-¡No, Julian! ¡No sé qué pretendes, pero ya no puedo ayudarte, no! ¡Aún tengo la migraña de la vez pasada! - exclamaba Ingus, recostado sobre la cama y sosteniéndose la cabeza.
-No me hagas perder el tiempo y encuentra su localización de nuevo, - utilizó su pie para darle un empujón a la cama y hacerla caer.
Ingus dio un grito ahogado, quedando debajo de la colchoneta y las sábanas. No hizo ademán de salir. - No, no, no, - insistió debajo de las telas. - ¡Es muy exhausto para mí!
-¿Qué cosa? - preguntó Lince, su voz sedosa, desde la entrada.
-Nada que te incumba, - aseguró Julian sintiendo el mismo recelo de siempre cuando estaba él presente.
Ingus salió de sus cobijas, - El Caballero Julian quiere que localice a la Peón que quedó viva, - se encogió de hombros, - supongo que para acabar con ella también.
-¿Oh? - preguntó Lince debajo de su máscara. - ¿Será por eso tanto interés?
Julian se enfureció. Con su espada avanzó hasta colocarla debajo del mentón de Lince. El Peón no retrocedió. - ¿Y tú cómo te atreves a cuestionar lo que hago? ¡Mis asuntos no son de tu incumbencia! ¡Mantente al margen si no quieres que te mate! - elevó un poco más la espada y le hizo un corte superficial en la máscara, suficiente para llegar al rostro.
Lince se lanzó hacia atrás, dando un pequeño quejido.
-¡Y tú! - espetó señalando a Ingus con la espada. - ¡Haz lo que te digo si no quieres que te suceda lo mismo!
Ingus lanzó una queja más lastimera que Lince e hizo lo que le ordenaban.
-Está… está… - tartamudeó, frunciendo el ceño por la presión que sentía. - Está... en el mundo de los Torombos - concluyó desplomándose.
Julian se sintió palidecer y por unos minutos no reaccionó. Sintió su cabeza calentarse al querer recordar el mundo a donde la Torre Troak había viajado, recordaba vagamente haber escuchado que partía al escaque de los Torombos,…¿quizás había escuchado mal?
Se apresuró a buscar su caballo y a alistarse, todo el tiempo con la esperanza de que la Torre Negra y Alexandria no estuvieran en el mismo lugar. Mientras se movía, sintió su corazón agitado y le sorprendió ver que sus manos no temblaban pues nunca se había sentido tan ansioso. Al ser Alexandria un Peón, no tendría oportunidad alguna si se enfrentaba contra la Torre. Troak la aniquilaría de un solo golpe.
Apresurando el galope, salió del imperio Negro y fue al escaque destinado.
Arribó en plena noche, y con un solo vistazo supo que algo fuera de lo usual sucedía. El pueblo estaba en completo silencio y totalmente a oscuras. Solo veía una luz a lo lejos. Guiando a su caballo fue rápidamente en dirección al lugar, apenas notando los cadáveres en el suelo. Solo tenía un interés en ese momento y corría hacia él.
Llegó a donde había gente reunida. Se detuvo, buscó con la mirada a una persona en especial. Ignoró a los colosos muertos, ignoró a los enanos y demás prisioneros. Reconoció a la Torre en medio del campo, haciendo lo que Julian más había temido: se enfrentaba a Alexandria.
La Peón estaba en medio del campo, empapada de pies a cabeza y jadeando junto a una mujer de gran tamaño. Está ilesa, pensó Julian sintiendo una oleada de alivio, aunque este duró poco, pues escuchó a Troak decir en ese momento:
-No estuvo mal, veamos qué puedo hacer con ustedes.
Julian comenzó a avanzar, pero no fue él ni Alexandria quien hicieron el primer movimiento sino la enorme mujer quién tomó un cubo de vidrio y metal que yacía en el suelo y con una fuerza formidable, lo estrelló sobre la cabeza de la Torre, este se derribó sobre el suelo ante el impacto, miles de pedazos del vidrio salieron volando en todas direcciones por la explosión.
-¡”tzalixik”! - escuchó a Alexandria exclamar haciendo que los trozos de vidrio se detuvieran en el aire y regresaran a perforar la piel de Troak que se estaba levantando. Este dio un pequeño gruñido de dolor.
-¡Tendrán que hacerlo mejor! - advirtió la Torre sonriendo y quitándose fragmentos de vidrio del rostro.
La enorme mujer no se hizo repetir lo dicho y se abalanzó en contra de él, propinándole un puñetazo en la quijada. Troak retrocedió como si estuviera disfrutando del juego y le regresó el golpe con el doble de fuerza.
-¡Uff! - se quejó la mujer al ser lanzada hacia atrás.
Alexandria se veía muy exhausta y con la mujer fuera del camino, Troak enfocó su atención en la Peón, tomándola del cuello y bruscamente la presionó contra el suelo - ¿Qué más trucos puedes hacer? Muéstrame.
La espada de Julian salió desde su mano antes de que se diera cuenta. Troak apenas tuvo tiempo de apartar sus brazos soltando el cuello de la Peón para esquivar el corte de la espada que que voló en medio de ellos y fue aterrizar a unos metros de ellos.
-¡Oh, Julian! - dijo Troak, - me preguntaba en dónde estabas. Sentí tu ingreso al escaque, ¿Por qué estás tan enojado? ¡Ah, ya entiendo, quieres deshacerte del último Peón! Pues llegas tarde, puedes matar al coloso de ahí, - señaló a la mujer que se estaba levantando y quiso volver a tomar a Alexandria, pero ella se levantó ágilmente pateándolo en la frente cuando lo hizo.
Troak se tambaleó y volvió a incorporarse.
Julian apretó las riendas de su caballo y le ordenó avanzar.
Fue interrumpido por la llegada de un cuarto y quinto Guerrero, esta vez se trataba de dos blancos: El Alfil Ariadna y La Torre Grinberg quien aterrizó creando un leve temblor. Todos se detuvieron y Grinberg repasó la escena con los ojos, su mirada deteniéndose en Julian y luego en Troak.
-Al fin muestran la cara, desgraciados, - su rostro rectangular rebosaba de una cruel emoción y se tronaba los dedos en anticipación. Se precipitó primero hacia la Torre mientras Ariadna se apresuraba a atender a los prisioneros.
Julian vio cómo Grinberg y Troak colisionaron como dos balas de cañón causando un estremecimiento en el suelo. Ambos rugieron mientras se propinaron golpes por todos lados. Grinberg le dio dos fuertes puñetazos en la nariz que Troak recibía como si no sintiera dolor. Sangre comenzó a salir por su boca. La Torre Negra lanzó un golpe en el estómago de su rival y una patada en la rodilla, haciendo que su pierna cediera, entonces Troak pisó el pie de su enemigo para evitar que se moviera y con la otra pierna le dio a la cintura. Grinberg entonces le dio un codazo en el cuello.