Entre colinas y secretos

Capítulo 32: Cercanía inesperada

Esa misma tarde, mientras descansaban en la orilla del lago, Tomás se acercó sin darse cuenta, y sus hombros se rozaron.
—¡Oh! —dijo Tomás, un poco sorprendido—. Bueno… supongo que no importa.

Sebastián sintió que el corazón casi se le escapaba.

“Cada roce, cada gesto… es un recordatorio de que esto puede ser real.”

Tomás miró al horizonte y luego a Sebastián:
—Sabes, Seb… estoy empezando a darme cuenta de lo mucho que valoro nuestra amistad.
—Yo también, Tom —respondió Sebastián, con la voz suave—. Más de lo que puedo explicar.

El viento movía sus cabellos, y en ese instante, ambos sintieron una conexión silenciosa, intensa, que hablaba más que cualquier palabra.




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