Entre colinas y secretos

Capítulo 11: Crecer entre distancias

La primavera seguía avanzando, y con ella, la relación entre Tomás y Elena se hacía más evidente. Caminaban tomados de la mano por las calles del pueblo, compartían risas y miradas que Sebastián no podía ignorar.

Cada encuentro era un recordatorio de lo que él no podía tener, y aunque intentaba sonreír y comportarse como siempre, la tristeza le pesaba en el pecho.

En clase de historia, Sebastián observaba a Tomás dibujando un corazón en su cuaderno, con las iniciales de Elena dentro.

“Eso debería doler menos… debería alegrarme por ellos…
pero no puedo” —pensó, cerrando su propio cuaderno con fuerza.

Durante el recreo, Tomás lo buscó como siempre.
—¡Seb! ¿Quieres venir conmigo y Elena a dar una vuelta al lago? —preguntó, con su habitual entusiasmo.

Sebastián dudó. Su corazón gritaba que dijera que sí, pero la tristeza y el miedo lo hicieron mentir.
—Hoy no… tengo que terminar unos apuntes.

Tomás asintió, sin insistir demasiado, pero Sebastián notó una pequeña sombra en su mirada antes de que se alejara con Elena.

Esa tarde, Sebastián se quedó solo en la biblioteca, escribiendo otra carta que jamás enviaría.

“Te amo, Tomás.
Y cada día que pasa siento que te pierdo un poco más.
Pero prometí ser tu amigo, y cumpliré esa promesa.
Aunque duela.”

El silencio del lugar parecía abrazarlo, y por primera vez entendió algo importante: el amor no siempre se trata de recibir algo a cambio, sino de aceptar, cuidar y esperar.

Cuando salió de la biblioteca, la luz del atardecer iluminaba el lago.
Se acercó, dejando que la brisa acariciara su rostro. Cerró los ojos y susurró:
—Algún día… Tomás, sabrás todo.

Esa noche, antes de dormir, Sebastián escribió en su cuaderno:

“Crecer duele.
Amar en silencio duele aún más.
Pero si quiero ser valiente… debo prepararme para enfrentar lo que siento.”

Aunque la relación entre Tomás y Elena seguía creciendo, Sebastián empezó a reconocer su propia fuerza.
Sabía que algún día tendría que hablar, y ese pensamiento, aunque aterrador, le dio un pequeño rayo de esperanza.




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