Entre cintas y balones.

Capítulo 18: Las despedidas.

A la semana siguiente Cosette estaba mucho mejor gracias a los minuciosos cuidados de Jack. Sin embargo el tema: resfriado, no terminó ahí. 

 

En realidad Rocky mostraba signos de estar resfriado. Y seguramente tenía algo que ver el que había tenido que bañarlo tres veces en la semana en lugar de una, pues se dedicó a excavar en el patio trasero y cuando Andrew regaba el césped Rocky se metía en la piscina de lodo. 

 

Así que cuando llegaba la noche estornudaba y roncaba de forma estruendosa despertando a su dueño. Ya que los síntomas se le pasaban en la mañana cuando estaba más caliente el clima Andrew no le dio mayor importancia.

 

Pero una noche, el cachorro respiraba con dificultad y estornudaba. Intentaba limpiarse la nariz con sus patas pero solo conseguía desesperarse con la humedad que escurría de las fosas nasales y lloraba. 
Andrew lo cubría con mantas pero al poco tiempo estaba descubierto y estornudando de nuevo. Despertaba ladrando por las pesadillas pero se ahogaba en la flema que resonaba en su pecho cuando respiraba. 

 

Eran ya más de la una de la madrugada y Andrew no encontraba que hacer. Marcó el número de Cosette y puso la cubeta que utilizaban para intercambiar los mensajes a través de las ventanas, instalaron un pequeño sistema de cuerdas para moverla de un lado a otro. La agitaba para hacer ruido en su ventana hasta que ella encendió la luz. 

 

—¿Qué ocurre? — Preguntó somnolienta desde el otro lado con el teléfono en su oreja. 
—Rocky está enfermo. No puede dormir y no sé qué hacer. ¿Qué hago? — dijo con desesperación. 
—Mejor tráelo. Iré a abrirte. — Y colgó la llamada. 

 

Andrew cogió al cachorro en brazos envolviéndole en su frazada antes de salir de casa cuidando no hacer ruido pues su madre y Hunter ya dormían e iría a trabajar al día siguiente. 

 

Cosette le hizo señas para que entrara y subieron juntos hasta la habitación. 

 

—Espérame aquí — pidió sacando a Wilson de la habitación. 


Cuando regresó traía un aparato que se parecía a un extractor de jugos. Llenó el vaporizador con agua y lo conectó. Le pidió cerrar la ventana y poner algo de su ropa sucia en la ranura bajo la puerta.  Andrew hizo todo lo que le pidió dejando a Rocky en el suelo. 

 

—Ven aquí lindo — le dijo a Rocky con cariño. Tomó una toalla húmeda para bebés y la pasó rápidamente por su nariz para limpiar lo que escurría. 

 

Rocky se desesperó al sentir aquello impidiéndole respirar un segundo. Ella lo tranquilizó abrazándolo y le mostró que no le pondría cerca el pañuelo. Fue a sacar una camiseta de una caja que tenía en el armario y se la puso. 

 

Ella se metió a la cama abrazando a Rocky que lo había envuelto en un capullo de tela. Andrew seguía ahí parado sin saber que hacer. 

 

—¿No vas a acostarte? — Preguntó ella desde la cama.
—Pues… No sé…
—Vamos. Es tarde y de todas formas llorará si no te ve. Hay suficiente espacio — dijo haciéndole un lugar dejando a Rocky en el centro de la cama. 

 

Él dudó un momento. ¿Eso podía hacerse? Es decir ¿Podías dormir con tu mejor amiga y tu perro en la misma cama? Claro que era una situación de emergencia. Rocky estaba enfermo. 

 

Definitivamente no le contaría a Jack sobre eso. Si no, le mataría por dormir con ella, se enfadaría. Aunque estaba casi seguro que ellos ya habían compartido dicha experiencia la semana pasada en que él pasó cuidándola. No durmió ahí más que la primer noche en que la encontraron enferma pero el resto del tiempo pasó encerrado con ella en esa casa. Y ahora él estaba ahí en su habitación.

 

Con todos los nervios y remordimientos de mundo se metió a la cama quedándose en el borde del colchón. Rocky se revolvía buscando acomodarse pero ella lo abrazaba acercándolo a su pecho y con ello se quedaba quieto. 

 

A los pocos minutos Rocky se quedó dormido al igual que ella. Andrew se acomodó un poco más al ver los centímetros disponibles y se dedicó a ver los estantes de juguetes. 

 

Las muñecas ya no estaban de ese lado de la habitación, ahora se encontraban junto a la pared de los poster y los juguetes militares tomaron su lugar en los estantes junto a la cama. “Después de todo si nos escuchó” pensó Andrew antes de cerrar los ojos. 

 

De pronto sintió movimiento en el otro extremo de la cama. Sin darle importancia se cubrió de nuevo con la sábana y siguió durmiendo. 

 

Cuando abrió los ojos, sin saber qué horas eran, se dio cuenta que solo Rocky y él estaban en la cama. La puerta de la habitación estaba abierta y el vaporizador apagado. Suponiendo que ella se habría levantado al baño o a la cocina abrazó la enorme almohada y cerró los ojos. 




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