Entre Caballeros (precuela)

Capítulo 1

-¿Cómo no puedes creer en fantasmas? - preguntó Raúl sonriendo. Sus ojos azules brillando con alegría y su pelo se movía por el viento ligero - ¡Eres un discípulo de Alfil! ¿Sí recuerdas que los Alfiles hablan con los espíritus para escoger a los Guerreros, cierto?

-Los Alfiles hablan con las ánimas, no con fantasmas, - fue la respuesta de Alexandria mientras juntos se encaminaban al Templo Blanco. A sus alrededores solo había campo y a lo lejos divisaban un par de pequeñas casas de su pueblo.

Raúl sacudió la cabeza, aún sonreía. -No puedo creerlo. Simplemente no puedo creer que no creas en ellos.

Alexandria también sonreía, pero sus ojos permanecían serios al analizar el tema de conversación. Su coleta sujetando su cabello negro se agitaba con cada paso que daba. Los uniformes beige que ambos tenían puestos hacían un bonito contraste con el pasto verde. Ella se detuvo en medio del campo y exigió: - Dime la lógica detrás de un fantasma.

Él se encogió de hombros mientras recordaba las historias tradicionales de miedo. - Ya sabes, una persona que tuvo un final horrible, regresa a ese lugar porque su alma condenada no puede ir al más allá.- Hizo un gesto y cambió su voz para querer asustarla.

Alexandria siguió caminando sin estar impresionada -¿Dónde está la lógica ahí? Si algo horrible te sucede, deseas escapar cuanto antes de ese lugar, no quedarte deambulando. ¿No fue eso lo que hicimos con el Imperio Negro? ¿Acaso quisimos regresar ahí luego de las horribles experiencias que tuvimos?

Raúl rió y trotó a su lado. - Estás comparando manzanas con naranjas.

-La lógica es la misma. Cualquiera que sufre daño desea huir de él. Si el mundo es tan horrible, ¿para qué quisiera un alma quedarse? Ahora, tal vez me digas que hay personas a las que les gusta el dolor y no necesariamente quieran escapar de él, pues yo te digo que entonces esas personas no tendrían por qué tener resentimiento o deseos de asustar a la gente. La última opción que queda es que el alma le haya gustado tanto el mundo donde vivió que se haya quedado como fantasma deambulando en él, entonces sería un fantasma amigable, sin querer aparecerse en medio de la noche en una casa embrujada sino en Hawai o la playa Tinami tomando el sol y viendo a otros broncearse, pero no hay historias así, ¿o sí? En conclusión, no hay lógica en la existencia de espíritus.

-En primer lugar, no digas “en conclusión” porque siento que me estás quitando el derecho de hablar. En segundo lugar, te olvidas del sentimiento de la venganza. Si alguien lastima a otra persona y la asesina, esa alma se quedaría en el lugar en que le hicieron algo horrible, con la intención de vengarse.

Ella se detuvo otra vez, sus labios se tornaron serios. - ¿De verdad crees eso?, - él se encogió de hombros. -Dímelo. Si lo que acabas de decir te sucediera a ti, ¿te quedarías ahí con el deseo de vengarte o lastimar a otros como te lastimaron?

Él se puso serio como ella y lo meditó por unos segundos. Colocó sus manos sobre la cintura y contempló el pasto. - Creo que la venganza es uno de los deseos más fuertes que puede experimentar un ser vivo. Solo mira a mi tía, - hizo una pausa y luego alzó la cabeza para mirarla a los ojos. - ...pero no, creo que no. Personalmente, no creo que esté en mí el querer vengarme. Si alguien me matara, preferiría tu opción y me iría a Hawai.

Alexandria rió ante su respuesta.

En ese momento pasaron el resto de los Peones caminado, algunos les silbaron y se burlaron de ambos, insinuando que había algo más que amistad entre ellos. Todos sonreían al lanzar bromas pesadas.

Raúl permaneció tranquilo pero Alexandria se vio irritada.

-Todos son mayores que yo, ¿Cómo pueden ser tan inmaduros? - preguntó en voz alta retomando su camino. - Raúl rió entre dientes y le dio unas palmaditas en la cabeza. - ¡No hagas eso! Los demás se burlan de mí porque soy más pequeña que todos y tu comportamiento solo lo empeoran.

La sonrisa de Raúl se expandió. -Deberías sentirte orgullosa de ser la más joven.

-No es lo joven lo que me molesta, - insistió, - es lo pequeña. Ya no creceré, Raúl. - Se detuvo junto a él para probarle su punto, a pesar de ser solo un año menor que él, era de mucho menor estatura. Raúl era uno de los más altos por lo que la comparación era apenas justa. Él notó esto. -Tu comparación es injusta.

-Claro que no. De todas las mujeres soy la más pequeña.

-Eres discípula de Alfil, no es tu tamaño el que debería preocuparte. Vélo de esta manera: Eres como un cactus pequeño, lindo pero, ¿alguien podría decir que un cactus es inofensivo? - Ella entrecerró los ojos. Sintió ganas de patearlo, pero se detuvo cuando él añadió: -Además, no es solo a ti a quien molestan.

Si Alexandria no lo conociera tan bien, no hubiera notado el diminuto tono de amargura que se asomó en su voz.

Los demás Peones se burlaban constantemente de Alexandria por su estatura, edad y su apego con Raúl. Burlas juveniles, las llamaba ella. Pero de Raúl dudaban como Guerrero, esto era porque su padre había sido uno de los mejores Caballeros de la historia: Bynner. La gente no creía que Raúl llegaría a tener el mismo talento, pues Bynner a su edad ya había luchado en la Guerra de los Imperios junto al Rey de esos tiempos: el General Waito. Esa Guerra había terminado en una victoria para el Imperio Blanco y el General se había retirado poco después.




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