Entre besos y disparos

Capítulo 15: Algo extraño

Mis ojos exigían que los cerrara. La clase de gestión de calidad aburría a cualquiera y se volvía tres veces más tediosa si era lunes.

Estaba recostada en mi puesto, con mi barbilla apoyada en mi brazo y veía a medias a la profesora, ya que mis ojos se abrían por dos segundos y se cerraban por dos minutos. Yo no era el único caso, la mayoría de los estudiantes imitaban mi posición. El aula estaba llena de bostezos, unos cuantos ronquidos y un infaltable "Ya cállate vieja" susurrado.

Revisé mi teléfono, navegando por las notificaciones y suspiré decepcionada. No había un nuevo mensaje.

El jueves pasado Max se había ido tarde de mi departamento. La razón fue porque habíamos hablado por tanto tiempo que no notamos lo tarde que era. Aunque aquello se puso de mi lado. Rosa dormía temprano y Max pudo salir sin apuros.

De pronto la somnolencia desapareció, dando paso a la vigilia. Me reincorporé en mi lugar, apoyando la cabeza en mi mano en la típica pose soñadora. Me deleité recordando la noche del jueves, cuando intercambié algunas palabras y unos cuantos besos con Max. Aquella cita inesperada y totalmente improvisada había sido mejor que la anterior. Debía confesar que estaba impaciente por volver a verlo.

—Nos vemos el jueves, jóvenes. No olviden enviar su proyecto a mi correo.

Recorrí con apuro los pasillos del edificio, sobando mis brazos intentando calentarlos un poco. Saludé a Daniel a lo lejos. Debía hablar con él y preguntar cómo le había ido con Vanessa.

El sonido de tres aplausos me hizo sobresaltar, soltando mi bolso. Unos chicos reían reunidos en la plazoleta, aplaudiendo sin poder contener su risotada. Aun un poco asustada recogí mi bolso y continué con mi camino. No sabría explicar lo que me ocurría ese día. Desde muy temprano en la mañana había estado experimentando situaciones inusuales, como la que tuvo lugar mientras me duchaba para venir a clases. Yo estaba bañándome con Nemo sentado a mis pies cuando escuché tres golpes a mi puerta. Había cerrado la llave de la ducha para cerciorarme de que efectivamente alguien estaba llamando, pero no volví a escuchar nada.

Luego de aquello había salido de mi departamento acompañada de la sensación de que me observaban. Tuve unas horas de pánico al considerar que esos ojos ocultos podrían ser de Joshep...

En fin, mi paranoia podía ser un efecto colateral de la semana negra de parciales o bien podía ser el primer signo de mi crisis a lo Britney. Ah la vida… me sentía cansada y estresada. No tenía idea de cuándo haría el proyecto, esto de trabajar y estudiar se estaba volviendo más difícil cada día.

Una vez olvidado los golpes a mi puerta, tomé el bus que me llevaría a mi trabajo.

—¿Sabes en lo que he estado pensando? —habló Jason.

—Claro que sí, mis poderes psíquicos me lo permiten.

—¿Quién es el mafioso que te vino a ver en la limosina roja, eh?

—¿Mafioso? —reí con ganas mientras limpiaba el horno— ¿Quién te ha mandado a preguntar? ¿Doña Clara?

—La Doña me ha prometido un aumento si consigo información… —me pasó el trapo luego de escurrirlo— ¿Entonces ya tienes novio?

—Suenas como si fueras mi hermano mayor.

—¡Lo soy! —me abrazó, despeinándome a propósito— Me preocupo por mi horrenda hermanita adoptiva.

—Sí que suenas como un hermano.

—Entonces…

—¡Qué te importa Jason!

Salí de la cocina. Su molestosa voz me persiguió.

—Soy como la diarrea Luisa, insistiré e insistiré hasta salir —hizo una mueca—. Uhg, eso no sonó bien, en fin, ya entendiste la idea.

—Qué asqueroso eres.

—Soy una diarrea, recuérdalo.

Perdí mi cara seria. Me reí como hiena en película de Disney.

—Es un Teniente… —abrió la boca, llevándose las manos a los cachetes— Lo conocí en la base militar a la que iba por culpa del maldito de Barner y… —me encogí de hombros— Estamos… ¿saliendo? Creo ¿así se dice? No estoy segura.

—¿Es mayor a ti?

—No por mucho.

—¿Y qué hacían en la base?

Le hablé de todo lo que había hecho junto a Max, pero sin los íntimos detalles que sólo le había dicho a Kitana. Un hombre no necesitaba saber tanto.

Una sensación de nostalgia crecía dentro de mí al final de cada recuerdo. Quería que situaciones como esas volvieran a pasar, quería que Max apareciera justo en ese momento, en medio de una cortina de humo al igual que los magos.

La campanilla de la puerta sonó anunciando la llegada de varios chicos con uniforme de colegio, cargando abultadas maletas y estómago vacíos. Todos se acumularon frente al mostrador, pidiendo bebidas, pastelitos o emparedados. Luego de eso Jason y yo no tuvimos descanso hasta las siete de la noche, cuando finalmente pudimos dar vuelta al letrero de "Abierto" a "cerrado".

Me despedí de Jason y me dirigí a casa caminando por las calles iluminadas por los faroles que daban pequeñas pistas del suelo. Esa noche estaba más oscura de lo normal y mientras caminaba hacia la estación, silbaba el ritmo de una canción de verano del año pasado en un vago intento por alegrar la escena.




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