Entre Copas y Letras

VIII. Atrapada en Pensamientos

Mariana se sentó en el borde de su cama, las luces tenues del pequeño pueblo filtrándose a través de la ventana mientras la noche avanzaba. La fiesta de anoche seguía resonando en su mente como un eco insistente. Había algo en Camila que la atraía de una manera que no podía ignorar.

Recordaba cada detalle de la entrada de Camila en el bar. Ella llevaba un vestido negro que parecía hecho para resaltar su figura. El tejido se ceñía a su cuerpo, con un escote que dejaba al descubierto un poco de piel y un dobladillo que terminaba justo por encima de sus rodillas, insinuando más de lo que mostraba. Cada paso que daba parecía danzar al ritmo de la música, y su cabello alborotado caía en suaves ondas sobre sus hombros. Era, sin duda, el centro de atención, pero había algo en su mirada que mostraba una fragilidad que la hizo aún más atractiva.

Mariana se sintió invadida por la confusión. ¿Por qué estaba tan absorta en sus pensamientos sobre Camila? Había algo en su forma de reír y en la sinceridad que reflejaba en sus ojos que la había impactado profundamente. Sin embargo, también la había dejado sintiéndose culpable por la manera en que había actuado en su primer encuentro.

Mientras la tristeza comenzaba a instalarse en su pecho, se dio cuenta de que lo que más le inquietaba era la realidad de su propia vida. Camila parecía tener un mundo brillante por delante, mientras que ella se sentía atrapada en un ciclo de desamor.

Tomando su teléfono, decidió llamar a Andy. La relación con ella se había vuelto distante, y a menudo se preguntaba si realmente la conocía. Después de varios tonos, la voz de Andy resonó al otro lado de la línea, trayendo consigo un torbellino de emociones.

—Hola, amor. ¿Cómo estás? —preguntó Andy, con un tono despreocupado.

—Hola, Andy. —Mariana trató de sonar alegre, aunque su voz traicionó la tristeza que sentía—. Solo quería saber si podrías venir a visitarme pronto. Ha pasado mucho tiempo.

Hubo un breve silencio. Mariana sintió que su corazón se encogía.

—Lo siento, estoy ocupada con algunas cosas aquí. No sé cuándo podré ir.

El peso de esas palabras cayó sobre Mariana como una losa. La imagen de Camila volvió a su mente, y se dio cuenta de que no podía seguir así. Se sentía atrapada entre el deseo de cambiar su vida y el miedo a hacerlo.

Colgó la llamada y se sintió más sola que nunca. Las historias clichés que había escuchado de Camila la atormentaban, pero también la inspiraban. Necesitaba ver a Camila de nuevo, no solo para disculparse por su comportamiento, sino también para entender qué era lo que realmente sentía. La idea de perderse la oportunidad de conocerla más la asustaba.

Mariana se levantó y se dirigió a la ventana, mirando hacia las luces parpadeantes del pequeño pueblo. Debía hacer algo. Una chispa de determinación se encendió en su interior. Con cada segundo que pasaba, la necesidad de aclarar las cosas con Camila se volvía más intensa. Tenía que arriesgarse.

Al día siguiente, Mariana despertó con una mezcla de nerviosismo y emoción. Sabía que debía hacer algo para aclarar las cosas con Camila. Después de un par de horas de dudar, se armó de valor y decidió ir al bar. Al llegar, se sintió un poco más tranquila. Este era su espacio, el lugar donde podía dejar atrás las preocupaciones por un rato.

Se sentó en una mesa, sacó su teléfono y comenzó a buscar el número de Camila, que había anotado en un papel en su bolso. Era el momento perfecto para llamarla, así que, tras un profundo suspiro, marcó el número.

Cuando escuchó el tono de llamada, sintió que su corazón latía con fuerza. Finalmente, Camila contestó.

—¿Hola? —La voz de Camila sonó suave y curiosa al otro lado de la línea.

—¡Hola, Camila! Soy Mariana. —Se forzó a sonar despreocupada—. Espero no molestarte. Solo quería saber si podrías ayudarme con algo.

—Claro, ¿qué necesitas?

Mariana pensó rápido, recordando que su amigo no estaba disponible para ayudar con algunos asuntos del bar.

—Mi amigo no puede venir a ayudarme a reorganizar unas cosas en el bar hoy. ¿Podrías venir? Te lo agradecería mucho.

Hubo una breve pausa, y Mariana contuvo la respiración, esperando la respuesta de Camila.

—Bueno, supongo que puedo ir. ¿A qué hora?

—¿Te parece a las tres?

—Está bien, allí estaré.

Después de colgar, Mariana sintió que una mezcla de alegría y ansiedad invadía su ser. Era un paso hacia algo que parecía estar creciendo entre ellas, y no podía dejar que se desvaneciera.

Con el tiempo pasando rápidamente, Mariana decidió preparar el bar para la llegada de Camila. Estaba inmersa en sus pensamientos, organizando las botellas y limpiando las mesas, cuando la puerta del bar se abrió. Al alzar la vista, una sonrisa se dibujó en su rostro, pero esa sonrisa se congeló en sus labios.

Andy, su novia, entró al bar como un torbellino, sin avisar. Antes de que Mariana pudiera reaccionar, Andy se lanzó sobre ella y le depositó un beso apasionado sobre los labios.

Mariana sintió que el mundo se detuvo en ese instante. En ese momento, la puerta volvió a abrirse y, para su horror, vio a Camila entrar. Sus ojos se encontraron, y el color se drenó de su rostro al darse cuenta de lo que acababa de suceder.

—Oh, lo siento... —Camila se disculpó rápidamente, sus ojos amplios y llenos de confusión.

—Espera, Camila, no es lo que parece —dijo Mariana, moviéndose hacia ella mientras Andy se quedaba un poco atrás, mirando con curiosidad.

—¿Quieres que te ayude con algo? —preguntó Camila, intentando recuperar la compostura.

—Sí, claro, pero... —Mariana titubeó, sin saber cómo aclarar las cosas.

Andy se acercó, sonriendo con despreocupación.

—¡Hola! Soy Andy, la novia de Mariana. Estoy aquí para ayudar a organizar todo. ¡Tú no te preocupes! Puedes marcharte si quieres.

Camila se quedó paralizada, sorprendida por la presentación. Sus ojos reflejaron una mezcla de emociones mientras intentaba asimilar lo que acababa de escuchar.



#2764 en Novela romántica

En el texto hay: romance, lesbica, lgbt+

Editado: 17.02.2025

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