Pasaron los días y Valentina y Marcos comenzaron a hablar más seguido. Al principio, solo en clase de español, pero poco a poco, las conversaciones se extendieron a los pasillos, mensajes por Instagram y hasta pequeñas risas compartidas en los cambios de clases.
También empezaron a estudiar juntos y hacer los trabajos en equipo. Lo que antes eran simples interacciones se convirtieron en momentos especiales para Valentina. Se dio cuenta de que Marcos no solo era tímido y dulce, sino también tenía un gran sentido del humor y una forma de ver el mundo que la atrapaba cada vez más.
Una tarde, después de haber trabajado en una tarea de español, Marcos la miró con una sonrisa y, con un poco de nerviosismo, le dijo:
— Oye… no sé si te gusta el helado, pero… ¿quieres ir por uno?
Valentina sintió su corazón acelerarse, pero intentó mantener la calma.
— ¡Obvio! Me encanta el helado.
Fueron juntos a una heladería cerca de la plaza. La brisa fresca hacía que las hojas de los árboles susurraran, como si quisieran acompañarlos en aquel momento especial. El cielo pintado con tonos anaranjados y rosados hacía que la tarde se sintiera mágica.
Valentina pidió helado de vainilla, su favorito, y Marcos eligió chocolate. Se sentaron en una banca de la plaza, disfrutando del atardecer y de la compañía del otro. En ese momento, no necesitaban palabras, porque el simple hecho de estar ahí juntos lo decía todo
Editado: 03.03.2025