Entre cintas y balones.

Capítulo 13: Un chaleco salvavidas y tierra a la vista.

A penas había pasado un mes y medio desde que Andrew se mudó y ya muchas cosas estaban cambiando para bien. 

 

Tenía empleo, un auto, una nueva amiga, una nueva habitación mucho más grande que la anterior, un buen padrastro que estaba convirtiéndose poco a poco en parte de su familia. Y un perro que se estaba esforzando en ser un buen ciudadano. 

 

Rocky, el semental italiano de había crecido mucho. Comía tanto que Andrew compraba ahora el doble de comida. Y gracias a Rocky ahora tenía una rutina de ejercicio diario. Salían a correr en las mañanas,  pues Cosette le aconsejó sacarlo a pasear al menos una hora diaria. Así que salían a correr 30 minutos y luego ponía a Rocky a correr tras la pelota otra media hora por la tarde. Ya no temía que volviera a estropear la alfombra o mordiera los muebles. La rutina, el ejercicio y sus muchos juguetes ayudaban. 

 

Ahora estaba intentando enseñarle algunos trucos. Pero le costaba más que enseñarle a sentarse y quedarse quieto. El más difícil era el de "Dar la pata". No importa si tenía en la mano una galleta, una salchicha o un trozo de pan como premio. Rocky no daba la pata cuando se lo pedían. Únicamente miraba a su dueño muy sonriente y miraba el premio. 

 

La única ventaja que Cosette le encontró a ello, era que así podían mantenerlo quieto para tomarle una foto. Lo hacían sentarse junto a Willson y llamaban la atención del segundo con un chasquido, al contrario de Rocky quien solo miraba hacia el teléfono si sostenían algo de comer frente a él.

 

Además de ello, Rocky comenzó a adquirir nuevas "costumbres" curiosas y graciosas. Por ejemplo, Andrew le dió un peluche de felpa viejo, era un conejo. Al poco tiempo ya no tenía ojos, nariz, una oreja y al descubrir un pequeño agujero en la tela del cuello le sacaba el relleno. 

 

Andrew le pedía a Cosette que lo remendara todas las semanas. Ella lo consolaba diciendo que ya pronto le pasaría la fase destructiva pero, que debía quitarle lo que rompiera de inmediato aunque fueran sus juguetes. 

 

Lo gracioso era cuando aquel pobre desfigurado conejo estaba en la lavadora. Rocky lloraba viéndolo girar dentro de la máquina y cuando Andrew lo ponía al sol lejos de su alcance. Se quedaba ahí mirándolo con tristeza. 

 

También, recogía piedras en el parque. Lo peor de todo era que al llegar el momento de volver a casa, Rocky no abría el hocico  para soltarla. De manera que Andrew regresaba con un perro que cargaba una piedra entre sus dientes. Era gracioso sí pero para Andrew era vergonzoso. Y más cuando Cosette venía riéndose de Rocky. Hasta le tomo un par de fotos así. 

 

La hora de bañarse no había sido algo difícil pero últimamente Rocky lloraba cuando su dueño lo mojaba. Lloraba y gritaba como si el agua doliera sin importar el calor y el fuerte sol sobre él. 

 

Intentaron bañarlo al mismo tiempo que Willson para que viera el buen comportamiento de su "hermano mayor" como decía Cosette. Lamentablemente no funcionó. La ansiedad de Rocky terminaba alterando a Willson y así era imposible controlarlos. De manera que a Andrew le tocaba luchar solo con la bestia cada sábado. 

 

No lo dejaban subirse a la cama o a los sillones pero Andrew lo metía en su cama cada noche. La única desventaja era que Rocky se movía mucho, ladraba, movía las patas y hasta aulló un par de veces en sueños. Y en ocasiones Andrew terminaba en una esquina del colchón pues su compañero pasaba toda la noche empujándolo. 

 

Poco a poco Rocky se iba ganando el cariño de la señora Collins. Lo que a ella más gracia y ternura le causaba era verlo sentarse en medio de la cocina mientras ella preparaba la cena. Era adorable ver al cachorro regordete sentado con rostro formal y postura firme suplicando en silencio un bocado de filete. 

 

Hunter también estaba disfrutando de la compañía y el entrenamiento que Andrew y Cosette le estaban impartiendo. Había pedido consejo en el precinto a los colegas que trabajaban con los perros entrenados. Tenía en mira enseñarle a rastrear. Pero eso lo haría poco a poco. 

 

De lo que todos disfrutaban era el momento de alimentarlo. Sin importar si era Andrew, su madre, Hunter o hasta Jack, Rocky obedecía la orden de sentarse y esperar su comida. 

 

En definitiva la vida de Andrew seguía avanzando. Ya no se sentía estancado ahogándose en los problemas, ahora tenía un chaleco salvavidas y la playa a la vista. Seguro que llegaría al muelle. 

 

Seguía sin ser muy activo en las redes sociales, al contrario de su madre y Jack. Pero la galería en su teléfono y computadora estaba llena de fotos. 

 

Un detalle a resaltar en él pues, desde la separación de sus padres no se sacaba fotos. Ni siquiera en su cumpleaños 16. De manera que ver más de 300 fotos era un progreso personal enorme. 

 




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