Entre Blanco & Negro

CAPITULO 2 (BORRADOR)

—¿Dominic? —me acerco hacia mi escritorio, donde está recostado, con la mente llena de pensamientos y un ligero nerviosismo que me invade.

—Pensé que llegarías más temprano —dice, su tono suave pero firme, como una orden disfrazada de preocupación. —Hoy quería que me acompañaras a una reunión con nuestros socios comerciales, desde los más antiguos hasta los más recientes. —Se estira, su figura se alza con una gracia que siempre me deja sin aliento. Luego se levanta, acercándose para plantarme un beso en la mejilla, un gesto que me envuelve en un torbellino de emociones contradictorias.

—En aquella bolsa se encuentra la ropa que deseo que te coloques esta noche. Pensé que no tendrías tiempo de escogerla, ya que es dentro de unas tres horas. Así que tienes esas horas para alistarte —añade, con una sonrisa que ilumina su rostro, pero que también oculta una exigencia que me hace dudar.

—Pe-ro… —intento protestar, pero él me interrumpe con una mirada que no admite réplicas.

—Sin peros, señorita —responde, su sonrisa inquebrantable como un muro—. Te iré a buscar.

—Hoy tenía planes con Ammy, íbamos a comer… —mi voz se quiebra, un hilo de frustración se asoma entre mis palabras, pero él me corta de nuevo.

—Cancélalos —dice, con una seguridad que me hace fruncir el ceño. —Después los pueden reprogramar. “Que no se le olvide decir ‘sí’ a todo lo que él diga…” recuerdo las tontas palabras de Katty, y una punzada de frustración me atraviesa, mezclándose con un sentimiento de impotencia.

—Lo siento, pero no pue—. Un sonido proveniente de mi cartera interrumpe mis palabras, resonando en toda la oficina como un eco de mi confusión.

—Contesta, adelante —hace un gesto, y mi corazón late más rápido, una mezcla de ansiedad y curiosidad.

—¿Hola? ¿Ammy? —mi voz tiembla ligeramente, y puedo sentir la mirada de Dominic fija en mí, como si estuviera analizando cada palabra que digo.

—Hola, Steisy. Te quería comentar que tendré que cancelar la salida de hoy —mi mirada se dirige hacia Dominic, quien ahora tiene sus ojos fijos en mí, llenos de curiosidad y quizás un toque de preocupación.

—¿Estás segura de que hoy no podrás? —pregunta mi amiga, y escucho un leve tosido de fondo, lo que me hace fruncir el ceño.

—Sí, súper segura. —Un quejido proveniente de mi amiga, acompañado de la voz de otra mujer, me llena de inquietud—. Esto le dolerá un poco…

—Ammy, ¿dónde estás? ¿Qué te va a doler? —pregunto, confundida, mientras veo a Dominic, quien ahora sostiene una mirada de desconcierto, como si estuviera tratando de desentrañar un misterio.

—Nada, amiga, tranquila —dice con una voz apagada—. Salimos otro día. Bye.

—Amm… —me cuelga, dejándome con un nudo en el estómago. Algo le ocurre. La preocupación se apodera de mí, y un sentimiento de culpa comienza a burbujear en mi interior.

—¿Qué dijiste sobre “doler”? —pregunta un curioso Dominic—. ¿Pasa algo?

—No lo sé… —mi voz se apena, sintiendo que la inquietud se apodera de mí. La imagen de Ammy, vulnerable y asustada, se dibuja en mi mente.

—Bueno, ve preparándote, te paso buscando —se me acerca, dándome un casto beso que enciende una chispa en mi interior, un recordatorio de la conexión que compartimos. —Tu secretaria te está esperando.

—Tiene nombre y se llama Katty… —respondo, aunque mi voz suena más débil de lo que esperaba, como si mi firmeza se desvaneciera ante su presencia.

—Lo sé, te veo más tarde —sonríe, y luego se retira, mientras observo cómo mis empleadas lo miran indiscretamente, sus ojos llenos de admiración y, quizás, un poco de envidia. Un torbellino de celos comienza a apoderarse de mí, pero admito que son buenas empleadas, leales y trabajadoras.

Con el corazón agitado y la mente enredada, me pregunto qué pasará esta noche. La incertidumbre y el deseo se entrelazan en mi pecho mientras me preparo para lo que está por venir. El eco de las palabras de Ammy resuena en mi mente, y una nueva preocupación se asoma: ¿realmente podré manejar todo esto?

Mientras me dirijo al vestuario, la bolsa que Dominic dejó sobre mi escritorio parece pesar más de lo que debería, como si contuviera no solo ropa, sino también las expectativas y deseos de una noche que promete ser inolvidable, pero que también podría cambiarlo todo.




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