Entre Amor y Razón, Ambas Son Posibles

5

La cara de Mike era un poema. Era la primera vez que lo veía tan desorientado, y si seguía así, ahora sí podía arruinar este trato.

—Aún no tenemos fecha para la boda —dije con tranquilidad—. Como usted bien dice, yo también pienso en mi futura familia, ya que es mi prioridad. Queremos tomarnos nuestro tiempo, primero para nosotros —sonreí a Mike— y después para nuestros hijos.

El señor Sato sonrió satisfecho.

—¡Vaya! Elegí bien al confiar en ustedes. Se nota que quieren planificar bien su familia y darles atención a sus hijos. Me parece perfecto. Siempre he dicho que debemos darnos tiempo para todo, especialmente para la familia.

Al llegar a nuestra habitación, pasó casi una hora de silencio hasta que, finalmente, Mike reaccionó.

—¿Qué hiciste? —preguntó apenas cerró la puerta.

—Lo siento, Mike, pero no iba a permitir que se retractara de cerrar el trato.

—Natalia, ¿te das cuenta de lo que acabas de hacer? Si no cumplimos con lo que dijiste, jamás podremos volver a hacer negocios, no solo en esta ciudad, sino en todo Japón —dijo, histérico y asustado.

—No creo...

—No me creas a mí, créele a las empresas que no han logrado entrar en Japón por esa razón.

—¿Eso es posible? —lo miré aterrada, y él asintió.

—¡Oh, por Dios! ¡Qué he hecho! —llevé las manos a mi cabeza y comencé a caminar de un lado a otro—. No podemos... no podemos simplemente... tampoco podemos...

—No hay manera de solucionarlo sin que tomen represalias —murmuró Mike, aflojándose la corbata

—. Pensaremos en algo...

El sonido de su celular interrumpió nuestros pensamientos. Mike lo miró y se alejó un poco para contestar.

—Abuelo... sí, sobre eso... —me lanzó una mirada preocupada—. No es verdad, no estamos saliendo... —suspiró—. Lo sé, abuelo... Podemos fingir por un tiempo... hasta un año, quizá... No sabía la gravedad... Sí, entiendo. Ok, adios, abuelo.

Cuando colgó, se pasó una mano por el cabello con frustración.

—El señor Sato llamó a mi abuelo para felicitarlo por el maravilloso nieto que tiene... y por la futura nieta que tendrá.

—¡Oh, por Dios!

—Podemos fingir por un tiempo, si estás de acuerdo — le sugerí a Mike.

Me tomó por los hombros y me miró fijamente.

—Natalia, escúchame. No podemos hacer eso porque, en un máximo de un año, tendríamos que casarnos. La única alternativa que se me ocurre es fingir y luego "romper nuestro compromiso" en seis meses, pero eso significaría perder el trato con el señor Sato.

Maldita sea, lo había arruinado. No dejaba de repetírmelo en la cabeza. Pero, ¿cómo demonios iba a saber que esto perjudicaria a un contrato de millones?

El sonido de mi celular interrumpió mis pensamientos. Mike me miró y señaló el teléfono.

—Natalia, tu celular.

Saqué el teléfono del bolsillo sin muchas ganas y casi me desmayé al ver el nombre en la pantalla.

—¡Oh, por Dios!

—¿Estás bien?

—No lo estoy —dije, comenzando a hiperventilar.

—¿Qué ocu—

—Señor Scott, buenas noches —saludé con la voz más tranquila que pude.

—Natalia, buenas noches. Necesito que me saques de una duda, y espero que tu respuesta sea de mi agrado.

Tragué grueso.

—Sí, señor Scott.

—Primero, aléjate de mi nieto. En cinco minutos te volveré a llamar.

—Ok, señor Scott —contesté antes de que colgara.

Mike me miraba preocupado.

—¿Qué pasó?

—Voy a tomar aire —respondí, tomando mi saco y saliendo antes de que pudiera detenerme.

Apenas salí del ascensor, mi celular sonó de nuevo.

—Señor Scott —contesté.

—Natalia, ¿te alejaste de mi nieto?

—Sí, señor —afirmé, caminando sin rumbo.

—Quiero que te cases con Mike.

Me detuve en seco.

—¿Perdón?

—No es ningún juego ni broma. Jamás jugaría con algo así, y menos si se trata de mi nieto.

—Señor Scott, yo no puedo hacer eso.

—¿Por qué no? Mi nieto es apuesto, tendrán hijos hermosos, es inteligente y millonario. ¿Qué podría faltarle según tú?

—Señor Scott, el no es mi tipo —dije, molesta.

—¿Tu tipo son actores y menores? —preguntó, irritado.

Me congelé y me moleste por ese comentario.

—¿Cómo sabe...?

—Yo lo sé todo. Ahora debes hacerte responsable por todo lo que está pasando allá.

Me quedé desconcertada y molesta. ¿Cómo era posible que me estuvieran obligando a casarme con Mike?

—No me puede obligar a...

—No lo haría si no hubieras jugado con los sentimientos de mi nieto.

—¡¿Qué?! Creo que hay un malentendido, Sr. Scott.

—No lo hay. Sabías que Mike está enamorado de ti. ¿Cómo crees que se sintió cuando dijiste que estaban comprometidos?

—Yo nunca dije que estábamos comprometidos —me defendí.

—Tú no, pero el Sr. Sato sí lo interpretó así. Además, Srta. Vélez, usted habló de futuros hijos, de formar una familia. Si eso no significa un compromiso, entonces, ¿cómo lo llamaría?

Me quedé callada. Tenía razón. ¡Qué estupidez había hecho! Y de por medio había millones de dólares.

—Yo no amo a Mike. ¿Quiere que su nieto se case con alguien que no lo ama?

—Eso fue un golpe bajo. Ya debes conocer las trágicas historias de los Scott...

—No sé de qué me habla —suspiré, rindiéndome.

—Te doy un año, Natalia, para que te enamores de mi nieto. Y en ese tiempo harás tu mejor esfuerzo para lograrlo.

—¿Me está obligando?

—Sí, lo estoy haciendo. Pero solo para que se casen por amor. O, de lo contrario, tendrás que fingir toda tu vida. Y me encargaré de ello, aun después de mi muerte. Cumplirás. Renunciar no es una opción, al menos que tengas para pagar una alta compensación a la empresa.

—Sr. Scott, se está precipitando. Podemos encontrar una solución favorable para ambas partes...

—¿Estás intentando negociar conmigo? —preguntó con enojo.

—No, señor —respondí, aunque en realidad sí lo estaba haciendo.

—Tienes un año. Cuando llegues acá, hablaremos y te dejaré todo claro. Se quedarán siete días más en Japón para conocerse mejor. Eso es todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.