Entre cintas y balones.

Capítulo 7: La cena.

A las 7 en punto Cosette tocó el timbre. Andrew corrió a la puerta a recibirla y prepararla mentalmente para las escenas de romance que acompañaban la velada y que seguro lo avergonzarían.

 

—Creo que alguien se escapó del cuartel — dijo divertida.

Tenía a Rocky en los brazos lamiéndole la barbilla. Andrew sonrió apenado y lo cogió con cuidado. 


—Sí. Pero fuimos los dos. Lo dejé en el frente mientras yo cumplía la misión — respondió siguiendo el juego—. Pasa. Solo una cosa — dijo cerrando la puerta y hablándole bajo al oído—. Come poco y despacio o podrás salir vomitando por la película cursi que vas a presenciar. 

 

Ella soltó una risita cubriendo su boca. 

 

—Gracias por la advertencia.

 

Las risas de la señora Collins llegaron hasta ellos. Andrew volvió a sonreír y negó con la cabeza. Cuando se asomaron al comedor vieron a los señores Collins besándose mientras él le hacía cosquillas a ella. 

 

—Mamá... — habló. Carraspeó de forma exagerada y miró de forma fugaz a su amiga. 
—Oh niños. Ya están aquí. Hola querida — dijo con las mejías rosadas por el vino y las risas. Hunter se pasó las manos por el cabello para tomar la botella de vino y ponerlo en la mesa. 
—Buenas noches — saludó Cosette—. Muchas gracias por invitarme. 
—Un gusto cariño. Andrew, haz el favor de dejar ese perro en otro lado. No lo quiero en la mesa y lávate las manos. 

 

Andrew hizo como le pidieron y la cena comenzó. Hunter se mostró un tanto menos distante. Parecía que seguía en servicio cuando estaba en presencia de otros que no fueran su familia. Pero el buen comportamiento de Cosette le hizo bajar la guardia. Tanto que ahora compartían anécdotas y reían. 

 

Quizás era el momento, el vino que los adultos tomaban, pues a los jóvenes les dieron soda con hielo, el que hacía que todo marchara de maravilla hasta que una llamada entró en el teléfono de Alexia. 

 

—Es Gil — le dijo con fastidio a su marido. 
Inmediatamente la atmósfera se volvió tensa. Un dolor repentino atacó el estómago de Andrew haciendo que dejara de comer. 

 

Su madre seguía en el teléfono cada vez alzando más y más la voz hasta que miró a su hijo. Con aquella mirada él ya deducía que le había dicho sobre los mensajes sin responder, el depósito y la manutención atrasada. Los gritos comenzaron cuando ella se levantó con brusquedad de la mesa. Hunter la siguió disculpándose con la invitada quien solo sonrió y dijo un: 

 

—No se disculpe. 
—Mejor salgamos — dijo Andrew levantándose de la mesa. Ella lo imitó. 

 

Fueron a sentarse en el pequeño porche delantero con Rocky. 

 

Al parecer la llamada ya había terminado pues no escuchaba a su madre gritar. El teléfono fijo de la casa sonó insistente y Hunter contestó. Podían oír su voz en la sala para luego desaparecer mientras se encaminaba a la habitación con el aparato inalámbrico. 

 

Andrew y Cosette se quedaron ahí en la oscuridad viendo unos pocos autos pasar, el cielo estrellado y Rocky intentando subir los escalones solo. 

 

—Creo que no te he dicho para que usaré el dinero ¿Verdad?
—No. 
—Quiero un auto... Al menos con eso podría salir de aquí — dijo con la vista puesta en otra parte—. Disculpa que hayas tenido que aguantar todo esto hoy. 


Ella siguió escuchando sin mirarlo. Solo tomó a Rocky en sus brazos y comenzó a acariciarlo. 


—Las cosas no eran así. Estaban bien. Discutían pero él sabía ponerla de buen humor y ella a él. Pero siempre discutían. Aún por lo más pequeño. Casi siempre yo estaba incluido en las discusiones. "Gil ¿Por qué no haces esto? ¿Por qué faltaste al partido de Andrew? ¿Por qué no viniste para Navidad? ¿Por que aún no me has dado el cheque de la colegiatura?". Luego un día él dijo que se había enamorado. ¿Te lo imaginas?— dijo con una sonrisa irónica—. Que había conocido a la mujer de su vida y que ahora que podía vivir como realmente quiso no lo iba a dejar pasar. ¿Eso me incluía a mi?... Fué lo primero que pensé cuando los escuché esa noche. Era víspera de año nuevo. 

 

Cosette no encontró la forma de hacer que las palabras salieran de su boca pues el nudo en su garganta se lo impedía. Así que puso una mano sobre su hombro para transmitirle ánimo en silencio.

 

El brillo de una lágrima cayó por la mejía de Andrew la cual limpió de inmediato. Ella le entregó al cachorro que estaba quedándose dormido. 




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