Entre Deseo Y Redencíon

Capitulo 3

Alessandra

Desperté al amanecer con una sensación de agotamiento que no parecía dispuesta a ceder. La noche anterior había sido un torbellino emocional, y aunque había logrado descansar un poco, sabía que el día sería igual de complicado. Me levanté con cuidado, me arreglé y me preparé para enfrentar lo que quedaba de la jornada.

Cuando salí de mi habitación, me dirigí a la cocina para desayunar. El ambiente en la casa aún parecía cargado, y la tensión entre Eloisa, Alex y yo era palpable. Me encontré con Eloisa en la cocina, quien estaba organizando el desayuno con una precisión casi meticulosa. La miré con una mezcla de desdén y resignación, pero no dije nada.

Alex estaba sentado a la mesa, hojeando un periódico mientras tomaba su café. Me saludó con una ligera inclinación de cabeza, pero su expresión mostraba la misma tensión que sentía en el aire. Me senté en la mesa, intentando mantener la calma mientras el desayuno comenzaba a ser servido.

De repente, escuché la voz de mi padre desde el pasillo. Daniel apareció en la cocina y me dirigió una mirada preocupada. Se acercó con pasos firmes, y al observar mi mejilla, notó una leve marca que había quedado tras la bofetada de Eloisa.

—¿Qué te pasó en la mejilla, Alessandra? —preguntó con una mezcla de preocupación y confusión—. ¿Te has lastimado?

Mi rostro se tensó, y traté de ocultar la incomodidad que sentía. No quería revelar lo ocurrido ni abrir más heridas.

—Nada, papá —dije con voz firme—. Solo un pequeño accidente. No es nada importante.

Daniel no parecía completamente convencido, pero asintió, aparentemente aceptando mi explicación. Se unió a la mesa, y mientras comenzábamos a desayunar, la tensión en el aire no se disipaba. Eloisa y yo intercambiamos miradas cortantes, y Alex parecía intentar mantener una actitud neutral, aunque no podía ocultar la preocupación en sus ojos.

Durante la comida, la conversación se mantenía en temas triviales y superficiales, como si todos estuviéramos intentando evitar los temas que realmente nos preocupaban. La atmósfera estaba cargada, y el silencio incómodo entre Eloisa, Alex y yo era casi tangible.

La incomodidad continuaba creciendo, y me preguntaba cómo podríamos resolver estas tensiones sin que las cosas se volvieran aún más complicadas. Mientras desayunábamos, sabía que enfrentar la situación de manera directa era inevitable, pero no estaba segura de cómo abordar el conflicto sin avivarlo aún más.

Después del desayuno, la tensión seguía palpable en la casa. Sentía que el ambiente se había vuelto aún más incómodo y que las heridas de la noche anterior no se habían curado. Necesitaba un momento para despejar mi mente, así que decidí dar un paseo por la casa.

Mientras caminaba por el pasillo, me dirigí a la sala de estar donde había notado un cambio reciente. El cuadro de mi madre, Aurora, que solía colgar en la pared del este de la mansión, había desaparecido. Era un retrato que siempre había representado un vínculo con mi pasado, y su ausencia era dolorosa y desconcertante.

Encontré a las chicas de limpieza trabajando en la planta baja y me acerqué a ellas con determinación. Me dirigí a una de las mujeres que parecía estar organizando algunos objetos en una esquina.

—Disculpa —dije, intentando mantener la calma—. ¿Podrías decirme quién autorizó que se quitara el cuadro de mi madre del pasillo?

Las mujeres se miraron entre sí, claramente incómodas con la pregunta. Finalmente, una de ellas, con una expresión de incomodidad, respondió:

—Lo sentimos, señorita Alessandra. Fue la señora Eloisa quien nos pidió que lo retiráramos. No nos dijeron por qué, solo que era una orden directa.

Mi corazón se hundió al escuchar la respuesta. No solo había un conflicto constante con Eloisa, sino que ahora ella había tomado una decisión que afectaba profundamente mi conexión con mi madre. El hecho de que el retrato hubiera sido retirado sin previo aviso era un claro indicio de la falta de respeto hacia mi pasado y hacia lo que representaba para mí.

—Gracias por la información —dije con voz fría, sintiendo una mezcla de dolor y frustración—. Haré algo al respecto.

Me dirigí de regreso a mi habitación, mi mente llena de pensamientos. La desaparición del cuadro no era solo una cuestión de decoración; era una afrenta a mi memoria y a mi relación con mi madre. La decisión de Eloisa de eliminarlo sin consultarme era una nueva capa de conflicto en nuestra ya complicada relación.

Mientras subía las escaleras, me preguntaba cómo podía enfrentar esta nueva provocación sin escalar aún más las tensiones. Sabía que debía hablar con Eloisa sobre el asunto, pero también necesitaba encontrar una forma de proteger mi propia paz mental mientras lidiaba con la constante turbulencia en la casa.

El día continuó con una sensación de tensión latente que no podía ignorar. Me sentía decidida a enfrentar el problema directamente, especialmente después de descubrir la desaparición del cuadro de mi madre. La imagen de Aurora había sido una fuente de consuelo y conexión para mí, y no podía permitir que Eloisa la tratara con tanta indiferencia.

Cuando finalmente vi a Eloisa en el pasillo, decidí que era el momento de hablar. Me acerqué a ella con firmeza, mi rostro mostrando una determinación que no podía ocultar.

—Eloisa —dije, mi voz cortante—. Necesito hablar contigo.

Ella me miró con una mezcla de sorpresa y desdén, su expresión cambiando rápidamente a una máscara de neutralidad.

—¿Qué pasa, Alessandra? —preguntó con una calma fingida.

—Acabo de enterarme de que has ordenado quitar el cuadro de mi madre del pasillo —dije, manteniendo el tono de voz firme—. Quiero que sepas que eso es completamente inaceptable.

Eloisa frunció el ceño, y su actitud se tornó defensiva.

—No veo por qué es tan importante —dijo, intentando minimizar la situación—. El cuadro ya no encajaba en la decoración.




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