Entre colinas y secretos

Capítulo 14: Pequeños gestos que duelen

El verano avanzaba lentamente en Inverbrae, y los días largos traían consigo risas, sol y conversaciones que Sebastián observaba desde la distancia.
Tomás y Elena eran inseparables, y cada pequeño gesto entre ellos se clavaba en el corazón de Sebastián como agujas invisibles.

Un día, en la plaza del pueblo, Sebastián los vio compartir un helado.
Elena reía mientras Tomás le daba un pequeño trozo de chocolate.
Sebastián se acercó para saludarlos, pero su sonrisa se sintió forzada.
—¡Hola, Seb! —dijo Tomás, sin notar la sombra de tristeza en sus ojos—. Mira, Elena me dejó probar su chocolate favorito.

Sebastián asintió y sonrió, aunque por dentro sentía que algo se rompía.

“Cada gesto de ellos me recuerda lo que no puedo tener… y me hace amarte más.”

Esa misma tarde, caminando por el lago, Sebastián se encontró con Tomás solo por un momento.
Se sentaron en una roca, viendo cómo el agua reflejaba el cielo naranja del atardecer.
—Hoy ha sido un día raro —dijo Tomás—. Elena y yo tuvimos una pequeña discusión, pero todo está bien ahora.

Sebastián lo escuchaba, y aunque deseaba acercarse más, contenerse era su única opción.
—Me alegra que todo se arreglara —respondió, con voz calmada.

Por un instante, Tomás lo miró fijamente, con una expresión diferente, más cercana.
—Seb… gracias por escucharme. Siempre estás ahí para mí.

El corazón de Sebastián latía con fuerza.

“Siempre estaré ahí… aunque duela.”

Esa noche, Sebastián escribió en su cuaderno:

“Pequeños gestos que duelen y consuelan.
Cada mirada, cada palabra, cada instante que compartimos me hace amarte más.
Y cada sonrisa que no es para mí, me recuerda lo imposible que es este amor.”

A pesar de la tristeza, Sebastián comenzó a valorar esos momentos de cercanía, aunque fueran breves.
Aprendió que el amor no solo duele cuando no es correspondido, sino también cuando se mantiene silencioso y sincero, respetando lo que el otro siente.

Mientras la luna iluminaba el lago, Sebastián suspiró, decidido:
—Algún día, Tomás… te diré todo.
Y aunque el camino sea doloroso, no puedo seguir ocultando mi corazón.




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