Entre besos y disparos

Capítulo 26: El infierno de Luisa

Por un breve momento, que se sintió como toda una vida, quedé petrificada. Apenas podía parpadear.

Las imágenes en mis retinas parecían trucos de hipnosis que dominaban mi cuerpo. Las personas corrían como manchas borrosas que se movían de un lugar a otro. Aunque estaba sumergida en una especie de shock, era capaz de escuchar; pero no lograba distinguir nada. El sonido de mi corazón podía ser también el sonido de hombres corriendo. Mi respiración agitada podía ser la respiración de otro hombre que quizás estaba a mi espalda con un arma apuntándome. Mis propios pensamientos, incluso podían ser órdenes provenientes de Morgan. Estaba completamente aturdida en aquel caos.

Mi cuerpo, atrapado y paralizado por el enorme miedo, se rehusaba a actuar. Morgan había pronunciado la fatídica palabra "vamos" pero ninguno de mis pies se movió. No sabía lo que pasaría una vez que pisáramos el campo de sangre.

Alguien gritó y ese sonido fue el estímulo necesario para que yo volteara y alcanzara a dar un paso atrás antes de ser arrollada por una moto. Seguí con la mirada al hombre en la moto y un grito quedó atrapado en mi garganta cuando él sacó una pistola y disparó hacia un todoterreno que no tardó en perder pista.

—¡Luisa! ¡debemos irnos ya!

Trataba de hacer lo que pedía, pero me era imposible. Esto era demasiado peligroso, estaba aterrada. Morgan se encontraba listo, en posición defensiva; apuntando en todas direcciones. Gracias a la oscuridad que nos daba la noche y a que pasábamos desapercibidos por todos, Morgan y yo permanecíamos vivos todavía, pero que esa condición siguiera igual dependía de mí y de mis pies.

Morgan ladeó un poco la cabeza. Me miró impaciente al notar que continuaba parada como un árbol. Dirigió una mirada más al terreno y al cerciorarse de que no existiera peligro, bajó su rifle y se giró completamente a mí. Pasó su brazo por debajo de los míos, con su mano agachó mi cuerpo dejándome un tanto encorvada. Avanzó a rápidos y largos pasos.

—¡No, no, por favor! —grité, frenando mis pasos y enterrando mis pies en el suelo, tratando de detener el avance.

Morgan no perdió más tiempo en decirme algo más, simplemente me haló con la fuerza propia de un hombre y me obligó a andar detrás de él. Aquello fue necesario, empecé a caminar a velocidad junto a él. Solo rogaba que nada nos pasara, que saliera a salvo de esto.

Cruzamos cautelosos por el amplio terreno.

Miraba fijamente el suelo y a mis pies. No era lo suficientemente valiente en esos momentos como para levantar mi cabeza y enfrentarme con el caos.

—Agáchate ¡agáchate! ¡Maldita sea!

Mi corazón sufrió de un ataque cuando de un todoterreno pintado de camuflaje salieron destellos, propios de la lluvia de disparos que soltaban hacia el campamento. Levanté mis manos a los oídos, protegiéndolos del ensordecedor bullicio. Las balas salían rápidamente sin ningún tipo de descanso entre una y otra. Su ataque era demoledor.  

—¡Vamos, vamos, vamos!

Con un rápido movimiento me levantó del suelo. Por la sorpresa del ataque, yo había dejado caer mi cuerpo perdiendo toda fuerza.

Morgan gritaba por el auricular intentando emitir palabras que entendiera ese alguien del otro lado de la línea. Miraba a todos lados, moviendo mi cabeza de izquierda a derecha escrudiñando las sombras, en un intento por ver algo más.

Detrás de mí, tuve la primera visión del campamento.

¿Lona? No. Me había equivocado.

Era una especie de almacén de grandes proporciones. Sus paredes, sus puertas, todo estaban revestidas con planchas de zinc oxidadas. No se veía ninguna ventana. Su pared frontal era ancha, su altura era impresionante; tanto así, que tuve que estirar el cuello para verlo mejor. Por fuera, aquel edificio podría pasar por una casa abandonada o un proyecto inmobiliario dejado a medias, pero ¡Yo había estado adentro! y era diferente. Todo era tan... impecable. Mi confusión era tanta que llegué al punto de dudar si realmente habíamos salido de ese edificio.

El techo desgastado del almacén quedó destrozado por los impactos de las balas. Una llamarada de humo empezó a contaminar el ambiente y, pronto, el lugar se prendió en llamas. Con mi vista periférica, pude ver cómo bombas explotaban sincronizadas a los alrededores del lugar, dejando atajos que eran aprovechados por los sujetos que entraban con sus armas firmemente alzadas.

Algunos de esos hombres nos localizaron y no dudaron en apuntar hacia nosotros. Mi cuerpo se transformó en un prisionero del terror. Una ansiedad jamás experimentada, me invadió el cerebro haciendo que mi respiración cambiara.

Con una sacudida me liberé del agarre de Morgan. Salí corriendo hacia cualquier lugar, como un perro asustado que recién sacan a la calle. Ignoré el llamado de Morgan y continué corriendo. Evadí autos, hombres, pequeñas llamas que consumían arbustos. Corrí sin dirección fija en mi mente. La misión de mis piernas era sacarme de una buena vez de ese lugar.

Jadeaba, mi nariz se esforzaba por respirar más. Mis pulmones trabajaban a mil por hora haciendo que mi pecho subiera y bajara violentamente. Mi mano izquierda estaba fuertemente acogida en mi estómago, aún me dolía y me preocupaba mucho que siguiera sangrando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.