dioses y ante todos ustedes —dijo con voz firme— que la guerra ha terminado. Que a partir de ahora, el Clan del Lobo y el Reino del Norte vivirán bajo el mismo cielo de paz.

Un rugido de júbilo recorrió el lugar. Los hombres levantaron sus lanzas al aire, las mujeres corearon entre risas y los niños aplaudieron.

—¡Larga vida a la Reina Astrid! —gritó uno de los guerreros, y pronto todos repitieron al unísono:

—¡Larga vida a la Reina Astrid! ¡Larga vida a nuestro líder Kael!

El sonido resonó entre las montañas como un canto de victoria, pero esta vez, no por la conquista, sino por la reconciliación.

Astrid se sintió conmovida. Miró a la multitud, y sus ojos se detuvieron en el rostro de Ingrid, que se acercaba lentamente con su andar pausado, envuelta en un chal de lana. La anciana la miró con ternura, y Astrid, incapaz de contener la emoción, dio unos pasos hacia ella y la abrazó con fuerza.

—Gracias, Ingrid —susurró entre lágrimas—. Sin ti, nada de esto habría sido posible.

La anciana sonrió, acariciando su mejilla.

—Has hecho lo que ninguna corona antes se atrevió a hacer, niña —dijo con voz temblorosa—. Tu madre estaría orgullosa.

Astrid le besó la frente con devoción y le regaló una sonrisa frágil pero sincera.

Detrás de ellas, los miembros del clan encendían nuevas hogueras, cantaban canciones antiguas de paz y esperanza, danzaban bajo la nieve ligera que comenzaba a caer del cielo.

Pero, aunque la alegría reinaba, Astrid sentía el pecho oprimido. La imagen de su padre seguía viva en su mente, su voz, su última mirada… ese perdón que se desvaneció con su último aliento.

Kael notó su silencio, su mirada distante. Sin decir palabra, tomó su mano y la llevó lejos del fuego, adentrándose en el bosque cubierto por la luz plateada de la luna. Caminaron entre los árboles hasta que solo se escuchó el murmullo del viento entre las ramas.

Allí, bajo un cielo de invierno y un silencio casi sagrado, Kael se detuvo frente a ella. Sus ojos, oscuros como la noche, la miraron con una mezcla de ternura y devoción.

Sin decir nada, la rodeó con sus brazos y la acercó a su pecho.

—Ya no más lágrimas, Astrid —murmuró junto a su oído—. No más dolor, no más pérdidas. Te lo prometo, mientras respire, me ocuparé de hacerte feliz.

Ella levantó el rostro, buscando su mirada.

—¿Y si el pasado no me deja ser feliz? —preguntó con voz temblorosa.

Kael le acarició la mejilla, apartando un mechón de cabello que caía sobre sus ojos.

—Entonces lucharé contra tu pasado —dijo, con una sonrisa leve—. Así como luché por alcanzarte.

Astrid no pudo evitar sonreír, aunque las lágrimas siguieron deslizándose por sus mejillas.

Él inclinó la cabeza y besó esas lágrimas con ternura, luego sus labios encontraron los de ella en un beso lento, profundo y lleno de promesas no dichas. Fue un beso que no exigía nada, que no buscaba poseer, solo sanar.

Sus manos se entrelazaron, y el mundo alrededor pareció desaparecer. La nieve seguía cayendo en silencio, cubriéndolos como un manto blanco, mientras la luna los contemplaba desde lo alto.

Esa noche, entre la calma del bosque y el calor de sus corazones, nació un nuevo amanecer:

no de guerra, ni de reinos enfrentados, sino de amor, perdón y esperanza.

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Awww que hermosoooo los amo me encantaron me enamoraron estos dos que bellooo de verdad que he quedado fascinada con este romance entre Astrid y Kael sin lugar a dudas demuestran que el amor puede vencer todo y finalmente tienen esa paz que tanto anhelaron, pero la otra parte mala es que ya estamos llegando casi al final y eso si me pone triste :(




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