—¿Qué has dicho?
Debí haber oído mal.
—Lo que escuchaste. El…
Arnold se acercó a abrazarme. Las palmadas en mi espalda se sintieron cálidas y agradables, sin embargo, no me encontraba en condiciones para notarlo. Mantenía mis ojos en Max y en su sonrisa.
No pude seguir indagando sobre lo dicho por Max. Era un momento de celebración y como tal, todos nos abrazamos, dándonos palabras de aliento y buenos deseos para el año que iniciaba. Las copas se volvieron a llenar. La música proveniente del televisor se volvió más alta. Yo no dejaba de mirar a Max, deseando que se diera el momento perfecto para escabullirnos de ahí e irnos a mi bloque para poder hablar sólo lo dos.
Cerca de las dos de la mañana, Arnold cayó dormido en el sillón de la salita. Ése fue el primer evento que desencadenó los siguientes. Isabella bostezó y levantó gentilmente a su esposo para retirarse a su habitación. Después Didier se despidió de todos, llevándose consigo una botella de vino. “Continuaré la fiesta solo en mi habitación” había dicho antes de salir de la cocina. Andrea y Tom se fueron poco después de ellos.
—Adiós Luisa —dijo Andrea mientras me abrazaba—. Somos buenas organizadoras de fiestas improvisadas.
—Sí que lo somos. Descansa Andrea —no estaba segura si la volvería a ver. Quizá ésa era la última vez que la tenía cerca, así que la abracé por unos segundos más.
Alfredo, como buen espía, intuyó lo que su amigo y yo queríamos. Así que se despidió de nosotros rápidamente antes de irse también. Luego pasé unos segundos revolcándome en mi vergüenza interna al pensar en qué Alfredo creía que Max y yo haríamos solos en mi habitación…
—¿Alfredo sabe que duermes conmigo? —le pregunté en un susurro, algo tonto puesto que estábamos solos.
—Si —contestó tranquilamente.
—¡¿Se lo dijiste?! ¡Chismoso! —se alzó de hombros, sin darle importancia. Sacudí la cabeza, de vuelta al charco de vergüenza— ¡Solo Dios sabe en qué Alfredo piensas que tú y yo hacemos!
En lugar de indignarse conmigo, él se echó a reír.
—A veces me sorprende lo vergonzosa que puedes llegar a ser. Eres una mujer de veintiún años, totalmente independiente. Toda una adulta ¿por qué te apena lo que él pueda llegar a pensar?
—Tengo la edad, pero no la mentalidad. En fin, olvidemos eso —le tomé la mano, levantándolo del taburete—. ¿Sabes cuándo puedo regresar a mi país?
Colocó sus manos en ambos lados de mi cara y acercó sus labios a mi frente, depositando un beso.
—Ayer los directivos aprobaron el adelanto de tu retorno. Me comunicaron que el ocho de enero autorizarían el uso de los transportes solo para ti.
—¿El ocho de enero? Pensaba que faltaba bastante tiempo... ¡Esto es grandioso!
—Lo único malo es que se acelerarán todas tus citas con la Dra. Anderson y el Dr. Harrison y además, te reunirás de nuevo con Jeffrey Owen, el asesor de la ASN que hizo el contacto inicial.
—Sí, lo recuerdo.
—Te evaluarán para saber si estas preparada para regresar. Debes conocer esa carpeta como la palma de tu mano, debes estar lista.
—Lo estaré, te lo prometo.
—Luego firmarás unos papeles, te facilitarán dinero y un grupo de hombres del servicio secreto te acompañarán.
—No puedo creerlo… —dije maravillada. Tomé sus manos y las entrelacé con las mías— ¿Vendrás conmigo? No quiero irme de aquí sin ti.
—No digas eso ahora, no cuando al fin conseguí tu fecha de retorno —soltó una corta risa que yo acompañé—. Lo cual me costó mucho.
—Sé que tienes asuntos pendientes con la agencia, pero eso lo podrías resolver en unas semanas.
—Es… posible. Sí.
—No me iré si no es contigo —lo decía en serio, muy en serio—. Nos iremos juntos, ¿verdad?
—Claro que sí.
—¡Vamos a regresar!
Brinqué como una niña. Me abracé a su cuerpo mientras aún seguía saltando. Mi pecho se colmó de una increíble emoción al pensar que volvería a ver a Kitana, a Jason ¡Volvería a ver a mis amigas de la universidad! Todo eso en apenas una semana.
¡Y todo gracias a Max!
Repartí besos en su mejilla, sin dejar de abrazarlo.
—Eres mejor que Superman ¡Gracias Max!
—No debes agradecerme nada.
—¿Nada? ¡Deja de ser tan…! ¡tú! —acerqué su boca a la mía para otro beso— Sabes… creo que sobra otra botella de vino por ahí. Hay que celebrar esto.
—No más vino por hoy —decía al mismo tiempo que me aferraba de la cadera, deteniendo mi avance—. Mañana será un día ocupado, es decir, hoy. Debemos despertarnos temprano.
Acompañados por el sonido de nuestros pasos, avanzamos por el edificio hacia mi bloque. Yo intentaba caminar siendo lo más silenciosa posible; pero eso no podía debido al eco que generaba los pasillos vacíos. Lo último que podía pasar era que iniciara el año con otro momento de vergüenza al ser descubierta (por Arnold o Isabella) camino a mi bloque de la mano de Max a estas horas.