Entre amor, ilusion y mentiras

Nicolás Tatsis

Nunca pensé que ir a otro país a extender mis negocios me llegaría a cambiar la vida, mi vida era simple, la misma rutina, trabajo, viajes y cenas de negocios, eventos y una que otras veces me daba mi gusto con alguna dama que solo quisiera pasar la noche.

Desde que llegué a este país, no me imaginé quedar prendado de esa hermosa mujer, la veía en cada evento, me desconcertaba lo sola que se veía, mandé a investigarla y trataba de acercarme a ella, me intrigaba que siempre era tan indiferente a su alrededor, cuando supe que estaba casada, algo dentro de mí se llenó de furia y una incontrolable posesividad, en nuestra familia cuando sientes esa sensación de pertenencia con solo mirar a una persona es porque es la única que hará que tu vida valga la pena y este completa, como si fuéramos unidos por el destino desde el día en que nacimos.

Cuando por fin la tuve en mis brazos, no podía con tanta dicha, pensé que me daría un infarto de tanto que el corazón me latía, no podía soltarla, porque al saber que me correspondía significaba todo para mí, me sentía rabioso al recordar que vivía con un hombre en su casa y que además estaba embarazada de ese imbécil, he intentado de mil formas convencerla de lo que es mejor para ella, me ha dicho que me ama, lo veo también en sus ojos, en su entrega, pensé que me tomaría tiempo conquistarla ya que se veía tan seria y dura, gracias a Dios no fue así, solo conectar nuestras miradas y  conversar para entregarnos sin miedo.

-Señor Tatsis, lo busca la señora Tixier—odio cuando mi secretaria la anuncia de esa manera, me enloquece saber que está casada con otro hombre que no sea yo.

-Déjala pasar—ordeno brusco.

La puerta de mi oficina se abre y mi corazón se acelera de felicidad al verla, todo mal humor desaparece por esa mujer, tan hermosa, elegante y con porte serio pero sensual, su vientre sigue sin notarse a pesar de que ya tiene tres meses de embarazo, solo se siente al tacto.

-Hola mi amor—me encanta que me diga de esa forma, mi pecho se infla de satisfacción, solo hemos pasado algunas semanas juntos y todo mi ser la necesita, la desea y se vuelve loco de amor.

-Mi reina, ven aquí—se acerca hasta mí con una enorme sonrisa y la siento en mi regazo, la abrazo a mi cuerpo, comienzo a besar su cuello y con una de mis manos acaricio sus piernas ascendiendo a mi lugar favorito.

-Mmm, cielo, nos pueden ver o escuchar—gime y me enloquece de deseo.

-Que se jodan, eres mía, solo mía.

Tomo su boca y la beso desenfrenadamente, me corresponde con las mismas ansias, la levanto y la siento en mi escritorio, subo su vestido desesperado hasta quitárselo, me deleito relamiendo mis labios al ver tal belleza, la acaricio toda y siento su pequeño vientre que me trae recuerdos de que allí yace una vida que deseo forme parte de mí, ella gime perdida por mis caricias.

-Oh Nicolás, te amo—mi respiración se corta y me siento eufórico al escucharla decir esas palabras.

-Reina mía, te adoro, te amo—sin más preámbulos le hago el amor a mi mujer en mi oficina cumpliendo una de mis fantasías con ella y decidido a cumplir muchas más.

Es tan satisfactorio entregar todo en una caricia, abrazo y beso, todos tus sentimientos a una persona especial, Viviana es la mujer con la que soñé pasar el resto de mi vida y aunque ese bebé que lleva en su vientre no es mío, deseo de alguna forma que lo sea, así que determinado a mover mis contactos, dispondré de mi poder para manejar las cosas a mi gusto.

-¿Qué te parece si cenamos juntos en tu casa?—sonríe tierna para luego morder su labio haciendo que algo en mi cobre vida, solo con tenerla cerca la deseo.

-Me encanta la idea, te prepararé algo delicioso—me besa por última vez de forma apasionada—nos vemos luego mi amor—acaricio sus mejillas y dejo un beso en su frente.

Luego que se marcha tomo mi celular y llamo a mi abogado a ver si tiene listo lo que le pedí.

-¿Tienes listos los papeles?—le pregunto sin saludar, el conoce muy bien mi trato.

-Sí, puede venir a recogerlo cuando quiera—me responde profesionalmente.

-Gracias, avisare cuando este en camino—cuelgo después de despedirnos.

La tarde paso rápido, fui por los papeles y me dirigí a casa de mi reina, desde hoy todo cambiará y será completamente mía, de eso me haré cargo, siempre obtengo lo que quiero pero nunca de mala manera, para eso trabajo arduamente y con cautela.

Toco el timbre y espero que abran, me deslumbra la belleza que me recibe con una sonrisa coqueta.

-¡Que hermosa estas!—beso su mejilla y ella se sonroja, le entrego un ramo de rosas, la miro de pie a cabeza ¡encanto de mujer! Después que cierra la puerta la tomo de la cintura  y sin esperar más, beso sus deliciosos labios.

-Me encantan tus besos—menciona llevando sus manos a mi cuello y profundizando el beso, gruño cuando un carraspeo hace separarnos.

-Espero no haber interrumpido—lo fulmino con la mirada al idiota que se hace llamar esposo de mi mujer.




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