Camila no sabía qué pensar exactamente mientras se alistaba para la fiesta en el bar de Mariana. Había pasado la tarde dándole vueltas al encuentro en la puerta de su casa. Ver a Mariana disculpándose la había dejado con una mezcla de emociones: sorpresa, alivio, y quizá una pizca de intriga.
Decidida a no quedarse atrapada en sus pensamientos, Camila se vistió con un vestido elegante pero con un toque sexy, nada demasiado atrevido, pero suficiente para sentirse segura de sí misma. Ana, su hermana, estaba emocionada por la fiesta, insistiendo en que irían y se divertirían. "Es solo una noche, Camila. Te va a hacer bien", le había dicho antes de salir.
Cuando llegaron al bar, el lugar estaba lleno, la música vibraba suavemente en el ambiente, y las luces creaban una atmósfera festiva. Al entrar, Camila sintió de inmediato la mirada de Mariana sobre ella. Había una sonrisa en los labios de Mariana, algo más suave que su habitual actitud. Camila sintió una ligera incomodidad, pero al mismo tiempo, una calidez que no podía negar.
Mariana se acercó con pasos tranquilos, su presencia magnética como siempre. "Me alegra que hayas venido", dijo con una sonrisa, agradeciéndole su asistencia. A pesar de la multitud, era como si en ese momento solo estuvieran las dos.
Con el pasar de las horas, la fiesta avanzaba. Ana se había encontrado con unos amigos y estaba conversando animadamente en otro rincón. Camila, sin embargo, se quedó sola, observando cómo la noche avanzaba. Mariana, notando su soledad, se acercó nuevamente. "¿Te gustaría salir un poco? Está lleno aquí dentro. Vamos a tomar un poco de aire", sugirió Mariana, y Camila, agradecida por la idea, asintió.
Fuera del bar, el aire fresco de la noche fue un alivio. Caminaban juntas en silencio por unos momentos, el sonido distante de la música aún audible. Mariana fue la primera en romper el silencio. "¿Cómo te ha ido en el pueblo hasta ahora?", preguntó, con un tono más suave del que solía usar.
Camila levantó la vista, sorprendida por el interés genuino de Mariana. "Es... diferente a lo que recordaba. Supongo que las cosas han cambiado mucho desde que me fui".
Mariana asintió lentamente, mirando a Camila con una mezcla de curiosidad y algo más. "Y en tu vida personal, ¿cómo estás? ¿Tienes pareja?"
La pregunta cogió a Camila por sorpresa. Le tomó unos segundos responder. "No, no tengo. Tenía, pero fue un desastre." Sonrió amargamente al recordar a su exnovio. "Estaba comprometida, pero todo se fue al traste. Al final, me di cuenta de que... él no era lo que necesitaba."
Mariana la observó en silencio, tomando cada palabra con atención. "Eso suena complicado", dijo, aunque su mirada parecía buscar algo más profundo. "¿Qué fue lo que falló?"
Camila suspiró, sintiendo que la barrera que había construido empezaba a desmoronarse un poco. "No lo sé. Creo que él nunca entendió quién soy en realidad. Y yo tampoco lo supe hasta que todo terminó."
Mariana se acercó un poco más, su tono cambió, volviéndose más suave. "¿Y crees que ya lo sabes?"
Camila la miró, sintiendo su corazón latir con fuerza, cada palabra de Mariana resonando más cerca de lo que jamás había esperado. "Aún lo estoy averiguando", susurró.
La tensión en el aire era palpable, y aunque ninguna de las dos dijo más, ambas sabían que la conversación no había terminado. La noche estaba lejos de acabar.
Mientras la noche se tornaba más oscura, la conversación entre Camila y Mariana fluía con una curiosidad que se sentía casi eléctrica. Camila decidió arriesgarse y dar un paso más. "¿Y tú? ¿Con quién vives, Mariana?" preguntó, su tono ligero, pero la curiosidad palpable.
Mariana sonrió, una expresión que ocultaba mucho más de lo que mostraba. "Vivo sola", contestó, con una sinceridad que sorprendió a Camila. "Mis padres... bueno, nunca supieron cómo aceptarme por quien soy en realidad. Crecí en un hogar muy tóxico, donde ser yo misma no era una opción." Su voz era tranquila, pero había una tristeza latente en sus palabras.
Camila escuchó atentamente, el corazón apesadumbrado al imaginar lo que Mariana había pasado. "¿Y qué hiciste después?", preguntó, sintiéndose más cercana a ella.
Mariana continuó, su mirada perdida en la distancia. "Cuando cumplí dieciocho años, decidí mudarme aquí para vivir con mi abuela. Pensé que sería un nuevo comienzo, pero... ella falleció un año después." Se detuvo un momento, dejando que sus palabras se asentaran. "Fue duro. Perderla significó perder el único lugar donde realmente me sentía aceptada."
"Lo siento mucho, Mariana", murmuró Camila, la tristeza llenando su pecho. Era difícil imaginar a la mujer fuerte y decidida que había conocido, enfrentando esos momentos de soledad y dolor. "No puedo imaginar lo que debiste sentir."
Mariana sonrió suavemente, pero sus ojos mostraban un destello de vulnerabilidad. "Gracias. Eso significa mucho."
Camila sintió que había cruzado una línea, una conexión más profunda estaba floreciendo entre ellas. Sin embargo, había una pregunta que no podía dejar de lado. "¿Tienes pareja?" La curiosidad, mezclada con un deseo de saber más, la llevó a preguntar.
Mariana se tomó un momento, como si pesara sus palabras antes de responder. "Sí, tengo una novia", dijo, y aunque su voz era neutral, Camila notó que había algo más en el tono. "Decidió viajar a otra ciudad para seguir sus sueños."
Camila sintió un peso sobre su pecho, un nudo de confusión y celos que no podía comprender del todo. "Oh... no sabía eso", murmuró, sintiéndose estúpida por la reacción que tuvo. "¿Y cómo te sientes con eso?"
Mariana se encogió de hombros, su expresión se tornó más seria. "A veces es complicado. La distancia y todo eso... Pero también sé que es lo que necesita hacer. Quiero apoyarla, incluso si duele."
Camila asintió, sintiendo un entendimiento compartido. Ambas habían lidiado con relaciones que parecían ser más complejas de lo que deberían. "Eso es admirable", comentó Camila, sintiendo que sus propios problemas eran pequeños en comparación con lo que Mariana había vivido.