Entre cintas y balones.

Capítulo 28: 18 velas.

Aun estaba oscuro cuando Willson llegó a despertar a Cosette. Lo hacía todas las mañanas. Lamía su mano o su rostro si la encontraba cerca de la orilla de la cama. O tocaba con la nairz húmeda su espalda. Y su último recurso era tocarla con su pata. Esto lo hacía en casos de emergencia como cuando tenía hambre o necesitaba que ella abriera la puerta del patio.

 

Esta vez hizo uso de tocar con su nariz mojada la suya. Ella se cubrió con la sábana y giró sobre el colchón. 

 

Cosette palpó a su alrededor en busca del teléfono y vio lo temprano que era. Extrañada se giró hacia su perro quien estaba al lado de la cama mirándola con alegría y agitando la cola. Ella lo acarició con cariño en la cabeza y el comenzó a lamer su mano y su brazo. Ella se apartó al ver que la estaba dejando llena de saliva. Entonces Willson puso su enorme pata blanca sobre el brazo de Cosette.


—¿Qué? Es muy temprano. ¿Para que has despertado antes? 


Willson se sentó y volvió a tocar el colchón con su pata. Ella le miraba con sospecha. 


—¿Es urgente? — Preguntó. 


Willson movió sus orejas hacia el frente y suspiró. 


—Ah. Ok. Vamos — dijo saliendo de la cama. 


Era octubre y comenzaba a estar fresco. Así que se abrazó a si misma al bajar y abrir la puerta. La dejó abierta para cuándo volvió a subir a su habitación pasando primero por el cuarto de baño. 


—Bonjour mademoiselle — escuchó que alguien dijo a sus espaldas mientras estaba hecha un ovillo de nuevo.
—Bonjour docteur. ¿Por qué están despiertos tan temprano? — Se quejó abrazando la almohada.


Sintió el peso a su lado y unos brazos que la rodearon. 


—No te creo que lo hayas olvidado — dijo su hermano de nuevo en francés. 
—Estoy dormida — respondió contra su camisa. 
—¡Oficial presente! — anunció con voz firme. 


De inmediato ella se incorporó de la cama conteniendo un bostezo pero le fue imposible así que se cubrió la boca con las manos. 

 

—Descanse Brigadier general. Usted Coronel. Feliz cumpleaños. 

 

Cosette sonrió y saltó sobre la cama para abrazarle. 

 

—Gracias Teniente. Buenos días papá.
—Buenos días hija — dijo correspondiendo el abrazo.

 

Aunque ella fuera mucho más baja y menuda que él, quién podía envolverla con un solo abrazo, le besó el cabello y acarició la espalda.


—¿Bajamos a desayunar? Ya tengo algo de hambre — habló el médico. 


Sin esperar respuesta tomó de la mano a su hermana para arrastrarla escaleras abajo hasta la sala donde habian unos regalos en el sofá y un pequeño pastel de chocolate en la mesa. 


Entusiasmada sopló las 18 velas del pastel y comenzó a abrir los regalos. No le importaba si eran caros o no, grandes o pequeños, nuevos, heredados o de segunda mano sacados de una venta de garage. Le importaba la intensión. 

 

Su hermano le obsequió una sudadera marrón con una calabaza sangrienta en el frente al lado de una lápida gris que tenía sus iniciales. Le dio un abrazo y un nuevo beso como agradecimiento. 

 

Su padre le dio una caja cuadrada de tamaño mediano. Era un rompecabezas a escala de más de 800 piezas para armar una Carabela del siglo XVII. Era un modelo de la Marina Real Británica. Sabía que le gustaba armar cosas. 

 

Encontró otro par de regalos bastante obvios tomando en cuenta quienes los enviaban. Un par de botas militares y una chaqueta verde militar con las siglas de la Fuerza aérea en la espalda. Pues eran de un par de amigos de su padre que la conocían desde pequeña. 

 

—Creo que ahora ya tienes el uniforme completo — se burló Franklin. 
—Este día estará absuelta de escuela Teniente — anunció su padre en su habitual tono serio.
—¿De verdad papá? — Preguntó con alegría. 
—Sí. No he pedido licencia para estar solo en casa mientras tú vas a la escuela para hacer cosas ilegales. 


Ella sonrió abrazándolo.


—No puedo hacer cosas ilegales papá. El vecino es policía ¿Recuerdas?

 

Comían del pequeño pastel cuando escucharon ruidos en la puerta principal.

*** 

En casa de los Collins. Andrew, Jack y Katsumi planearon la sorpresa para Cosette. Le harían un pastel y llegarían a despertarla seguros que el padre y hermano de la cumpleañera llegarían hasta la noche. 

 

Pero ya que los chicos no eran buenos cocineros la señora Collins se ofreció a preparar la tarta y ellos le pondría las capas de blanco turrón. 

 




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