Entre Caballeros (precuela)

Capítulo 30

Solo los tripulantes que estaban en la cubierta del primer barco fueron ejecutados, los más próximos al Capitán.

Cuando hubo terminado con ellos, Julian estaba más calmado y navegó hacia el escaque de los Glasoles. Si había tripulantes en el interior, no se mostraron por miedo.

Cuando Julian llegó, todo había acabado. Encontrar a Alexandria regocijada y jactándose por su victoria lo hubiera esperado alguien que no la conocía así que él no se sorprendió cuando la vio sentada, abrazando sus rodillas y con la mirada perdida como una chiquilla melancólica en la playa, esperando que sus padres la encontraran. Sin embargo, no era el mar ni un escenario parecido el que contemplaba sino un cuerpo humano quemado casi hasta los huesos por diferentes elementos expelidos por un cráter debajo.

Julian se aproximó sin hacer ruido. Abrazó a Alexandria lo más gentil y firme que pudo. Sintió un gran alivio y con la mayor gentileza que le fue posible, la tomó entre sus brazos y se alejó de aquel lugar.

Buscó un punto apartado y más tranquilo. La sentó sobre una roca, se arrodilló frente a ella y le examinó las heridas en el rostro. Quemaduras surcaban sus ojos y boca y sangraba por diferentes partes del cuerpo, además parecía experimentar una perturbación mental.

-Por el amor de Dios, ¿podrías utilizar tu uniforme desde ahora? - preguntó queriendo hacerla reaccionar.

Ella pareció no escucharle. -Soy un Alfil, - informó inspeccionando distraídamente sus manos con un par de dedos fracturados.

Él sonrió. - Y yo ya no soy más un Guerrero.

Fue entonces cuando Alexandria alzó la mirada, - Oh, - llevó su mano a su rostro y recorrió con sus dedos las nuevas marcas negras.

Se besaron, declarando ambos su alivio y necesidad de estar juntos de nuevo.

-Cuando Zulman dijo que te había secuestrado, supe que estarías bien, - comentó él con voz suave y besó su mejilla. - No había manera que alguien como él pudiera capturarte a menos que lo dejaras.

Ella sonrió, - ¿Lo mataste?

-Sí, por lo que te hizo, - indicó señalando la herida que ella tenía en la cabeza, la sangre estaba seca, pero el daño seguía expuesto y volvió a sentir la ira que había llevado a matar a todos esos tripulantes.

-Casi no duele, - aseguró ella tocándose la herida con gesto ausente. Se quitó la coleta y el cabello descendió por sus hombros y espalda. La herida estuvo cubierta por aquellos mechones negros y Julian se sintió tranquilizarse.

-Así lo llevabas cuando nos conocimos, - notó él, tomó un mechón entre sus dedos y lo besó. - Me gusta, - susurró con sus labios aún puestos sobre el cabello.

Ella sonrió otra vez y jugaba con algo sobre sus piernas.

-¡La encontraste! - Julian tomó el último fragmento de la corona y lo inspeccionó.

Alexandria negó con la cabeza. - La Reina lo encontró antes, supongo que estaba dentro de uno de esos cráteres. El quinto escaque de la sección Geillia.

-Ahora tienes los tres pedazos. ¿Qué harás con ella? Nunca me lo dijiste. No creo que la quieras para ti. Los Alfiles no necesitan corona.

Ella tomó el trozo y se lo guardó. - No. No lo quiero para mí, - aseguró. Colocó sus manos sobre los hombros de él y lo atrajo para otro beso. Ambos se perdieron en el consuelo y amor que experimentaban hacia el otro.

-Ya acabó todo, - dictaminó Julian cerrando los ojos con su frente unida a la de Alexandria y sintiendo una paz como nunca.

-Oh, lejos de ello.

Julian y Alexandria se levantaron de un salto y atónitos vieron a un hombre de mirada colérica, vestido de harapos y con zapatos desgastados; su cabello largo y barba eran del mismo tono de gris que sus cejas pobladas. Su piel era morena y tenía una espada alzada; su aspecto entero era amenazante y su postura revelaba que iba con el único propósito de matar.

-¡Bynner! - Alexandria se apresuró hacia el antiguo Caballero Blanco. - ¡Dijeron que desapareciste del asilo, nadie sabía dónde estabas!

-¡¿Dónde estaba?! ¡Te diré en dónde estaba! Me infiltré en la tripulación de ese Capitán de los infiernos durante semanas; sabía que era cuestión de tiempo y que tarde o temprano tendría noticias de este patán - hizo una seña despectiva a Julian. - Sabía que lograría encontrarlo para enfrentarlo y aniquilarlo.

Julian examinaba al antiguo Caballero mientras Alexandria intentaba explicarle que las cosas habían cambiado. Recordó a Jairo quien había estado igual de furioso, pero el Alfil Negro había mostrado incredulidad, indignación y desprecio hacia Alexandria y él; sin embargo, Bynner no reflejaba ninguna de esas emociones, su mirada denotaba orgullo al posarla sobre la Guerrera.

-Siempre supe que te convertirías en una excelente Alfil, - decía. Se volvió serio nuevamente. - Pero te advierto que te apartes y te quedes atrás, Alexandria. Este asunto no le concierne a Alfiles. No. Esto es entre Caballeros, - regresó su atención hacia el que consideraba su enemigo.

Julian no dió un solo paso, ni hizo un movimiento amenazador. -No voy a luchar contigo, Bynner. Mis lealtades han cambiado.

-“Tus lealtades” - repitió dando un paso hacia él. - Son lo que menos me importa, te lo aseguro.

-Ya no soy un Guerrero, - insistió.

Bynner sonrió con perversidad. - ¡Lo sé! ¡Ni tú ni yo somos Guerreros! No. Solo somos dos hombres, tú cansado por haber sido marcado y yo extenuado por los años y sufrimiento que pesan sobre mí. Estamos en semejantes condiciones, por lo que este duelo se dará entre dos iguales.

Julian sacudió la cabeza. - No lo entiendes, ya no soy un Caballero.

-¡Un Caballero… siempre será un Caballero! - alzó la barbilla, - ¡Sin uniforme! ¡Sin caballos! ¡Solo nuestras espadas hablan por nosotros! - pausó. - Tú mataste a mi hijo. Si algo te queda de honor, me enfrentarás a un duelo a muerte. Es lo que él hubiera querido.

-Eso no es verdad, - afirmó Alexandria.




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