-Ese era el Caballero Negro, - estableció Ariadna al llegar.
-Sí.
-¿Y por qué no te atacó? - Alexandria se encogió de hombros sin decir nada. El Alfil entrecerró los ojos con sospecha. - ¿Alexandria, por qué no te atacó el Caballero Negro?
-¿Cómo quieres que lo sepa?
Ariadna se fue impacientando. - Puedes jugar con fuego todo lo que quieras, pero esto no es razón para bromas, ¿quieres dejar de ser un Guerrero? Porque eso sucederá si te involucras con uno de ellos de alguna otra forma que no sea para pelear.
Alexandria le dio la espalda a la Pieza Mayor de modo que no se podía ver su rostro. - ¿Tú eres la persona correcta para decirme eso? He notado cómo miras y le hablas al carpintero.
El Alfil se tensó, - cuidado con lo que dices. El carpintero es alguien del Imperio Blanco.
-Igual dejarás de ser Guerrero si te involucras con él.
Inmediatamente después de su advertencia, Alexandria tomó el camino de regreso al pueblo.
Estaba amaneciendo y los prisioneros se encontraban a salvo. Los ilesos atendían a los heridos con vendajes y savia para sanarlos. Los enanos que fueron refugiados por Alexandria, habían sido bajados por el Alfil y se reunían con el resto.
La enorme mujer que había luchado a su lado, se acercó a ella. El enanito también fue corriendo a abrazarla.
-¡Qué bueno que estás viva! - exclamó prendiéndose de ella y cerrando los ojos con alivio. Alexandria le dio unas palmadas en su espalda.
-Jamás olvidaré lo que hiciste por el pueblo, - aseguró la enorme mujer.
Alexandria negó con la cabeza, - tú diste una buena pelea.
-Todos estaríamos muertos de no ser por ti. Gracias, - añadió extendiéndole la mano. Alexandria la tomó y se dieron un apretón que prometía una alianza firme.
-Alexandria tiene razón, - observó Ariadna al llegar y verlas. - Diste una excelente lucha, ¿cuál es tu nombre?
Alexandria trató de distraerse con algo cuando la enorme mujer respondió: -Me llamo Rita.
Los enanos y colosos invitaron a las Guerreras a un banquete y a que se quedaran para descansar; Alexandria quería rehusar, mas su cansancio era tanto que durmió en la primera cama que le ofrecieron. A la mañana siguiente, supo que Grinberg había llegado la noche anterior; los enanos extendieron nuevamente su invitación para que ella se quedara unos días más. Ella negó agradecida.
Salió del lugar en el que había dormido y sintió determinación a continuar con su búsqueda de la joya.
Ariadna la detuvo momentáneamente. - ¿Sabes algo de Bynner? - preguntó.
Alexandria frunció el ceño, -Está en el asilo… en donde ustedes lo dejaron - acusó ligeramente.
-Él pidió ir ahí. Como sea, hace algunas semanas que los encargados no lo encuentran y nadie sabe dónde está.
La preocupación la invadió. Bynner era un hombre que podía cuidarse solo, aunque eso había cambiado desde la pérdida de su hijo. Había estado inmóvil en ese asilo desde entonces sin señal de moverse o entender lo que sucedía a su alrededor. ¿A dónde podría haber ido? Tenía que buscarlo. Se dio la vuelta con la intención de hacerlo, pero… ¿por dónde comenzar?, ¿En la Tierra de los Angelinos? ¿En el Imperio Blanco? ¿En el Imperio Negro? A pesar de que Bynner era humano, tendría sus maneras para viajar fuera del escaque. Sería como buscar una aguja en… el universo entero…
Después de pensarlo por unos minutos más, suspiró apesadumbrada y decidió primero encontrar la corona y luego buscar al antiguo Caballero.
Llegó al mundo Tinajón, en plena mañana. El cielo estaba despejado y fue el primer mundo tranquilo que pisaba en un largo tiempo. Se obligó a sí misma a no buscar al Caballero con su mirada y examinó el listado de la corona por milésima vez, recordando también los versos que había escuchado en el festival de los Mayalles. Estaba justo a las afueras de la ciudad y no había nadie cerca de ella, por lo que podía reflexionar sin interrupciones.
“el segundo lo escucharás sin poder verlo
sacrifica tu cuerpo si quieres tenerlo,”
Alexandria repasó el primer verso, evidentemente hacían énfasis en escuchar así que cerró los ojos y prestó atención a cualquier información que sus oídos pudieran brindarle.
Sintió su corazón dar un salto al saber que el Caballero ingresaba al escaque. Se quedó en esa posición, fingiendo no haberse dado cuenta de nada, hasta que lo escuchó llegar por atrás.
Él se mantuvo en silencio esperando y ella tuvo que girar. Él la contemplaba de una forma que la hacía sentir insegura, aunque no del todo mal. El bigote, la barba y el pelo que le faltaba había terminado de crecer, dándole un aspecto similar al que tenía cuando se conocieron.
- ¿Cómo descifraste que se trataba de este lugar la posición de la segunda joya?
Ella le extendió el papel del que se había valido hasta entonces. Él lo tomó e inspeccionó; ella aprovechó para contemplarlo y apreciar cómo la luz revelaba cada una de sus facciones.
-La segunda palabra es imposible de entender, - comentó él.
-Las palabras son nombres de comida. La rueda verde está a la par del higo y la amarilla del garbanzo. La segunda joya es roja, lo recuerdo bien, así que pensé que la palabra debía ser “cerezas”, “4 cerezas”, casilla 4 de la sección Ceillia.
Julian miraba el papel sin lucir convencido.-Parece una manzana.
-En ese caso, la letra importante sería “M” y no hay una sección con esa inicial. - ella se encogió de hombros, - así que pensé que debía ser una cereza.
Él le devolvió el papel. - Bien, ¿y a dónde hay que ir ahora?
-No lo sé, - repuso negando con la cabeza, - el enigma que escuché respecto a esta joya fue: “el segundo lo escucharás sin poder verlo, sacrifica tu cuerpo si quieres tenerlo,”. No estoy segura de lo que significa.
-La primera parte insinúa que hay que escuchar.