Entre Balas Y Besos

APÍTULO VIII

La guerra había comenzado con una serie de enfrentamientos nocturnos. El territorio de Gio se había convertido en un campo de batalla donde las lealtades se ponían a prueba y los enemigos acechaban en cada esquina. Los días se sucedían en una vorágine de violencia y estrategias, mientras Gio luchaba por mantener el control de su territorio y proteger a su familia.

La primera señal de una guerra inminente llegó cuando uno de los almacenes de Gio fue atacado por un grupo de hombres armados. Los guardias de seguridad, aunque bien entrenados, fueron tomados por sorpresa y sufrieron varias bajas. Sin embargo, lograron repeler el ataque y capturar a uno de los agresores.

Gio y sus hombres interrogaron al prisionero, descubriendo que el ataque había sido orquestado por Johnson, un rival que había estado esperando la oportunidad para debilitar a Gio. La información no fue una sorpresa completa para Gio, pero confirmó sus sospechas de que había un complot en marcha.

Gio convocó a una reunión urgente en su almacén, donde se reunieron sus hombres más cercanos, incluyendo a Carlo y Matteo. La tensión en la sala era palpable mientras Gio explicaba la situación.

—Johnson está detrás de esto —dijo Gio, mostrando el rostro del prisionero en la pantalla—. Y no está solo. Vincenzo también está involucrado.

Los murmullos de desaprobación llenaron la sala. Vincenzo había sido un aliado incómodo, pero la traición era un golpe duro.

—Necesitamos prepararnos para una guerra —continuó Gio—. No podemos permitir que nos derroten en nuestro propio territorio.

Carlo asintió, su expresión grave.

—Estamos contigo, Gio. Haremos lo que sea necesario para proteger lo nuestro.

Los primeros días de la guerra fueron un caos. Johnson y sus hombres atacaron varios puntos estratégicos, intentando desestabilizar a Gio y sus operaciones. Sin embargo, Gio había anticipado estos movimientos y había reforzado sus defensas.

Los enfrentamientos fueron brutales. Las balas volaban, los edificios se derrumbaban y las calles se llenaban de escombros y cuerpos. Gio se movía incansablemente de un lugar a otro, coordinando las defensas y asegurándose de que sus hombres estuvieran motivados y bien equipados.

En una de las batallas más feroces, Gio y sus hombres lograron repeler un ataque masivo en uno de sus almacenes principales. Aunque sufrieron pérdidas significativas, el éxito en esta batalla les dio un impulso moral importante y les permitió consolidar su posición.

Mientras la guerra continuaba, Johnson y Vincenzo decidieron golpear donde más dolía: el padre de Gio. Planearon un atentado meticuloso, sabiendo que un golpe exitoso podría desestabilizar completamente a Gio.

Una noche, un grupo de hombres armados intentó infiltrarse en la mansión del padre de Gio. Sin embargo, los guardias estaban alerta y, gracias a la información privilegiada obtenida por los espías de Gio, pudieron anticipar el ataque.

La batalla en la mansión fue intensa. Los guardias, leales y bien entrenados, lucharon con ferocidad para proteger al patriarca de la familia. Las balas atravesaban las ventanas, y el sonido de las explosiones resonaba en la noche.

A pesar de la sorpresa inicial, los hombres de Gio lograron repeler el ataque. Varios de los atacantes fueron abatidos, y el resto huyó, dejando atrás un rastro de destrucción.

Esa misma noche, el padre de Gio llamó a su hijo.

—Gio, tienes que tener cuidado —dijo con voz grave—. Esto no es solo una guerra territorial. Quieren destruirnos. Cuida tu espalda, hijo.

Gio asintió, sintiendo una mezcla de rabia y determinación.

—Lo haré, papá. No permitiré que nos derroten.

En medio del caos de la guerra, Gio encontró momentos de refugio con Isabella. Ella era su ancla, la persona que le recordaba que había algo más allá de la violencia y el poder.

Una noche, después de un día particularmente sangriento, Gio regresó al departamento donde Isabella estaba resguardada. La encontró en la habitación, esperando con una mezcla de preocupación y alivio.

—Gio, estás a salvo —dijo, abrazándolo con fuerza.

Gio la besó, dejando que su ternura y amor lo envolvieran. La llevó suavemente a la cama, sus movimientos llenos de cuidado y devoción. Hicieron el amor con una pasión que solo se intensificaba con la tensión de la guerra que los rodeaba.

Después, mientras Isabella dormía, Gio la observó, su corazón lleno de amor y preocupación. Sabía que tenía que protegerla, incluso si eso significaba mantenerla encerrada y lejos del peligro.

Una noche, después de semanas de conflicto, Gio recibió una llamada urgente de Carlo mientras estaba con Isabella.

—Gio, tenemos problemas. Hay algo que necesitas ver.

Gio se levantó de la cama, vistiéndose rápidamente. Isabella, medio dormida, lo miró con tristeza.

—¿Tienes que irte otra vez? —preguntó, su voz llena de desesperación.

Gio la besó suavemente.

—Lo siento, amor. Esto es importante. Prometo que volveré pronto.

Ella asintió, aunque su expresión mostraba claramente su frustración. Sabía que la guerra estaba consumiendo a Gio, pero no podía evitar sentirse atrapada y desesperada.

Gio llegó al almacén, donde Carlo y Matteo lo esperaban. Había una atmósfera de urgencia en el aire.

—¿Qué pasa? —preguntó Gio, mirando a sus amigos.

Carlo lo llevó a una sala donde varios de sus hombres estaban reunidos alrededor de una mesa llena de documentos y fotos.

—Hemos encontrado algo importante —dijo Carlo—. Parece que Vincenzo y Johnson han estado colaborando más de lo que pensábamos.

Matteo asintió, mostrando una serie de documentos que detallaban los movimientos de Vincenzo y Johnson.

—Han estado coordinando ataques y compartiendo recursos. Vincenzo ha estado jugando en ambos lados, tratando de debilitarnos desde dentro.




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