CAPÍTULO VII
Cuidado con lo que deseas, se puede hacer realidad.
Rajiv fue tomado prisionero por los soldados del ejército Sirio. En realidad, el cuñado de Mohamed no había ido a deshacerse del vehículo perteneciente a Rojham en el que llegó él. Más bien había ido en ese mismo automóvil a dar parte a las autoridades, de la presencia de un insurgente que pretendía que Mohamed sacara del país.
Entendió que había sido un tonto, le había pagado por anticipado con parte de su botín, y encima le había confiado el resto. Ahora, en lugar de honrar su palabra y prestarle el servicio pactado, lo habían vendido al enemigo para quedarse con todo.
La única carta que le quedaba para jugar, era la misma que sus delatores habían usado en su contra: traicionarles a ellos. Pidió hablar con el hombre a cargo. Uno de los soldados llamó al que creyó era un sargento. Le dijo que quería conversar con él a solas, que tenía algo para negociar, pero todos se echaron a reír y le dieron un puñetazo por el estómago.
Rajiv cayó al suelo con sus manos atadas a la espalda, y se encorvó de dolor. Comenzó a toser al tiempo que luchaba por recuperar el aliento. Dos hombres lo tomaron de sus bíceps y lo pusieron de pie, aunque era incapaz de sostenerse aún, entonces lo llevaron a rastras. Lo subieron a la parte trasera de un todo terreno y los mismos hombres que lo pusieron allí, se subieron para custodiarlo. Unos minutos más tardes se pusieron en marcha.
Cuando Rajiv recobró el aliento, le dijo a los soldados a su lado que era un error llevarlo a prisión, ya que él podía hacerlos inmensamente ricos. Que había tratado de explicárselo a su sargento, pero éste no quiso escuchar. Más los hombres echaron a reír y luego le amenazaron con volverle a golpear si continuaba hablando.
-No miento, deben creerme. Puedo decirles dónde encontrar un pequeño tesoro, son reliquias de oro que mis amigos y yo hemos recolectado por años. Es suficiente para ustedes cuatro, el sargento, el conductor y ustedes dos. Yo pensaba irme del país con eso para empezar una nueva vida. Lo único que pido es que me dejen libre a cambio, quiero encontrarme con alguien en Egipto y comenzar una nueva vida.
Esta vez el discurso de Rajiv llamó la atención de los soldados, quienes se comunicaron entre ellos en un dialecto desconocido por él. Entonces el más cercano a la cabina del vehículo le dio unos golpes al cristal, para llamar la atención de su sargento.
Este ordenó detener el vehículo y los ocupantes se bajaron, se alejaron unos cuantos pasos y comenzaron a hablar entre ellos en tono de secreto. Entre tanto Ravij los observaba queriendo saber de qué estarían hablando, pero depositaba todas sus esperanzas en que hubiera podido interesar a sus captores y que finalmente decidieran negociar con él.
-Si le llevamos a la compañía podrán interrogarle por sus secuaces, tal como quiere mi capitán, pero así como nos ha dicho esto a nosotros, se lo dirá al él. ¿No cree usted mi sargento?
-Eso no nos conviene a ninguno aquí - respondió el suboficial al soldado que había hecho el análisis.
Y así prosiguieron hablando unos minutos más. Rajiv sabía que si estaban deliberando, era una señal buena para él. Al menos había captado el interés de ellos. El problema es que desconocía dónde Mohamed tendría escondido el oro de su pertenencia. Pero la esperanza era que en algún lugar de la propiedad estaría y los soldados podían extraer la información a Mohamed, o a su mujer, a punta de golpes.
Alá no le habría puesto en el camino de aquel lugar sagrado donde saciaron su sed y salvaron su vida, si no tuviera todavía planes para él. Era su voluntad; entregaría a Mohamed y a su familia. Los soldados se harían del oro y él seguiría con vida y con esperanzas de escapar a Egipto. Ya vería más adelante cómo conseguir dinero para comenzar una vida con Malí, bien lejos de aquel mundo malvado y violento. Su recuerdo le daba fuerzas y su experiencia divina le inyectaba valor. Tenía que sobrevivir, y además hacerlo en libertad. Si era llevado al campo de prisioneros, o metido en prisión, no volvería a salir con vida, así que tenía que jugar todas sus cartas con audacia y fe de que el profeta estaría de su parte.
Si esto hubiera ocurrido dos semanas atrás, sabría la ubicación del resto del botín, la parte correspondiente a sus compañeros. Estaría más que dispuesto a echar mano de esa parte ajena con tal de lograr su cometido; pero ya ellos se habrían percatado de que él tomó su parte y habrían mudado la de ellos hasta otro lugar con toda seguridad.
Qué estúpido había sido. Confió en Mohamed porque su tío Rojham se lo presentó como alguien de fiar. Fue amigo de sus padres incluso cuando él ni siquiera había nacido. Le dijo que era un hombre bueno y de principios, seguidor de las enseñanzas del profeta. Sabía que no tenía una garantía cierta, más allá de la confianza y estima que su tío le profesaba.
Antes de dar el paso, pensó en esconder su tesoro en un lugar secreto, cercano a la casa de Mohamed. Sin embargo, debido a las credenciales de Mohamed en boca de Rojham; y sobre todo a la experiencia de unos milicianos a los que conoció, prefirió no correr aquel riesgo.
Esos milicianos dieron un golpe a una caravana de vehículos militares pertenecientes al ejército del régimen. Resulta que decían que en uno de los camiones blindados iba una carga de dinero enorme. Alguien habló de varios millones de euros y de rublos rusos, que formaban parte de la fortuna del dictador.
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Editado: 24.06.2023