Entre besos y disparos

Capítulo 42: Coartada

NARRADOR EXTERNO.

El reloj del pasillo principal marcaba las seis de la mañana. Segundo a segundo, los pasillos fueron llenándose de nuevos sonidos. El de los zapatos de goma de los enfermeros del nuevo turno, el trapeador de la señora de limpieza, unos bostezos que indicaban que algún paciente estaba despertando.

En el interior del Departamento de Salud de la ASN se experimentaba una calma inimaginable, todos aquellos que ahí trabajaban lo sabían. Casi nunca existían altercados con pacientes. Todos eran plenamente profesionales y eficaces que evitaban que algo así ocurriera. Hasta ayer, cuando el silencio profundo del departamento no fue suficiente para comerse los gritos y el llanto del paciente del cuarto #1408.

Una joven de veintiséis años, tras el mostrador principal, apilaba resultados de exámenes sobre su despacho. Llevaba los audífonos puestos, aun sabiendo que aquello era prohibido. Movía su cabeza al ritmo del solo de batería. Cargaba una considerable pila de papeles cuando una persona se acercó a ella. Kate no escuchaba más que la voz del vocalista cantando sobre "Dioses griegos" por lo que se llevó un susto cuando vio una sombra parada frente a ella.

La pila de papeles pasó de sus manos al suelo, cayendo en una lluvia desorganizada.

—Hola Kate.

—Ah Max —dijo con total alivio. Se deshizo de los audífonos—. No es hora para que te hagas pasar por un fantasma, casi me matas.

Sonrió a la vez que se agachaba junto a la enfermera para juntar los papeles.

—Lo siento, pensé que me escuchabas caminar.

Max la ayudó y en menos de un minuto, los papeles estuvieron de vuelta en el despacho. Desorganizados, pero sobre el despacho.

Mientras el agente acomodaba los últimos papeles, Kate le dirigía miraditas discretas. Kate y Max se habían conocido hace tres años, cuando la enfermera había ingresado a la agencia como auxiliar de salud. En una misión Max había sido atacado con una navaja en su pierna derecha y había sido Kate quien lo había suturado.

Al principio no hablaron. Ni las semanas siguientes, ni los meses siguientes. Desde ese primer encuentro Kate había quedado deslumbrada por Max y era ella quien iniciaba cada conversación cuando ambos estaban en el departamento de salud, pero Max siempre respondía lo necesario y de manera cortante. Había requerido años para que ahora fuera Max quien iniciara la conversación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con su acento inglés. Le gustaba practicar su español con Max.

—Vengo a ver a una paciente. Luisa Montés.

—¿Una de las secuestradas?

—Sí —hizo una mueca ante la mención de la palabrita con s.

A Kate se le hizo extraño su petición. Los agentes no se involucraban con los civiles víctimas de secuestro.

—Sabes que las visitas empiezan a las diez... —envolvió sus audífonos y los guardó en un cajón— Disculpa que me entrometa, pero... ¿Los superiores saben de tu visita?

—Claro que lo saben —contestó Max, impacientándose por la espera—. Me asignaron ser su asesor.

El entrecejo de Kate se profundizó más, sin entender. Los agentes operativos no eran asignados como orientadores, mucho menos, se involucraban con los civiles. El corazón de la muchacha dio un brinco doloroso, presintiendo lo que ocurría.

—Kate déjame entrar, solo tú estás de turno.

—¿Cuánto te demorarás?

—No lo sé, pero intentaré que sea breve.

Mentía, Max sabía que se demoraría siquiera horas ahí dentro con Luisa. Tenía muchas cosas que decirle, además que quería saber cómo estaba luego del episodio de pánico que sufrió.

—Claro, claro entra.

—Gracias Kate.

La chica esperó un abrazo o algo por parte de Max, pero solo recibió esas palabras. Suspiró, dándose un golpecito en la cabeza. Era algo estúpido e infantil que se sintiera de esta forma por aquel hombre y se comportara como una adolescente. Era una mujer adulta, con un trabajo envidiable. No tenía tiempo para tonterías como esa.

Presionó la tecla de "play" en su reproductor, olvidándose de todo.

La mirada de Max pasaba por todas las placas de las puertas, buscando un solo número. Caminó lo más rápido que pudo, evitando ser ruidoso en consideración a los demás pacientes. Movió un poco los hombros, que los tenía tensos. Ese día no solo debía hablar con Luisa, había un listado largo de asuntos por resolver.

Lo más importante era intentar conseguir el permiso para que Luisa retornara lo más pronto posible a su país. Max sentía que, de alguna forma, logrando que Luisa regresara pronto a su vida compensaba en algo lo que había sucedido. Por supuesto el agente era consciente de que lograr eso era una verdadera misión imposible. La ASN quería que todas las víctimas retornaran al mismo tiempo y ese regreso no sería rápido. Quizás dentro de unos meses…

Max se detuvo en una intersección de pasillos, chocando casi con un carrito de limpieza.

También debía asistir a un comité. Cerró los ojos por un momento al pensar en dicho comité. ¡Lo atacarían! Los Directivos, junto con los agentes burocráticos, le sacarían en cara todos los recursos que él utilizó para ir por Luisa. Pero Max estaba preparado psicológicamente para eso. Solo se limitaría a soportar las acusaciones de los veteranos para luego refutar todo lo que dijeran. Y si lo que dijera no funcionaba, aún tenía un plan B: usar el argumento: "Anteponer la vida de las personas en toda misión".




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