Entre Ángeles Y Demonios - Las Sociedades Ocultas

Luces y Sombras

    Era domingo y el primer día de noviembre, el calor empezaba a sentirse fuerte en la media mañana lo cual era inusual. Siendo las diez de la mañana todas las personas comenzaron a levantarse para hacer sus cosas y otros se alistaron para ir a las once de la mañana a la típica misa de domingo, y entre ellos estaba Álmiro. Los profesores que no lo conocían fuera del ámbito escolar creían que su introversión era debido a que su adopción aunque a él eso no le afectó en lo más mínimo cuando se enteró puesto que lo sospechaba al ver que él con tan solo trece años tenía unos padres de sesenta y tres, que podrían ser sus abuelos, y un hermano mayor de cuarenta y un años pero que veía poco porque vive en Buenos Aires trabajando de periodista deportivo para un canal internacional.

− ¿Qué haces tan temprano levantado? − Le pregunto Noemí a su hijo cuando lo vio bajar la escalera secundaria.

−Es domingo y tengo que ir a misa, ma.

− ¿Por qué nunca querés ir a la noche con nosotros? Siempre vas a la mañana a la misa de los niños. Siendo domingo, y a ésta hora, tendrías que estar durmiendo.

− ¿O con una resaca producto de la borrachera que me tendría que haber agarrado un sábado por la noche? − Le replico Álmiro.

−Sí, ¿por qué no? Sos el único de tus amigos que no sale a ninguna fiesta o a alguna discoteca o algún bailable.

−Jajaja, − se le rió el chico − se dice boliche ahora mamá. Además sabes que no me gusta andar de noche por ahí afuera.

− ¿Y cómo vas a hacer para el campamento? − Insistió Noemí. − Mañana van al campamento de fin de curso y vas a tener que estar una semana en una carpa con la noche sobre tu cabeza.

−Ya lo sé, pero igual no es que le tenga miedo a la noche; simplemente no me gusta.

La mujer se le quedo viendo un rato a los ojos.

−Fíjate en el espejo, ahora tenés los ojos medios verdosos.

El chico se acercó a un espejo de mano que había sobre una repisa al lado del portarretrato digital, que seguía mostrando fotos de la familia, y confirmó que sus grisáceos ojos estaban cambiando levemente su tono a un débil verde.

−Vaya, − dijo en forma graciosa − sí que soy raro.

−Sí, ¿verdad? Siéntate que te preparo un café con canela, como te gusta a vos, hijo.

−Bueno pero no le mezquines, como suele hacer papá.

Noemí sonrió ante ese comentario y mientras preparaba una gran taza de café con canela sentía como Álmiro iba colocando mermelada a la tostada que había en la mesa.

− ¿Ya decidiste que vas a hacer? − Le preguntó mientras le dejaba la taza delante de él sobre la mesa.

−Sí, voy a ir a la iglesia. − Contestó Álmiro en forma un poco evasiva.

Noemí lo miró con cara de: "Sabes de lo que hablo" pero solo negó con la cabeza y se volvió a preparar más agua caliente porque se sentía que Roberto estaba a punto de bajar a desayunar. Álmiro había entendido bien la pregunta de su madre y mucho más aún la mirada que ésta le lanzó, pero había algo en él que le impedía pensar en eso: en lo que iba a hacer cuando hubiese terminado sus estudios secundarios. Quería estudiar, pero no sabía qué, quería trabajar pero no quería decirle a su padre que no lo quería hacer con él de cerrajero a pesar de que éste en varias oportunidades le había insinuado la buena pareja que harían juntos; quería tomarse un tiempo libre para descansar de años de estudio pero no quería pasar el tiempo sin hacer nada. La confusión que tenía acerca de su futuro era enorme. Pero, Álmiro, lo que más se negaba a pensar era la respuesta a dos simples preguntas: "¿Me quiero ir de Alborada como mi hermano dejando tristes a mis padres?" "¿Qué es lo que quiero para mí?"

Álmiro terminó su café con canela justo cuando su padre bajaba la escalera de la cocina.

−Buen día, viejita − Le dijo Roberto a su mujer dándole un beso en la mejilla mientras ella preparaba el mate, el desayuno preferido de su marido.

−Viejos son los trapos, querido. − Le respondió Noemí al tiempo que sacaba la pava del fuego.

−Sí, pero vos sos como los vinos, cuantos más años tengas sos más sabrosa. − Replicó Roberto al tiempo que le daba una pequeña nalgada cariñosa y le sonreía. − Buen día, campeón. − Saludó a su hijo.



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En el texto hay: angeles, demonios, cazadores

Editado: 04.11.2018

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