Sorprendentemente, ya han pasado tres años desde aquel dramático giro en mi vida, algo que creí que solo sucedía en los libros. Recuerdo aquellos momentos de confusión y desasosiego en los que me encontraba sumergida. Admito que, en mi corazón, llegué a sentir un poco de rencor hacia mamá, aunque sabía que ella también estaba atravesando un océano de dolor. Viví esos instantes junto a ella, aunque en ese entonces no comprendía del todo el porqué.
Hoy en día, soy la actual dueña de la empresa Maxwell Design. Y pronto, estaré asociada con la compañía en la que me encuentro, junto a mi secretaria Katty, quien, además de ser una excelente secretaria, desempeña el papel de escolta encubierta como si fuera su vocación.
—Katty, deberías decirme en estos momentos cuál es el nombre del presidente de la empresa —le digo mientras nos dirigimos a la recepción—. ¡Sí, señoras y señores! Llevo siglos queriendo descubrir el nombre del dichoso presidente, ya que, según dicen, “es un misterio”. Nadie sabe quién es el nuevo heredero tras la muerte del señor Cassini. Se supone que mañana es el juramento y allí todos sabrán quién es el nuevo heredero.
—No te diré nada —responde, rodando los ojos y apresurando su paso para dejarme atrás—. Agradece que conseguí que aceptara una reunión contigo.
Digamos que Katty es todo lo contrario de Ammy. Ammy es dulce y amable, mientras que Katty es malhumorada e impaciente.
—Deja de mirarme con esa cara y mueve tu trasero al área de recepción. Tengo entendido que las “jefas” —hace comillas con las manos— siempre tienen que ir delante y la secretaria atrás. Tú eres al revés —bufa, exasperada.
—¡Oye! Aún no me acostumbro —me cruzo de brazos, notando que se apresura hacia la recepción, ignorándome.
—Disculpe, la señorita Steisy Maxwell, actual dueña y directora de la nueva sucursal aquí en España de Maxwell Design, está en espera para la conferencia sobre negocios con el actual presidente. Por favor, espero que la atiendan lo más pronto posible —dice con un tono autoritario que hace que la recepcionista se ponga nerviosa. Cuando me vuelvo hacia ella, me miro triunfante. Admito que su impaciencia y mal humor me benefician muchas veces.
—Señorita Steisy, síganme a la sala de juntas. El presidente llegará enseguida —nos dice, llevándonos hasta una enorme puerta que dice “Sala de juntas”. Puedo notar la mirada de Katty, que lleva una enorme sonrisa en el rostro. Creo que es la primera vez que la veo sonreír así, tanto que me parece aterrador.
—Esperen por acá —dice, señalando las sillas, para luego retirarse, dejándonos completamente solas.
—¿Ansiosa? —pregunta Katty, haciéndome fruncir el ceño por su inesperado interés.
—Ya he hecho esto unas cinco veces, Katty. Casi me acostumbro —respondo, rodando los ojos.
—Pero esta será mejor que todas las anteriores… Créeme —me guiña el ojo justo cuando escuchamos el sonido de la manija de la puerta abriéndose. Tomo una postura seria.
Un hombre de unos 50 años entra primero. Katty me mira, y nos levantamos para saludar al hombre que está entrando, pero él se detiene a un lado de la puerta, dejando pasar a otra persona que viene detrás.
—Adelante, señor —hace un gesto para que pase.
Al ver de quién se trataba, me congelé. Todo pasó en cámara lenta, o muy rápido para ser verdad. Quedé atrapada en mis pensamientos: ¿Qué hace aquí? ¿Trabaja para las industrias Cassini? Un carraspeo me hace volver en sí, levantándome de golpe.
—Buenos días, señoritas. Les presento al señor Nathan Negoita Cassini, heredero de las Industrias Cassini. —¿heredero? ¿Es un Cassini? ¿Señor?
—Un placer conocerlo, señor Cassini —dice Katty, estrechando su mano—. Igualmente para usted, señora —le dice a una pelinegra a su lado—. Ella es…
—Steisy Co… —hace una pausa—. Steisy Maxwell. —Me mira de reojo y yo sonrío.
—Señor Cassini —le estrecho la mano, sintiendo mi corazón latir a toda velocidad.
—Un placer conocerla, señorita Steisy. Soy la futura esposa del señor Cassini —se engancha a su brazo, y él se tensa. Con una sonrisa en mi rostro, le estrecho la mano, pero ella la aprieta bruscamente. No sé qué me sorprendió más: el hecho de que haya cambiado de apellido o que no me haya pinchado con esas uñas de bruja que lleva.
—¿Entonces, cuál sería el propósito de unir ambas empresas? —pregunta Nathan con desinterés.
—Como sabes, mi familia posee la gran empresa de los Maxwell. Queremos hacer aliados. Por ende, vengo a demostrarles que nuestra empresa es sumamente segura y confiable —me mira, evaluando cada uno de mis gestos, haciendo que mis latidos se aceleren. En las empresas anteriores a las que había asistido, mis nervios no me habían traicionado de esta manera. Una leve picazón se fue apoderando de mi garganta, dificultando que hablara, al punto de intentar no toser. Katty me miraba extrañada, y cada cinco segundos tenía que carraspear.
—¿Estás bien? —me pregunta Katty, al igual que Nathan, quien me observa preocupado mientras su acompañante tiene una sonrisa burlona.
—Sí… —digo apenas en un susurro audible.
—Oye… ¿Entonces el nuevo dueño de una de las mejores empresas de España es Nathan? O sea, ¿tu Nathan? —pregunta Katty mientras conducimos hacia mi nueva sucursal. Yo solo me limito a asentir—. Woow… y después de tanto tiempo, cuando por fin se reencuentran, simplemente te dio por toser como una foca, ¿a tal punto de cancelar la conferencia? —ríe, y yo solo ruedo los ojos—. Además, ¿viste su acompañante? Ella estuvo toda la reunión observándote. Seguro tiene miedo de que le quites a Nathan. —Inmediatamente frunzo el ceño.