Entre amor, ilusion y mentiras

Viviana Mancini

Observar como dos almas que se aman son separadas por la ambición y avaricia de otros es verdaderamente triste, pude comprender  el comportamiento de Víctor y todo lo que me dijo Diana sobre su relación, es absurdo ver como algo que tenías tan real se convierta en nada en unos días, pero hay algo que me intrigaba.

¿Por qué no le dijo que estaba embarazada?

Sabia la película que se armaba en la cabeza de esa tonta de mi amiga, el mes que llevo conociéndola  supe ver a través de sus ojos, alejarse era su mejor opción, intente hablar con Víctor respecto a la situación, pero me ignoraba diciéndome “este no es el momento” sin dejarme decir una sola palabra, odiaba no poder hacer algo útil.

Las veces que podíamos estar cerca era en los eventos o cena con nuestros padres, sus cortas palabras eran solo para saber si todo iba bien con el embarazo, el brillo de sus ojos y su sonrisa se había apagado, aunque lo lamentaba mis manos estaban atadas, no tenía conocimiento de donde estaba Diana.

Todos mis intentos fueron nulos al intentar a entablar alguna conversación con ambos, sabía que estaban dolidos y destrozados por su alejamiento, que no veían que estaban desgastándose y al paso del tiempo no me sorprendería verlos como unos zombies, ya han pasado 2 meses y cada vez me siento más impotente por no ayudar en algo.

-¿Por qué se encuentra sola tan hermosa dama?—escucho una voz varonil que me causa un delicioso estremecimiento, no sé si son por mis hormonas pero al mirar a la persona mi libido aumenta, ¡Dios mío! Es un Adonis, perfecto hombre de piel aceitunada, ojos marrones y encantadora sonrisa moja bragas, sus labios son deseables para morder y besar con gusto.

-Yo… yo no, no vengo sola—tartamudeo como una tonta y su sonrisa se ensancha mostrándome unos dientes perfectos.

-Entonces, el idiota no sabe cuidar de una hermosa mujer—lo dice de forma despectiva.

-No es eso, es como dicen “mejor estar solo que mal acompañado”—se ríe entre diente y muerdo mi labio, toma mi barbilla haciéndome soltar mi labio y me mira de una manera intensa que me hace sentir calor por todo mi ser.

-No lo defiendas cariño, sé que estas casada con un imbécil que no sabe tratarte como se debe—lo miro sorprendida y él me mira con dulzura, nadie me había visto y hablado de esa manera, toma mi mano y le da un pequeño beso sacándome un suspiro, ¡es el hombre de mis sueños!

¿Qué demonios estoy pensando?

No podría fijarse en mí, estoy casada y embarazada, lo cual agradezco que aún no se nota.

-Es algo difícil de entender—lo digo más para mí que para él.

-Explícame—me da toda su atención sentándose a mi lado.

-Aquí no—miro alrededor viendo como varias mujeres murmuran y se lo comen con la mirada, por alguna razón extraña me enoja que hagan eso.

-¿Quieres tomar un poco de aire?—pregunta levantándose y acomodando su saco.

-Por favor—me da su mano para ayudarme a levantar del asiento y la tomo sintiendo una exquisita electricidad.

Al estar en la azotea respiro el aire frio de la noche y lo veo colocarse a mi lado viendo hacia el cielo, sin perder más tiempo le cuento todo sobre mi vida y lo que ha pasado estos últimos días, me escucha atentamente sin parecerle nada aburrido, lo cual me encanta.

-Entiendo—menciona posando una gran seriedad—todavía existen padres de esa calaña—suspira—que cruel es el destino, daría mi vida por haberte conocido en otras circunstancias.

-Igual yo—siento sus brazos rodearme en un abrazo, el olor de su perfume me fascina y me siento segura, protegida y en mi hogar.

-Disculpa si soy atrevido, me encanta tu aroma y moría por abrazarte, culpemos al frio—me dejo llevar por la sensación de calidez sonriendo embobada.

Continuamos hablando pero esta vez de él, conociéndonos un poco más, sus manos acarician mis brazos con ternura, quiero más de sus roces, los quiero por todo mi cuerpo, su aliento sobre mi piel me está enloqueciendo, sin aguantar más, me doy vuelta y con nuestros ojos conectados me atrevo a besarlo, sus labios se mueven al compás de los míos y encajan perfectamente.

Jadeo al sentir como me levanta entre sus brazos, me aprisiona contra la pared y su cuerpo, gemimos al unísono cuando enrollo mis piernas en su cintura y rozamos nuestros cuerpos.

-Dime que no es un sueño—cierro mis ojos al sentir la caricia de su aliento en mi cuello.

-No lo es preciosa, estoy aquí, disfrutando de tu cercanía, tu piel y tus besos—me vuelve a besar tan deliciosamente y le correspondo.

¡Por el amor de Dios! ¡Estoy besando a un hombre del cual no conozco su nombre! Aun así siento que le pertenezco.

-¡Quiero ser tuya!—me aferro a su cuerpo desesperada y busco más cercanía en nuestro cuerpo, no hay nervios, solo férreo deseo de sentirme completa en sus brazos, con él me siento desinhibida y sexy al escucharlo gemir.

-Prometo no lastimarte—menciona con su voz entrecortada y agitada—quiero que saboreemos nuestros nombres al sentir la cúspide del placer—menciona en mi oído con voz ronca y eso me hace humedecer de una forma inexplicable, cosa que nunca antes había sentido.




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