Entre besos y disparos

Capítulo 53: El amor es mejor cuando todo está oscuro

Punto de vista de Luisa

Tomé una profunda inhalación para después exhalar lentamente. No quería abrir mis ojos. Deseaba mantener estas nuevas y deliciosas sensaciones aún en mi cuerpo. Mi respiración acelerada me obligaba a mantener los labios separados. Mi cuerpo palpitaba en todas partes. Se contraía para luego relajarse. Una y otra vez, provocándome calambres en las caderas.

Estaba acostumbrada a que mi cara se sintiera caliente y roja la mayor parte del tiempo, pero no esperaba que todo mi cuerpo se pusiera de ese modo. Mis labios, mis brazos, mi abdomen… Yo era como una vela derritiéndose. Tenía mucho calor. Quería quitarme de encima la gruesa sábana. Estaba sudada y eso hacía que la tela se pegara a mi cuerpo.

La mano de Max se posó en mi abdomen, aumentando el calor en esa zona.  Su mano calentó todo a su paso hasta detenerse en el hueso de mi cadera. Esa simple caricia provocó una cascada de recuerdos que me distrajeron en seguida.

Escuché su respiración cerca de mi oreja. Ladeé la cara hacia la suya, atraída por su olor. Sentí que me besaba el cuello. Con mis ojos aun cerrados, sus caricias se sentían el doble de placenteras. Quería estar más cerca de él así que me acomodé para poder abrazarlo ¡Su cuerpo también estaba hirviendo!

Segundo a segundo, mi cuerpo iba calmándose y regresando a la tierra. Las deliciosas sensaciones se estaban esfumando, pero los recuerdos del momento permanecían claritos en mi memoria.

Me sentía bien. Extrema y primorosamente bien. Mis hinchados labios se alzaron en una sonrisa.

Repartí castos besos en el pecho de Max. Sentía unas ganas intensas de besarlo en todas partes. En respuesta, él acarició mi espalda, subiendo y bajando sus dedos por la línea de mi columna. ¡Santo Tomás de Aquino! Esa caricia era de otro plano terrenal.

Todo lo que hiciera Max en ese momento me parecería increíble. Mi humor era uno que envidiaría cualquiera. Tenía todo: A mi novio vivo y su amor expresado en múltiples caricias. Toda la preocupación de las últimas semanas desapareció completamente que parecía nunca haber existido. Era increíble cómo una sola persona podía provocar todo eso.

—¿Luisa? —otro beso en el cuello— ¿estás despierta?

Mmm no.

Su risa se sintió tan cerca.

—Abre los ojos.

—No quiero. Todo se irá si los abro...

—Te prometo que cuando los abras, todo seguirá igual. Continuará lloviendo, estaremos nosotros dos en mi cama, la bolsa de valores seguirá inestable y continuaré aquí mirándote sin ninguna vergüenza.

—Deja de mirarme.

—No puedo.

Abrí mis ojos sólo para constatar si lo que decía era cierto ¡Y lo era!

Tomé la sábana, estirándola para taparme.

—No te avergüences —ajustó su abrazo de tal manera que me atrajo más a sí—. Debo confesar que muchas veces no he podido quitarte la mirada de encima...

¿Qué podía contestar antes eso? ¡Nada! Yo… Yo solo pude morderme los labios avergonzada, mientras miraba el nudo que mi mano había hecho con la sábana. El calor que había sentido se duplicó.

Le escuché reír otra vez, de seguro se estaba riendo de mi cara roja.

Me acercó a él y nos besamos. Al separarnos, me acurruqué contra su pecho; abrazándolo como solía hacer cuando dormíamos en la central de la ASN. Enredé mis piernas con las suyas y besé su mano.

—¿Estás cansada? ¿quieres dormir?

Pues sí. Tanto mis brazos como mis piernas se sentían pesadas como plomo. Tomó mi cara entre sus manos. Abrí los ojos con un esfuerzo sobrehumano.

—¿Es que tú no estás cansado? Tu viaje debió ser largo…

Acerqué mi nariz a su cuello en donde estaba la concentración de su aroma peculiar. Debía buscar ese perfume. En cuanto Max se diera la vuelta, lo encontraría y me lo llevaría conmigo. Sería mi primer acto delictivo, pero valdría la pena.

—Realmente no. Estoy demasiado feliz como para sentir cansancio.

Le besé su cuello, sonriendo como la tarada enamorada que era.

—Supongo que no estoy acostumbrada a este tipo de ejercicio. Me canso rápido.

—La práctica es la clave de todo —al mirarlo, le encontré con una sonrisa tremendamente descarada—. Me encargaré de que practiques.

Se movió rápido y, en un cerrar de ojos, ya estaba sobre mí acorralándome contra la cama. Estaba a punto de hablar y decir que yo no podía estar más de acuerdo con su teoría, pero en seguida me besó y todas las palabras se desordenaron en mi boca. No pude pensar más allá de los labios de Max y su embriagadora forma de besarme.

Rodeada por sus pesados brazos me sumergí en un sueño profundo, relajante y por primera vez después de todo ese tiempo, libre de pesadillas. No había motivo para estar asustada, estaba en mi puerto seguro.

***

Desperté cuando el calor se volvió insoportable. Parpadeé varias veces hasta hallarme en tiempo y espacio. Estiré los brazos, entumecidos y los dejé caer.




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