Entre Ángeles Y Demonios - Las Sociedades Ocultas

El Regreso A Casa

        Cuando el ascensor se detuvo, miraron a su alrededor y vieron que estaban en el mismo salón por el que habían ingresado la primera vez. Las experiencias que vivieron en La Caverna de Acero fueron tan intensas que no parecía que apenas había pasado un mes y una semana de la clase de introducción al Mundo Espiritual que tuvieron en ese lugar. Dando un último suspiro comenzaron a caminar hacia la puerta de salida; el chirrido que hizo ésta al abrirse les recordó cuando Emaniuel había ingresado tímidamente por esa misma puerta, pero lo que más los hizo recordar a su amigo fue encontrarse a su madre esperándolos del otro lado:

        −Ustedes sacaron a mi hijo de ese aislamiento que él mismo se puso. − Les dijo ella con lágrimas en los ojos. Los abrazó tratando de sujetar a todos con sus manos.

        −Su hijo es muy buena persona, señora. − Se apresuró a decir Darío que había quedado afuera del abrazo grupal.

        −Es verdad, − lo secundó Álmiro, − y no se preocupe. Creo que al fin encontré la solución para romper con la maldición, cuando esté seguro lo voy a llamar a Ema para contarle.

        −No bromees con eso, y mucho menos conmigo. − Le dijo la mujer desconfiada y resignada en un tono de súplica.

        −No lo hago, − respondió Álmiro son una gran sonrisa, − le aseguro que su hijo no va a morir a los veinticinco años. Le doy mi palabra.

        La mujer solo le sonrió al ver el noble gesto del muchacho pero antes que pudiera decirle algo, un custodio de la familia Real los empujó hacia dentro del pequeño ómnibus que los esperaba, era Balto, el más flacucho de los Mixtos y que llevaba sus uñas pintadas de un color amarillo flúor.

        − ¿Creía que ustedes ahora defendían a los Douglas? − Le dijo Sarah mientras entraba al ómnibus.

        −Así es, pero se ve que el señor Fausto tiene una leve predilección por uno de ustedes. − Contestó guiñándole un ojo a Álmiro. − Asique me ordenó acompañarlos hasta Córdoba para que tomen el transporte hacia su ciudad.

        El último en ingresar al ómnibus fue Balto y una vez todos sentados, el vehículo comenzó a andar por el camino de tierra de La Granja en dirección a la entrada que ahora servía de salida. En el trayecto Álmiro miraba por la ventana a las personas trabajando en los campos de cultivos y en los establos; cientos de Equilibradores que por falta de voluntad, o temor, no se animaban a entrenarse para cazar los ángeles y demonios que se quedaban en nuestro mundo.

        −Hay muchas personas acá. − Pensó en voz alta.

        −Si bastate, − le respondió Balto, − contando a las de La Granja y a los de La Caverna, creo llegamos al millón y medio de personas.

        − ¿Tantas así? − Exclamó Sarah sorprendida.

        −Sí, ustedes solo pasaron un mes en La Caverna de Acero, no se dan una idea de lo enorme que es eso.

        −Pero yo solo había dicho eso porque estaba pensando que entre tantas cosas no he visto ni un cementerio. − Aclaró Álmiro.

        −Claro que no, − confirmó Balto, − nosotros cremamos a nuestros muertos con El Fuego Del Olimpo.

        − ¿El Fuego Del Olimpo? ¿Pero cómo...?

        Pero Leandro no pudo terminar su pregunta porque los ojos de todos se desviaron e iluminaron al ver el arco de madera que marcaba el límite de La Granja, al pasar por debajo de él fue como si una angustia callera sobre ellos, sabiendo que habían dejado atrás a sus nuevos amigos volvieron el rostro para leer por última vez el cartel que colgaba sobre el arco de madera "La Granja de la Iluminación, Hogar de los Hermanos de la Luz," lágrimas cayeron de los ojos de algunos pero otros simplemente callaron, llorando silenciosamente a través de sus tristes miradas.

        Estaban por la mitad del camino y nadie hablaba, solo un peculiar tarareo rompió el silencio. En el aburrimiento Álmiro se puso a pensar a qué canción pertenecía el constante tarareo que hacía Balto.

        −Disculpa, − le preguntó una vez que no pudo identificar el sonido, − ¿qué canción es esa que tarareas? Trato y trato pero no logro sacar cuál es.

        −Bueno, es normal que no hayas oído ni siquiera esa pegadiza melodía porque le pertenece a nuestra cultura, ya sabes, a las Sociedades Ocultas. No me la acuerdo entera y por eso tarareo la parte que me sé, que son las primeras cuatro o cinco estrofas, jajaja. − Contestó Balto gesticulando mucho en cada palabra y revoleando sus ojos como tratando de recordar la letra. − Se llama "Las Fases Del Alma."



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En el texto hay: angeles, demonios, cazadores

Editado: 04.11.2018

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