Las Bifurcaciones pueden clasificarse en cuatro tipos,
se toman en cuenta diferentes caracteristicas.
Cada tipo representa un nivel de dificultad, de menor a mayor son:
Corazón, Trébol. Diamante y Pica.
Me encontraba sentada en el banquillo de la barra que separaba la cocina de la sala de estar, en el lado de la cocina se encontraba mi hermano “““preparando””” la comida, Tenia que usar muchas comillas porque, aunque él insistió que ese era el caso en realidad no tenía que hacer nada.
Dentro de este departamento en la Acronopolis el proceso para cocinar resultó ser bastante sencillo: lo primero era buscar en los cajones y estantes la caja con la comida que uno quería, segundo había que sacar agua de la heladera y echarla dentro de la caja con la comida y por último ponerlo a calentar en el microondas o el horno; este último paso es justo el que Liceo llevaba a cabo en este momento.
Ni siquiera se tomó las molestias de calentar el horno el maldito simplemente puso las cajas en el microondas y una vez que este terminó su trabajo Liceo pasó la comida lista de sus cajas a unos platos de porcelana y las sirvió en la barra donde estaba sentada. Yo ya había colocado los vasos y los cubiertos y para tomar solo teníamos más agua.
–Aunque tenía mis sospechas tengo que admitir que esto se ve riquísimo, se me hace agua la boca. –Colocó los platos con la comida. Se trataba de milanesas de carne napolitanas con puré de papas.
El exquisito aroma salió del plato para volar directo hacia mis fosas nasales. –Huele demasiado bien para haber salido de una caja de madera –comenté preparándome–. Solo espero que sepa igual.
–Claro que lo hará –se puso a presumir mi hermano, y siempre me molesta cuando hace eso de creerse la gran cosa–. Después de todo yo lo hice.
No pude resistirlo y dejé que el sentimiento, no, la necesidad de fastidiar a Liceo saliera de mi cuerpo. –No hiciste una mierda Liceo, si la comiera dependiera de ti estarías sirviendo un pedazo de carbón y agua amarilla.
Las carcajadas desbordaron de mi cuerpo cuando note su expresión de enfado, como inclina las cejas e infla los cachetes da como resultado una cara muy graciosa. –Que tonta, no te creas la jefa solo por ser mujer.
–¿Qué tiene que ver que sea mujer idiota?
–Yo se cocinar mucho mejor que tú, siempre estoy al lado de papá ayudándolo en la cocina a la hora del almuerzo mientras tu jugabas afuera con los perros como la sucia que eres.
No podía creerlo, estaba inventando cualquier cosa. –Date cuenta, no lo ayudabas a papá en la cocina. Él solo fingía que lo hacías, como mucho lavabas las cosas y encima quedaban mal lavadas.
Liceo entrecerró sus ojos violetas. –Sucia mentirosa. –Al terminar de hablar cortó un pedazo de la carne para pasarla por el puré y llevarla a su boca, exagerando cada mordisco para presumírmelo en la cara–. Exquisito.
Decidí imitarlo e hice lo mismo, realmente sabía muy bien esa comida. –Sin duda lo está. –Tragué con fuerza y me incline a un costado para ver los electrodomésticos detrás de Liceo–. Muchas gracias por tu arduo trabajo en la cocina.
Normalmente para este punto alguno de nuestros padres suele intervenir para detener la discusión, solo que ahora ellos no estaban presentes porque salieron de vacaciones y nosotros dos estamos en un lugar raro fuera del espacio-tiempo.
Entrecerré mis ojos al igual que mi hermano y ambos nos dimos afiladas miradas, nuestras pupilas conectadas entre sí no se separaban del otro a la par que seguíamos comiendo. Estaba claro que el primero que parpadeara o separara la vista perdería y el ganador se lo refregaría en la cara.
Pero fue entonces que alguien tocó la puerta del departamento, ni Liceo o yo le dimos importancia a eso, ningún se inmuto. Mantuvimos nuestro enfrentamiento de miradas cuando la puerta volvió a sonar por una segunda y tercera vez seguidas <Si se tratara de Ana Sol simplemente entraría por un portal como hizo antes> le dije con la mirada a mi hermano para que no me hiciera ganar tan fácil.
<Alguien se debe haber equivocado de departamento> agregó él.
Para la cuarta vez ya no fue solo un golpe, sino que esta vez vino acompañada de una voz, una ligeramente conocida. –Eh ¿Hola? ¿Hay alguien dentro, dentro? Soy Isa, con quien hicieron la misión ayer a la tarde.
Tanto Liceo como yo nos quedamos igual de sorprendidos ante eso e inconscientemente volteamos al unísono nuestras cabezas hacia la puerta, los dos perdimos a la par pero eso no nos importaba. –¿Qué está haciendo ella aquí? No le encuentro sentido.
Mi hermano dio una gran bocanada de aire. –Ah cierto, por eso.
–¿Por qué? –Me giré para mirarlo, había algo de lo que me estaba olvidando.
–Y qué sé yo si tengo la misma información que tu ¿ves que eres tonta?
Cerré mi mano en un puño para golpearlo en el brazo. –Por estúpido anda a abrirle ahora. –Y lo más gracioso de todo fue que sí lo hizo. Sobándose la zona del antebrazo donde le pegue Liceo se puso de pie para abrir la puerta, desde mi asiento asome la cabeza para poder verlo mejor.
Mientras que con una mano se rascaba su pelo rojo su otra mano se apoyó en la cintura. –Ah sí, Trebor ¿Verdad? ¿Qué pasa? ¿Ana Sol te mandó a llamarnos? –Mi hermano no suele actuar de esa forma y por un segundo tuve la sospecha de que quizás se había enamorado a primera vista, solo que me costaba mucho pensar eso, así que descarte la idea.
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Editado: 26.01.2024