El sol se había escondido tras las colinas, y el lago reflejaba un cielo teñido de naranja y violeta.
Sebastián sentía el corazón desbocado mientras sostenía la carta en sus manos.
—Tomás… hay algo que debo decirte —comenzó, con la voz temblorosa.
Tomás lo miró, serio y atento, sin interrumpirlo.
—¿Qué pasa, Seb? —preguntó suavemente.
Sebastián tragó saliva y abrió la carta.
—He querido decirte esto desde hace mucho tiempo… pero no podía. No quería perder tu amistad.
Tomás permaneció en silencio, alentándolo con la mirada.
—Tomás… yo… te amo —dijo Sebastián, con la voz apenas audible.
Las palabras flotaron entre ellos como un suspiro detenido.
Tomás parpadeó, sorprendido.
—Seb… yo… —intentó hablar, pero Sebastián levantó la mano.
—No tienes que decir nada ahora —continuó Sebastián—. Solo necesitaba que supieras la verdad.
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Editado: 27.10.2025