Entre Copas y Letras

XIV. Un día para recordar

Camila abrió los ojos con calma, dejando que su vista se acostumbrara a la tenue luz que se colaba por la ventana. A su lado, Mariana todavía dormía, con el rostro relajado y el cabello corto desordenado sobre la almohada. Se veía tan tranquila, tan diferente a la versión sarcástica y fuerte que mostraba al mundo.

Sin moverse demasiado, Camila la observó en silencio. Luego, sin poder evitarlo, pasó los dedos con suavidad por su cabello, apartando un mechón que le caía sobre la frente. Mariana se movió un poco, hizo una mueca, pero luego abrió los ojos lentamente. Al verla, le regaló una sonrisa somnolienta y cálida.

Sin decir nada, la atrajo hacia sí y le dio un beso suave, uno de esos que apenas tocan los labios, pero que dicen mucho. Luego se separó solo un poco.

—Buenos días —murmuró con voz ronca, aún cargada de sueño.

Camila sonrió, pero Mariana no le dio tiempo a contestar. Volvió a besarla, esta vez con más intensidad, y poco a poco se fue acomodando encima de ella, quedando entre sus piernas. Camila dejó escapar una risa bajita, de esas nerviosas que se mezclan con la emoción, mientras sentía el calor de Mariana apoderarse de su cuerpo de nuevo.

—¿Siempre saludas así por las mañanas? —preguntó en tono juguetón, aunque su respiración ya se sentía agitada.

—Solo cuando duermo con alguien que me gusta tanto —respondió Mariana, sin dejar de besarle el cuello.

Camila cerró los ojos y se dejó llevar, sintiendo que, por un momento, todo tenía sentido.

Después de un buen rato enredadas entre besos y caricias suaves, Mariana se separó con una sonrisa traviesa.

—Voy a preparar el desayuno… si no quieres morir de hambre, claro —dijo mientras se levantaba y estiraba los brazos con flojera.

—Solo si no incendias la cocina —respondió Camila, acomodándose en la cama con una sonrisa divertida.

—Con esa fe, mejor ni cocino —dijo Mariana en tono burlón, saliendo de la habitación con un top y su short desalineado.

Mientras el olor a café empezaba a colarse por el pasillo, Camila se levantó y decidió curiosear un poco por el apartamento. Era la primera vez que Camila estaba en casa de Mariana, y por primera vez la veía con calma, sin prisas ni interrupciones. Cada rincón tenía algo de ella. El sofá gastado con una manta tirada encima, los libros apilados sin orden sobre una repisa improvisada, una planta medio muerta en la ventana que parecía sobrevivir a puro cariño. Todo era tan Mariana como su forma de hablar, directa y sin adornos, pero con detalles que se dejaban descubrir poco a poco.

Se detuvo frente a la repisa llena de libros, y al ir revisando los títulos, su corazón dio un pequeño salto. Allí estaban... casi todos los libros que había publicado. Uno detrás del otro, ordenados por fecha. Los observó un momento con una mezcla de sorpresa y ternura, hasta que sacó el último, ese que aún le daba nervios ver en manos ajenas.

Con el libro en la mano, fue hasta la cocina, donde Mariana revolvía huevos en una sartén con aire despreocupado.

—Si mis libros son tan malos como dices, ¿por qué tienes casi todos? —preguntó Camila, cruzándose de brazos con una ceja levantada.

Mariana volteó apenas para mirarla de reojo, con esa sonrisa suya cargada de sarcasmo.

—Para fines investigativos, obvio. Quería entender el misterio de cómo una escritora heterosexual escribe escenas lésbicas tan… interesantes. Pero tranquila, ahora que estoy viviendo una auténtica novela lésbica contigo, seguro mis críticas serán mucho más justas —dijo mientras volvía a centrarse en la sartén.

Camila la miró en silencio por un segundo, luego fingió que le iba a lanzar el libro.

—Eres imposible —murmuró, pero no podía dejar de sonreír.

Mariana solo rió, agitando la sartén con gracia.

—Pero te gusto así, admítelo.

Camila se apoyó en el marco de la cocina, abrazando su propio libro.

—No pienso darte esa victoria... todavía.

El desayuno terminó siendo algo sencillo, pero delicioso: huevos revueltos con tostaditas crujientes, un par de frutas y café recién hecho. Mariana cocinaba con una naturalidad encantadora, como si lo hiciera todos los días, como si preparar el desayuno para Camila fuese lo más normal del mundo.

Camila se sentó en la pequeña mesa del comedor, todavía con su conjunto de satén puesto, observando a Mariana mientras esta colocaba los platos con una media sonrisa en los labios.

—¿Sabías que verte cocinar así tiene un efecto tranquilizador? —dijo Camila, jugando con el borde de su taza de café.

—¿Y eso es algo bueno o malo? —preguntó Mariana sentándose frente a ella, tomando un sorbo del suyo.

—Bueno, si consideramos que me he pasado los últimos meses con el corazón acelerado, creo que necesito un poco de tranquilidad —respondió Camila con sinceridad.

Mariana bajó la mirada por un instante, y luego volvió a alzarla con esa chispa divertida que la caracterizaba.

—Tendré que cocinar más seguido, entonces.

Comieron entre risas suaves y comentarios burlones, interrumpidos por algunos silencios cómodos. Esos silencios que ya no pesaban, que se sentían como un abrazo suave.

Al terminar, Mariana recogió los platos y comenzó a lavarlos mientras Camila la ayudaba secando. Todo se sentía íntimo, casi doméstico, como si compartieran ese espacio desde hace tiempo. Como si sus vidas ya hubieran encontrado una forma de encajar.

—Deberías pasar por tu casa —dijo Mariana de pronto, mientras se secaba las manos con una toalla de cocina—. Cambiarte, arreglarte un poco… quiero pasar el día contigo, en la feria.

—¿En serio? ¿Tú? ¿En la feria? ¿Entre gente y colores y ruido? —bromeó Camila mientras la seguía hasta la sala.

—Lo hago por ti —respondió Mariana con fingida resignación—. Además, podrías sorprenderme con tus recomendaciones de autora famosa. Tal vez encuentre algún libro decente.

—Te estás ganando otro libro en la cabeza —dijo Camila señalando el estante, riendo.



#8070 en Novela romántica

En el texto hay: romance, lesbica, lgbt+

Editado: 28.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.