Los días siguientes fueron una mezcla de risas, caricias y miradas cómplices.
Sebastián y Tomás caminaban por Inverbrae como una pareja, disfrutando de la libertad de su amor recién confesado.
—No puedo creer que todo esto esté pasando —dijo Sebastián, mientras caminaban por la colina al atardecer—. Después de tanto tiempo… estamos juntos.
Tomás sonrió y apretó suavemente su mano:
—Siempre estuviste en mi corazón, Seb. Solo necesitaba darme cuenta.
Esa noche, Sebastián escribió en su cuaderno:
“Después de tantos silencios, miedos y dudas… finalmente estamos juntos.
Nuestro amor florece lentamente, lleno de ternura y felicidad.
Tomás y yo… somos uno, y no hay nada que pueda cambiarlo.”
La brisa del lago parecía celebrarlo con ellos, y en Inverbrae, bajo la luz de la luna y las estrellas, Sebastián y Tomás comenzaban su historia de amor más feliz y verdadera.
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Editado: 27.10.2025