Después de enterarnos del accidente de Nick, todos esperábamos a ver si Christopher perdería el control y culparía a Mike por lo sucedido. Pasó un mes y, sorprendentemente, no hubo señales de que quisiera arremeter contra él.
Aquello me resultó extraño, aunque nunca bajamos la guardia. Siempre nos manteníamos alerta.
Dos meses después, mientras Nick seguía en el hospital, recibimos la noticia que nadie quería escuchar: estaba en coma. Fue su madre quien, en medio de lágrimas, informó a los medios de comunicación sobre su estado actual.
Para muchos, la noticia fue devastadora. Para mí... solo fue motivo de lástima que sentí por Nick.
Días después me casé con Mike pues no había nada que nos lo impidiera el me amaba y yo a él así que porque seguir esperando, nuestra boda fue pequeña de unos 80 invitados y solo eran familiares y amigos cercanos
Mis hermanas y mi padre estaban muy felices porque a diferencia de mi boda con Nick ahora era feliz
Durante mi matrimonio, o más bien el infierno que viví a su lado, me alejé de mi familia para protegerlos. Mi hermana, en repetidas ocasiones, intentó buscarme, pero jamás encontró a nadie.
En su desesperada búsqueda, dio con la empresa de Mike. Ese día, armó un escándalo para obtener mi paradero. Mike tuvo que llevarla a su oficina para tranquilizarla y, sin más alternativa, para evitar que ella o mi familia corrieran peligro, le contó la verdad sobre lo que realmente había sucedido.
Mi hermana quedó en shock por unos instantes antes de reaccionar. Luego, con furia contenida, mandó al demonio a Mike y lo recriminó por no haberme protegido. Mike se sintió peor de lo que jamás se había sentido, pero le hizo entender que no debía hacer algo imprudente. Le insistió en que lo mejor sería que se mudaran para salir del radar de Christopher. Además, tomó la iniciativa de colocar seguridad para todos. Cuando me enteré de esto, me sentí profundamente agradecida por haber velado por ellos.
Mi hermana también trabajó junto a Mike buscando formas para que pudiera divorciarme de Nick. Durante casi diez meses, lo presionó y aportó ideas sobre cómo sacarme de esa situación. Sin embargo, todas sus propuestas eran imprudentes y no solo me ponían en riesgo a mí, sino también a toda mi familia.
Para mi padre, todo esto se convirtió en un constante martirio. Cuando se enteró de la verdad, se culpó por no haberme sacado de allí a tiempo. Se reprochaba haber ignorado las señales, haber esperado una confirmación que nunca llegó.
Durante esos meses, el peso de la culpa lo consumió. Se preguntaba cómo pudo fallarme cuando siempre había pensado que los padres deben proteger a sus hijos. Recordaba con dolor cuando le decía que era mi héroe, y ahora ese héroe no me había salvado. No había estado seguro de lo que pasaba, cuando en realidad yo suplicaba en silencio por ayuda.
Casi todos los días iba a la empresa de Mike buscando algún avance. Era lo único que podía hacer. Se sentía impotente, un incompetente por no tener el poder de sacarme de ahí, por no haber podido protegerme a tiempo.
Mi suegro, en varias ocasiones, consoló a mi padre cuando este se rompió en llanto frente a él. Con el tiempo, se convirtió en un apoyo constante, pues, irónicamente, ambos se entendían identificados. Los dos habían sido padres ausentes, terribles en su papel, tanto para Mike como para mí, y durante la mayor parte de nuestras vidas, estuvieron distantes.
Ambos se sentían culpables por los errores del pasado. Mi padre sufría aún más al darse cuenta de que yo jamás le guardé rencor por alejarme de él. En el fondo, mi suegro agradecía que Mike sí lo odiara, pues sentía que eso le ayudaba a sobrellevar la culpa. Creía que, si su hijo no lo hubiera despreciado, estaría igual de destrozado que mi padre.
Con el tiempo, se hicieron buenos amigos y solían reunirse a menudo para hablar. Se elogiaban mutuamente por los maravillosos hijos que tenían y recordaban a sus esposas. Cuando hablaban de ellas, lo hacían con una mezcla de emoción, amor y nostalgia por no tenerlas a su lado.
También descubrimos que compartían una broma, un tanto oscura. Mi suegro solía decirle a mi padre: "Has hecho un increíble trabajo con tu hija, es una mujer maravillosa, la has criado bien". Y mi padre, sin dudarlo, respondía que lo mismo había hecho él con Mike, criándolo como un buen hombre.
La primera vez que Mike y yo los escuchamos decir aquello, nos quedamos desconcertados. Pero lo que más nos sorprendió y entristeció fue cuando, entre risas, agregaron: "Ah, cierto... eso lo hicieron nuestras esposas".
¿Qué clase de broma más horrible tenían? Aquella broma no era más que un recordatorio permanente de los errores que habían cometido.
Por otro lado, mi segunda hermana mayor tampoco la pasó bien en esos días. A diferencia de mi padre y mi hermana mayor, ella tenía una mezcla de emociones constante. Algunos días estaba dispuesta a ver arder el mundo con tal de sacarme de las manos de Nick; otros, se sumía en una tristeza profunda y lloraba amargamente por no poder hacer nada. Y en otras ocasiones, se aferraba a la esperanza y trataba de mantener una actitud positiva, convencida de que todo saldría bien.
Durante esos meses, lo único que mi familia deseaba era que estuviera bien y que regresara a casa.
Con el tiempo, nuestras familias se acercaron aún más. La familia de Mike se convirtió en un apoyo fundamental para la mía, brindándonos esperanza en medio de la tormenta. Su abuelo, en particular, comenzó a tratar a mis hermanas como si fueran sus propias nietas y a mis sobrinos como bisnietos. A pesar del sufrimiento, aquella desgracia había logrado unir a dos familias.
El día en que esta pesadilla llegó a su fin fue cuando Christopher se acercó al padre de Mike con una propuesta. Le ofreció un acuerdo en el que debía ayudarlo a no perder más poder y, a cambio, Nick finalmente se divorciaría de mí.
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Editado: 22.05.2025