Una tarde soleada, Sebastián y Tomás caminaban cerca del lago, riendo como solían hacerlo cuando eran niños.
Tomás se detuvo y miró a Sebastián:
—Sabes, Seb… he estado pensando mucho en nosotros últimamente.
Sebastián sintió un cosquilleo en el pecho.
—¿Nosotros? —preguntó, intentando mantener la calma.
—Sí… tú y yo —dijo Tomás, con una sonrisa tímida—. Me doy cuenta de que te aprecio más de lo que imaginaba.
Sin pensarlo, Tomás tomó la mano de Sebastián, entrelazando sus dedos suavemente.
El corazón de Sebastián dio un vuelco y una ola de felicidad lo inundó.
“Finalmente… estamos dando este paso juntos.”
Ambos caminaron en silencio, disfrutando de la cercanía y del calor de la mano del otro.
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Editado: 27.10.2025