Una tarde, mientras caminaban por el sendero que llevaba al lago, Tomás tropezó con una raíz y Sebastián lo sostuvo.
Por un instante, sus manos se rozaron y la mirada de Tomás se encontró con la suya.
—Gracias… —dijo Tomás, con una sonrisa que Sebastián sintió hasta en los huesos.
Ese momento, breve y sencillo, llenó de esperanza el corazón de Sebastián.
“Si tan solo pudiera decirte lo que siento en este instante…
si tan solo supieras que cada roce me consume por dentro.”
Los dos caminaron juntos, compartiendo recuerdos de la infancia y sueños que aún tenían. Sebastián se dio cuenta de que, aunque Tomás estaba con Elena, esos pequeños momentos podían acercarlos de manera especial.
Esa noche, escribiendo en su cuaderno, Sebastián anotó:
“Hoy, un simple gesto bastó para recordarme que te amo.
Y aunque duela, estoy aprendiendo a vivir con este amor que no se atreve a hablar.”
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Editado: 25.10.2025