Cada viernes, durante nuestras presentaciones de español, tenía la oportunidad de verlo de cerca. Ese día nos tocaba hablar sobre nosotros mismos, para que nos conocieran mejor, y también sobre las comidas típicas de nuestros países. Mientras los demás presentaban, yo no podía dejar de robarle miradas a Marcos. A veces, cuando el maestro hacía preguntas, él volteaba hacia mí, como si esperara que fuera yo quien respondiera. Y cuando hablaba, notaba cómo sonreía un poco, como si realmente le interesara lo que decía. Aunque ambos éramos tímidos, sentía una conexión con él, algo invisible, como si un imán nos atrajera sin que pudiéramos evitarlo.
Editado: 03.03.2025