Entre Caballeros (precuela)

Capítulo 18

Julian vio que Alexandria se sujetaba de las patas de un cangrejo enorme y flotaba justo sobre él.

-¡yya, yya! - exclamó a su caballo, guiándolo hacia la misma dirección y cabalgó detrás de ella.

La Peón iba intercambiando de patas, un trabajo que lucía extremadamente cansado, pero evitaba que ella girara, lo cual la hubiera hecho marearse.

Julian se puso de pie sobre el caballo. No queriendo entrar a la ciudad, se dispuso a alcanzar a uno de los cangrejos y volar con ellos. Sin embargo, la tarea resultó más complicada de lo que pensó pues el cielo estaba cubierto de ellos, todos de diferentes tamaños.

-¡yya, yya! - apresuró a su caballo quien aumentó la velocidad.

Manteniéndose firme, buscó un cangrejo apropiado y que estuviera cerca de la Peón. Cuando lo encontró, saltó y logró sujetarse. Su caballo quedó trotando sin jinete, debajo de la nube roja. No se preocupó por él, sabía que era un animal inteligente y lo esperaría a salvo.

-¿Qué estás haciendo? - le reprochó ella cuando él estuvo suficientemente cerca.

No era el momento para explicarle las órdenes que le dio la Reina, así que le devolvió la pregunta-¿Qué estás haciendo tú? - miraba para abajo con aprehensión. No le gustaba viajar de esa manera, su zona de comodidad yacía en el suelo.

Ella lo miró por un tiempo. - La Reina te envió para encontrar la corona también, ¿no es cierto?

Parte de él siempre había resentido el poder de deducción de los Alfiles y sus alumnos.

Al ver que no respondía, ella inquirió: - ¿Y matarme después? - Él gruñó para sus adentros y decidió ignorarla. - No me preocupa, no vas a matarme.

Su corazón de Guerrero se vio insultado y la miró con un aire altivo. - ¿Qué te hace pensar eso? Yo no estaría nada seguro si fuera tú.

Ella le devolvió la mirada desafiante y sin decir palabra soltó las patas del cangrejo.

-¡¿Qué haces?! - gritó al tiempo que lograba sujetarla y evitar su caída. - ¡¿Quieres morir?!

-No me hubiera sucedido nada. El suelo está hecho de esponja, - le recordó con un poco de triunfo en su voz. Él quiso darse una patada a sí mismo, lo había olvidado por completo y se sintió un idiota. - No quieres que yo muera.

-Te necesito para que me lleves a donde está la corona, - se sintió aliviado de tener una buena razón para sus acciones, aunque eso no justificara su comportamiento en la tierra de los Mayalles. Aún sujetaba la pequeña mano dentro de la suya, pero ante sus palabras, Alexandria se desprendió de él. - ¡No! - exclamó viéndola alejarse.

La pequeña figura cayó sobre un cangrejo más grande que en el que él iba. La miró decir algo y el cangrejo aceleró dejando a Julian atrás.

Él gruñó y se sujetó más firmemente, mirando a su alrededor. No había forma de que él guiara al cangrejo ni le hiciera aumentar su rapidez. Solo podía quedarse como carga, resignado a su destino.

Cuando pasó por la ciudad, ya había perdido a Alexandria de vista y no pudo hacer nada más que esperar a que el cangrejo que lo llevaba, lo dejara también donde ella estuviera.

Pero el viaje tardó más de lo que hubiese pensado. Después de que cruzó la ciudad, comenzó a anochecer y su impaciencia iba acrecentando con cada minuto que transcurría.

 

 




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