Entre Baluartes & Mar

3

Estaba en la escuela, bueno más bien mi cuerpo lo estaba, porque mi mente estaba pensando en lo de la semana pasada, en lo de mi madre, lo de mi padre y que que pasó en la casa de Uriel.
Me preguntaba porque el padre de Uriel tenía el arma y cómo terminó el arma con el símbolo, porque mi mamá cada vez que se toca el tema de mi padre se pierde en su cabeza, pero en lo que más me perdí era el por qué soy tan diferente.
A que voy con eso, pues es algo bastante fácil, no soy como Uriel o Rafael, que se les nota su título, y les gusta esta vida, a su modo pero les gusta. Mientras que a mí, no me gusta esta vida encerrado en una ciudad si oportunidad de salir o por qué si digo algo se vuelve ley o la gente empieza a pensar en lo que dije. Dejándoles algo de interés aunque les diga algo tonto como que me molesta una mosca o yo que sé, a veces me gustaría ser como ellos, normal, pero no lo soy. Ni aunque lo intente, siempre con el mismo resultado, por eso yo no pertenezco aquí, en este mundo.

-Adrián, Adrián, contesta. Es de mala educación no contestar y es peor cuando le haces eso a alguien que es mayor que tú y está sobre de ti como es en mi caso- me regaño fray Juan, el profesor de religión, sacándome de mi mente.
-Me da igual lo que hay en tu cabeza o tu título. Así que me gustaría que pongas atención en clase, así que olvida eso, estás en la escuela, educándote para el futuro, para que te conviertas en el mejor tú. Para eso sirve la educación- continuo, al ver que ya le prestaba la atención que es debida.
-Lo siento, no va a volver a pasar- me disculpé viendo mi biblia cerrada.
-Bueno más te vale que eso sea verdad, ahora abre tu biblia y continúa con la lectura- me dijo al ver que ni siquiera ocultaba mi desinterés.
-Lee en voz alta Mateo 5 versículo 30- me pidió al saber lo perdido que estaba y le hice caso, pero solo mis ojos leían lo que mi voz decía, hasta que él me dijo que era suficiente y pasará otro a leer donde me quede.
"¿Porque no soy normal?" pensé hasta que ya no puede hacerlo.

-No lo puedo creer, que te regañaron ¿Dónde andabas?- me pregunto Uriel cuando estábamos ya en el receso.
-En lo mismo que estos días- admití.
-Todavía, creí que ya lo habías superado- se sorprendió Rafael.
-Mi madre creo que hasta esta peor y yo no puedo aún dormir bien- admití, ya que seguía sin dormir casi nada.
-Oye estás en la escuela, has caso en lo que te dicen, olvida todo- continuo.
-Eso intento- me queje.
-Bueno ya sé cómo hacer que olvides- dijo buscando algo en su pantalón.
-¿Que tienes?- le pregunto Rafael con curiosidad.
-No le digan a nadie, es nuestro secreto- dijo mostrando lo que era, una brújula.
-¿Qué haces con algo como eso? Te vas a meter en problemas- dijo asustado Rafael.
-Mi papá me lo dio después de que se fueron, me dijo que lo tenía que mantener en secreto. Pero no pude evitar decirle a alguien y quiénes mejor para decirles que ustedes- nos contó moviendo.
-No sirve ¿verdad?- le pregunté al ver que la brújula no se movía bien, no marcaba a una dirección en concreto, si no que marcaba todas.
-¿Porque lo dices?- me pregunto viéndola.
-La aguja se mueve como loca, no marca un punto fijo- le dije señalando la brújula.
-Es por ese motivo que me la dio, dijo que al estar descalabrada. Que ya no sirve- admitió.
-Tiene arreglo- le dije. Pensando en la de mi padre, la cual luego le pasa eso y yo me encargo de hacer que funcione correctamente.
-¿Tú crees?- me pregunto esperanzado.
-Pásamela- le pedí y me la dio.
La situación no era nada del otro mundo, solo tenías que hacer que la brújula fuera al norte, cosa que sabía dónde estaba, además de saber que mover y como hacerlo.
-Listo- le dije mientras la checaba.
-¿Cómo lo hiciste?- me pregunto.
-Intuición, funciona como un reloj pero más básico- mentí.
-Entonces…- Guárdala y escondela, no vale la pena que te metas en problemas o a tu padre si te ven o descubren que la tienes. Ya no la vuelvas a traer y no toques el tema más, es peligroso- le interrumpí.
-Has de tener algo interesante que no quieres que nos enteremos pero que por mi culpa muestras- dijo Uriel mientras la guardaba.
-Uriel, olvida el tema, yo no escondo nada, ni siquiera sé nada útil. Solo medio me se eso porque en mi casa hay un reloj que no sirve y me daba curiosidad saber que escondía, así que no es algo muy interesante mi vida- mentí defendiéndome.
-Ambos sabemos que no sabes mentir, así que dime ¿Cuál es el secreto que ocultas tan bien?- pregunto haciendo que se me contrata la respiración.
-No tengo ni un secreto y menos de ese tipo- susurré.
-¿Que dijiste Adrián? que no te oí- me dijo enojado Uriel.
-Nada- dije para meter la pata.
-Dilo, si quieres que cambie de tema, solo dilo té reto- me dijo más enojado.
-¿Que te importa? pero si quieres saberlo te lo diré, alejate de mi vista- dije y me fui.
-Ay si tú nena, te diré algo, cuando me enteré de lo que te ocurre, le sacaré provecho. Te doy mi palabra Adrián Sáenz, oye mis palabras. No me importa de qué eres para este mundo, ni lo que eres capaz. Cuando me enteré de eso, vas a rogarme perdón, y no te lo daré. Al contrario de eso, tomaré tu debilidad como venganza, te lo prometo por lo más sagrado- dijo llamando la atención de todos. Más que nada por sus palabras que otra cosa y lo que podrían causar a la larga, justo cuando se acabó el receso.
Mientras que en mi aumento el deseo de desaparecer de esta ciudad.

Después de esa pelea no le hable a Uriel por más de una semana y me separé del mundo, por el simple motivo de que quería estar solo. Además de que también intuía el orgullo de ambos, el cual no ayudaba a solucionar el problema. 
Rafael trato de arreglar el problema los primeros días, pero sin querer empeoró la situación, ya que trataba de hacer que habláramos y resolviéramos el problema, pero la cosa se complicó a tal grado de que termináramos diciéndonos nuestras verdades. Así que dejó de insistir y empezó a decaer nuestra amistad o eso creían los demás, aunque no lo decían con palabras, lo decían por como actuaban y todo por una pelea. Pero pensándolo bien era muy inmadura e infantil, además de que lo estábamos afectando a Rafael también, ya que además de que por ello Uriel se alejó de él, porque yo era el que los mantenía juntos. También habían veces que lo veía llorar a escondidas y sintiéndose como cuando lo conocimos, abandonado y que hasta daba pena verlo, así que empecé a evitarlo también, cosa que me dolió bastante hacer, pero tenía que hacerlo para no sentirme peor.

-Chicos tranquilice- nos calmó la hermana Sor Julia al entrar al salón, haciendo que todos se sentaran o acomodemos y le prestaran atención.
-Bueno, como saben ya está más que cerca la fiesta del gobernador y a mí me dieron la tarea de decirles de que va la fiesta. Más que nada para que sepan comportarse y muestren lo que les enseñamos en esta escuela- nos dijo mientras se acomodaba en su escritorio.
-Bueno chicos, la fiesta será en la noche, a fin de mes, será el último sábado a las 9 en punto para ser más precisa. En el evento, se celebrara la llegada del nuevo virrey Baltasar de Zúñiga Guzmán Sotomayor y Mendoza a Campeche, por lo cual todos deben de comportarse Se celebrara en el salón del Palacio de Gobernación, así que se espera que todos vallan con sus familiares…- dijo y hablo sobre todo lo que representa el evento, todo con detalle y tratando de mostrarnos que era una noche perfecta. Pero no me llamó la atención porque era lo mismo, comida, baile, pláticas aburridas de lo mismo y estar encerrado con nobles hasta que mi madre decida que ya es hora de irnos.

Cuando era la salida me encontré con Rafael, esperándome en la puerta de salida.
-Oye ¿podemos hablar?- me pregunto.
-¿Qué pasa?
-Necesito que ya hagan las paces ustedes 2, si no lo hacen antes de la fiesta no sé cómo me iría. Me comerían vivo ahí, ustedes son el motivo de que medio me respeten- me pidió más que directo, dejándome congelado.
-Oye, di algo- me pidió preocupado.
-Lo siento, pero no creo que se solucione eso tan pronto, no fue algo leve. Aunque a mí ya se me pasó, a él lo dudo, sus palabras se notaban muy sinceras. Además él tiene razón, yo no soy para este mundo.
-Oye, el solo dijo eso porque siempre creyó que no habían secretos entre ustedes. Le dolió ver que serán equivocado- me dijo haciendo que pensara en eso.
-Rafael, aunque no lo creas no ha sido una buena semana para mí. Me han pasado una serie de eventos que me han hecho dudar de todo lo que conozco y me han hecho preguntarme que soy yo- me defendí, recordando lo de mi madre.
-Creo que será mejor que mínimo intenten hacer las paces hasta el evento, solo pido eso. Enserio no sabes cómo me ayudan juntos- me pidió rogando y a nada de llorar.
-Al parecer además de nuestra amistad, te preocupas por lo que te podría pasar en esa ridícula fiesta, en si estoy pensando que no iremos mi madre y yo. Ella está en no se que y a mí no me gustan estos evento- le dije aunque sabía que eso fue un arma nos dio a los 2, pero más a él.
-¿Como que no irás?. Te necesito a mi lado, junto a Uriel, si no me irá mal, no funcionaría eso sin ti- me dijo algo triste.
-No es tu culpa ni la de Uriel, es por… es complicado, ni sé cómo decirlo. Lo siento, me tengo que ir- hui a nada de llorar del lugar y me fui a refugiar a mi casa, en mi cuarto donde me desahogue de lo que sentía.

Me sentía sucio, por decirle eso a él, a alguien que yo ayude a salir de la idea de suicidarse. Ya que toque ese tema, recordé cuando me enteré de eso, cosa que hizo que me sintiera peor. Fue como al medio año después de que me volviera su amigo fui a su casa solo, ya que Uriel aún no se sentía aún listo para ir. Cosa que entendía más que bien y eso que yo sentía que ya había pasado bastante tiempo como para hacer eso. Pero ahora dudaba que eso fuera verdad, pensé en cómo sería ser el, un chico de gran corazón de sangre noble que por la conquista, su apellido terminó manchado por una tinta que era imposible de limpiar y que seguiría hasta el fin de los tiempos.



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En el texto hay: piratas, amor gay, romance

Editado: 03.12.2018

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