Entre cintas y balones.

Capítulo 15: La cita perfecta.

Cosette le recomendó llevar a Julieth al club campestre que estaba al norte de la ciudad, en las afueras de hecho. Era lo más elegante que había. Además de tener campo de golf, piscinas, restaurante, bar y una pequeña pista de baile que se alquilaba para eventos sociales. 

 

Al escuchar todos los beneficios Andrew se preguntó cuanto significaba eso en su billetera. Temía que los $30.00 semanales y los pocos ahorros no le serían suficientes para más que un par de refrescos. Sin embargo, su buena amiga Cosette y su familia eran miembros del club, gracias a su padre, quien pensó que sería una buena distracción para los días vacacionales de su hija, pero lo cierto es que ella nunca iba. 

 

Así que hizo las reservaciones correspondientes y obtuvo un gran descuento para miembros. De manera que Andrew podía aspirar a la cita perfecta. 

 

Acordaron que sería sábado pues Cosette le aconsejó:


—Debe ser un día en que no trabajes o podrías salir tarde, llegar sudado o algo peor.

 

Él no se imaginaba que podía ser peor a presentarse oliendo como un obrero frente a la chica que te gusta pero decidió seguir su consejo. 

 

Con aquella excusa, Jack llegó el fin de semana para “sacar a pasear a Rocky”. Así que todo estaba bajo control. 

 

—¿Cuál será la mejor? — Preguntó Andrew con los dos frascos de colonia en el patio trasero de su vecina. 


Jack y Cosette dejaron de lanzarle la pelota a los canes para centrar su atención en aquella sería cuestión.


—Cualquier cosa amigo. Con tal que no lleves olor a pimientos ni salsa de pizza. 
Andrew puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. ¿Cómo es que él era tan popular con las chicas si no parecía esforzarse en su presentación personal? Aunque, no es que Jack necesitara mucho arreglo. Tenía varios factores a su favor: su estatura, sus ojos claros, de esos que reflejan el color que está cerca de ellos, su cabello castaños claros y lacio que eran demasiado obediente como para que pensarás que tenía vida propia. Jack los acomodaba con sus dedos y estos se quedaban así todo el día. 


También tenía la habilidad de ingerir comida chatarra y convertirla en músculos con poco ejercicio, era como si su cuerpo ya hubiera sido moldeado para verse así. De manera que sin importar la ropa que usara se veía bien. O al menos eso decían las chicas. 


—¿Y tú? ¿Qué dices? — inquirió ahora dirigiéndose a ella. 


Cosette observaba cada frasco con detenimiento mientras Jack lanzaba la pelota de nuevo. 


—Sería mejor probarla en la piel. No huelen igual en el frasco — dijo con seriedad. 


Andrew cogió el brazo de su amigo y rocío sobre la piel de su muñeca un poco de la primera opción.


—¡Oye! ¡¿Qué haces?! ¡A mí no me gusta ninguna!
—Prueba ahora — dijo ignorando las quejas de su amigo. 


Cosette tomó la mano de Jack y acercó su rostro a la zona perfumada. Se quedó un par de segundos ahí pensando. 


Jack temía que su pulso acelerado delatara los nervios que sentía al estar en contacto con las suaves manos de Cosette.


—Probemos el segundo — dijo de pronto. 


Andrew repitió el procedimiento en la muñeca derecha de su amigo y Cosette volvió a juzgar. 


—Me gusta más el primero ¿Cuál es? — Habló sin soltar la mano izquierda de Jack luego de volver a absorber el aroma. 
—Aquí dice: Paco Rabanne. Me lo trajo mi papá la navidad pasada. 


“Paco Rabanne” repitió Jack en su mente repasando el estante de perfumes de su padre. 


—Sí. Ese está bien.

 

Recién salido de la ducha, ropa limpia, perfume nuevo y auto encerado partió a su cita. Únicamente se aseguró de dejar las llaves de su casa a Jack pues los Collins habían salido y dijeron que volverían tarde. 

 

Andrew se sintió más que satisfecho consigo mismo y agradecido con Cosette cuando Julieth mencionó el aroma de su colonia. De hecho dijo que “le encantaba que un chico acentuara su aroma con una buena colonia”. 

 

Cuando llegaron al club, fueron a tomar unos batidos de frutas congelados pues hacia un poco de calor aunque a penas fueran las 6 de la tarde. 

 

Cosette había tenido razón en sus instintos. Julieth era simpática, graciosa y hermosa. Se enteró que aquel muchacho engreído que vio el otro día era el hermano gemelo de Julieth, un detalle que su amiga no mencionó. Pero eran de esos gemelos que irónicamente no se parecían gracias a sus esfuerzos por verse diferentes. Lo único que compartían eran los ojos verdes y unos pocos rasgos faciales. 

 

Él tenía el cabello rubio y con ondas desordenadas. Ella lo alisaba con una plancha para cabello. Él era alto, casi tanto como él mismo. Ella, bajita y menuda aunque era un par de centímetros más alta que Cosette. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.