Entre Copas y Letras

V. Jugando con Fuego

Desde el momento en que defendió a Camila en la calle, algo dentro de Mariana cambió. No podía dejar de pensar en ella. Por más que intentaba concentrarse en otras cosas, la imagen de Camila, con su mirada desafiada pero vulnerable, la perseguía. Nunca había sido una persona que se distraía fácilmente, pero había algo en esa mujer que la inquietaba profundamente.

A lo largo de la tarde, mientras atendía el bar junto a su amigo, la mente de Mariana se desvió constantemente hacia Camila. "¿Qué hace una escritora famosa como ella aquí? ¿Por qué alguien como ella escribe sobre algo que claramente no entiende?", pensaba. Mariana siempre había sido crítica, especialmente cuando se trataba de temas que le tocaban de cerca. Para ella, las novelas lésbicas no eran solo historias, sino representaciones de algo que la había definido toda su vida.
—¿Por qué tan callada hoy? —preguntó su amigo, Pablo, mientras limpiaba algunos vasos detrás de la barra—. No es típico de ti.
—¿Has oído hablar de Camila Moreno? —respondió Mariana, sin apartar la vista de la botella que estaba secando con un trapo.
—¿La escritora famosa? ¿La que escribe esas novelas? —Pablo asintió—. Claro, ¿quién no? Todo el mundo habla de ella. ¿Por qué lo preguntas?
—Ella está aquí, en el pueblo —contestó Mariana con desdén—. Y honestamente... no entiendo qué hace escribiendo sobre relaciones que claramente no conoce. Sus escenas parecen... inventadas, irreales.
Pablo se echó a reír.
—Vamos, Mari. Es ficción. No todo tiene que ser auténtico.
—Tal vez, pero eso no significa que debas escribir sobre algo que nunca has vivido. Es como si yo escribiera sobre... no sé, volar un avión. Simplemente no tiene sentido. —Mariana frunció el ceño, aún irritada por lo que había leído hasta ahora de las novelas de Camila.

Después de un rato, Mariana decidió que necesitaba despejar su cabeza. Sin decir mucho más, dejó el bar en manos de Pablo y caminó sin rumbo por las calles del pueblo. Finalmente, sus pasos la llevaron hasta la librería. Desde fuera, el lugar era cálido y acogedor, con estanterías repletas de libros de todo tipo. Sin pensarlo demasiado, entró.
El ambiente dentro de la librería estaba en completo contraste con el bullicio del bar. Era un espacio tranquilo, con olor a papel viejo y café recién hecho. Mariana se paseó entre las estanterías hasta que, casi sin querer, sus dedos rozaron una de las novelas de Camila. La portada era atractiva, y su nombre, conocido mundialmente, la miraba de vuelta desde las letras en relieve.
Con una sonrisa irónica en los labios, tomó el libro y se sentó en una mesa apartada. Empezó a leer. Las primeras páginas eran interesantes, una introducción típica de un romance, con personajes atractivos y misteriosos. Sin embargo, cuando llegó a las escenas íntimas, su interés se transformó en frustración. Los detalles eran vagos, casi torpes. "¿En serio?", murmuró mientras leía. "¿Es esto lo que cree que pasa entre dos mujeres?"

A medida que avanzaba, su incomodidad creció. Estaba a punto de cerrar el libro con frustración cuando escuchó una voz a sus espaldas.
—¿Así que tú lees mis novelas? —era Camila, que había entrado a la librería y la miraba con una mezcla de curiosidad y burla.
Mariana levantó la vista, sorprendiéndose de verla allí, pero no perdió la oportunidad de responder con la misma intensidad.
—Alguien tiene que juzgar lo que escribes —respondió con sarcasmo—. Aunque debo decir que lo que he leído hasta ahora... es bastante decepcionante.
Camila entrecerró los ojos, visiblemente irritada.
—¿Y qué te hace a ti una experta en esto?
Mariana dejó el libro sobre la mesa y se puso de pie, acercándose lentamente a Camila. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea, pero no le importaba.

—Digamos que sé mucho más sobre lo que escribes que tú —respondió con voz firme, inclinándose ligeramente hacia ella.
Camila retrocedió un paso, claramente incómoda, pero intentando mantener su postura desafiante.
—Eso es muy pretencioso de tu parte. No necesitas vivir algo para escribir sobre ello —contestó, aunque su tono de voz no era tan seguro como antes.
Mariana sonrió, saboreando el nerviosismo en el aire. Se acercó más, hasta que apenas quedaba espacio entre ellas.
—Dime una cosa, Camila. —Su voz bajó a un susurro, justo al lado de su oído—. ¿Alguna vez has besado a una mujer? ¿Sentir sus manos recorriendo tu piel? Porque lo que escribes... —hizo una pausa deliberada—. No tiene nada de real.
Camila contuvo el aliento, incapaz de moverse por un instante. Sentía el calor de Mariana muy cerca, demasiado cerca, y aunque su cabeza le gritaba que se apartara, su cuerpo se quedó paralizado.
Mariana notó la tensión y sonrió.
—Si alguna vez quieres saber cómo es realmente... yo podría enseñarte.
Las palabras eran suaves, pero cada una de ellas llevaba una carga que electrificó el ambiente. Camila, nerviosa, retrocedió bruscamente, empujando a Mariana con un movimiento torpe.
—¡Estás loca! —exclamó, su rostro ardiendo de vergüenza y confusión.
Mariana solo la miró con una sonrisa satisfecha.
—No, solo soy honesta. Si alguna vez te animas... ya sabes dónde encontrarme.
Camila, sin saber qué más decir, salió casi corriendo de la librería, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Mientras tanto, Mariana la observaba desde la distancia, cruzando los brazos con una mezcla de diversión y algo más, algo que no podía definir todavía.

Dejó el libro en la mesa y se dirigió a la salida. La sonrisa en su rostro no desapareció en ningún momento. Mientras caminaba de vuelta al bar, la sensación de haber ganado algo en ese pequeño juego la acompañaba. Camila estaba en su cabeza, y aunque ella intentara negarlo, ya no podía ignorar la atracción que sentía hacia esa mujer. Y ahora sabía que, de alguna manera, también había logrado sacudir a Camila.



#2764 en Novela romántica

En el texto hay: romance, lesbica, lgbt+

Editado: 17.02.2025

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